David eligio un pequeno restaurante junto al rio. Era tarde, casi la una y media y la mayoria de la gente ya habia comido y se habia marchado. David y ella tenian el restaurante casi para ellos solos.

– Cuentame que tal se vive de ilustradora comercial -le dijo David, cuando estuvieron sentados en su mesa-. ?Siempre trabajas por libre?

Liz sacudio la cabeza.

– No, no -respondio. En aquel momento, aparecio un camarero con una jarra de agua fria-. Pero tampoco por cuenta ajena. Yo encuentro los encargos y me distribuyo la jornada de trabajo. Estoy intentando reunir una carpeta de buenos trabajos, asi que ultimamente soy muy quisquillosa con los encargos que acepto. Son tiempos de escasez, pero me las arreglo.

– ?Y como encaja Children's Connection en tus planes?

Liz arrugo la nariz.

– Esto no lo hago por dinero. Pagan muy poco. Pero es una buena oportunidad de darme a conocer.Ademas, soy toda una fan de lo que hacen.

David se inclino hacia ella.

– ?Eres adoptada?

– No, pero mi abuela si. Era rusa. Cuando sus padres murieron en la Segunda Guerra Mundial, no tenia adonde ir. Unos voluntarios la acogieron y termino en Polonia. Alli conocio a una enfermera americana que la trajo aqui.

El paso la mirada por su rostro.

– Eso explica los magnificos pomulos.

– Eres muy habil. Halagas mi fisico mientras obtienes informacion sobre mi pasado.

– Tengo mis metodos.

A ella le gustaban aquellos metodos.

– Bueno ya hemos hablado suficiente sobre mi. ?A que te dedicas tu?

Antes de que el pudiera responder, el camarero volvio a la mesa para tomarles nota. Liz pidio un sandwich, sabiendo que podria llevarse la mitad a casa y un cuenco de sopa. David pidio una hamburguesa.

– Que tipico de un hombre -comento Liz-. Una hamburguesa con patatas fritas.

– Tengo que aprovechar mientras puedo.

– ?Porque te van a prohibir comer carnes rojas dentro de poco?

– Porque me voy a Europa en unas… -miro su reloj-. Once horas.

– ?Que?

El bajo la voz.

– Soy espia y el gobierno me envia a Rusia.

– ?Oh, vamos!

David sonrio.

– Es una verdad a medias. Voy de veras a Moscu, pero no soy espia. Trabajo para el Departamento de Estado.

– Ya, claro. ?Cuantos anos tienes?

– Veinticinco. Me contrataron nada mas terminar la universidad. Soy un lacayo de bajo nivel. Creeme, contratan a gente de mi edad. Alguien tiene que hacer el trabajo no deseado.

– Un puesto al otro lado del Atlantico no puede ser un trabajo no deseado -dijo ella, pensando en su abuela-. Pero ver Moscu… -algun dia, se prometio. Porque queria hacerlo y porque le habia prometido a Nana que lo haria.

– ?Has estado alli? -le pregunto el.

– No. Hablamos de ir, pero Nana, mi abuela, no tenia muy buena salud. Ademas, no teniamos mucho dinero.

– Debe de estar muy orgullosa de ti.

– Lo estaba -respondio Liz-. Murio hace tres anos.

– Lo siento.

Las palabras de David fueron sencillas, una cortesia de esperar, pero las dijo como si de verdad lo sintiera. Como si entendiera aquella perdida.

– Gracias -dijo ella y lo miro-. Bueno, ?y cual es exactamente ese trabajo no deseado que vas a hacer para el Departamento de Estado? ?No sera llevar paquetes de un lado a otro de la frontera y cosas asi?

– Lo siento, no. Pero seguramente, podre conseguirte un anillo decodificador.

Liz se rio.

– Eso me gustaria. ?Oh y quiza un poco de tinta invisible!

– Mirare en el armario de suministros, a ver que consigo.

– ?Cuanto tiempo vas a estar en Europa? -le pregunto Liz.

– Puede que mucho. Al menos, en Moscu estare tres anos.

Liz sintio una punzada en el estomago. ?Pena? Quiza. Le gustaba mucho David, mas de lo que le habia gustado ningun hombre desde hacia mucho tiempo.

– ?Y que dice tu familia al respecto?

– Tengo cuatro hermanos, asi que mis padres estan acostumbrados a que sus hijos hagan su vida. Ademas, son estupendos. Quieren que sea feliz.

Nana tambien habria querido eso para ella, penso Liz con carino. Felicidad y muchos bebes. Para su abuela, aquello iba ligado. Desgraciadamente, Nana solo habia tenido un hijo y aquel hijo solo habia tenido una hija.

El camarero aparecio con la comida. Despues, cuando se marcho, Liz tomo la cuchara y miro a David.

– Logan, ?eh? ?Es esa familia rica, relacionada con la industria informatica, que dona millones a Children's Connection?

David suspiro.

– Creo que es muy importante dar -dijo, sonriendo-. Al menos, cuando yo haga mi fortuna. Por el momento, los generosos son mis padres.

Mas que generosos, penso Liz. Habia oido historias maravillosas sobre aquella familia. Y teniendo en cuenta que David era estupendo, suponia que las historias eran verdaderas.

– Supongo que no te acompanara ninguna senora Logan a Rusia… -pregunto ella.

– No. Mi madre se va a quedar en casa, aunque me ha cosido el nombre en los cuellos de las camisas.

Ella sonrio.

– Ya sabes a lo que me refiero.

– No estoy casado, Liz. Si lo estuviera, no habria venido a comer aqui contigo.

– Me alegro. Yo tampoco estoy casada. Aunque hay dos enormes ex jugadores de futbol esperandome en el apartamento.

El se quedo boquiabierto.

– Estas bromeando.

– No, pero no te preocupes. Son companeros de piso.

– ?Por que me parece que eso es una mentira?

– No tengo ni idea. Te estoy diciendo la verdad. Solo tienen ojos el uno para el otro.

– Me quedan ocho horas hasta que salga el vuelo -le dijo David, despues de una larga comida-. ?Quieres acompanarme en lo que me queda de dia en suelo americano?

Liz sabia que tenia mil cosas que hacer, pero en aquel momento no se le ocurria ninguna.

– Claro, pero… ?y tu familia? ?No tienes que despedirte de ellos?

– Lo hice anoche. Hubo una gran fiesta -dijo el. Se levanto de la mesa y le tendio la mano-. Ojala hubieras estado.

– Ojala.

Liz se puso de pie y le dio la mano. Sus dedos se entrelazaron.

Entonces, ella sintio un intenso calor chisporroteando entre ellos y un cosquilleo en la piel. Claramente, aquel era un momento muy poco oportuno para experimentar aquellas sensaciones.

Dieron un paseo por la orilla del rio, hasta que un viento frio los obligo a meterse en una cafeteria. El tiempo se les escapaba entre las manos y no podian dejar de hablar.

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