Con cuidado presiono el freno y dirigio el New Yorker por un camino surcado que se terminaba en un grupo desordenado de cedros.

Satisfecha de que el area estuviera completamente desierta, empujo los botones para bajar las ventanas delanteras y apago la ignicion. El aire de la manana que soplaba era tibio y agradablemente polvoriento.

Dallie todavia fingia estar dormido, los brazos doblados sobre su camiseta gris descolorida y una gorra deportiva con una bandera americana caida sobre sus ojos.

Ella pospuso el momento de tocarlo, disfrutando de la anticipacion. A pesar de las bromas y las risas que habia entre ellos, Dallie y ella habian encontrado una serenidad juntos, la sensacion de llegar al hogar perfecto que solo podria pasar despues de haber conocido el lado mas oscuro de la otra persona y luego andando juntos a buscar el sol.

Inclinandose, le quito la gorra y la dejo en el asiento trasero. Entonces beso sus parpados cerrados, pasando los dedos por su pelo.

– Despiertate, mi amor, tienes un trabajito que hacer.

El mordisqueo su labio inferior.

– ?Tienes algo especifico en mente?

– Uh-huh.

El metio la mano bajo su top elastico blanco y paso la yema de los dedos por los pequenos huesos de su espina dorsal.

– Francie, tenemos una cama perfectamente buena en Wynette y otra a veinte kilometros al oeste de aqui.

– La segunda esta demasiado lejos y la primera esta atestada.

El rio entre dientes. Teddy habia llamado a la puerta del dormitorio temprano aquella manana y luego se habia subido a la cama con ellos para preguntarles su opinion sobre si deberia ser un detective o un cientifico cuando creciera.

– Las personas casadas, se supone, no hacen el amor en un coche -dijo el, cerrando los ojos otra vez cuando ella se adapto a su regazo y comenzo a besar su oreja.

– La mayoria de las personas casadas no tienen una reunion con los Amigos de la Biblioteca Publica de Wynette en una habitacion y un ejercito de muchachas adolescentes acampadas en la otra -contesto ella.

– En eso tienes razon -le levanto la falda un poco para que pudiera sentarse a horcajadas sobre sus piernas. Entonces comenzo a acariciarle uno de sus muslos, gradualmente subiendolas hacia arriba. Sus ojos se abrieron con sorpresa.

– Francie Day Beaudine, no llevas nada debajo.

– ?No? -murmuro con voz aburrida de muchacha rica-. Que traviesa soy.

Ella frotaba sus pechos contra el, besando su oreja, deliberadamente volviendolo loco. El decidio que ya era hora de demostrarle a la senorita Pantalones de Lujo quien era el jefe de la familia. Abriendo la puerta del coche, salio, llevandola con el.

– Dallie…

El la agarro por la cintura y la levanto del suelo. Mientras la llevaba hacia el capo del New Yorker, ella hizo un intento de empezar a luchar, aunque el realmente pensaba que podia poner un poco mas de esfuerzo en ello si se concentraba mas.

– No soy la clase de mujer que hace el amor en el capo de un coche -dijo con una voz tan arrogante que sonaba como la reina de Inglaterra.

Excepto que Dallie no se imaginaba a la reina de Inglaterra moviendo su mano arriba y abajo por la bragueta de sus vaqueros de ese modo.

– No puedes enganarme con ese acento, madam -el hablo arrastrando las palabras-. Se exactamente que te gusta hacer el amor como una vigorosa muchacha americana.

Cuando ella abrio la boca para contestar, el aprovecho sus labios separados para darle la clase de beso que le garantizaba unos minutos de silencio. Eventualmente ella comenzo a trabajar en la cremallera de sus vaqueros, que no la llevaron mucho tiempo…Francie era magica en lo que tenia que ver con la ropa.

Su manera de hacer el amor comenzaba lascivo, con un poquito de conversacion sucia y mucho cambio de posiciones, pero entonces todo se volvia tierno y dulce, exactamente como sus sentimientos el uno por el otro.

Poco despues, estaban tumbados a lo largo del capo del New Yorker, encima de una sabana de saten rosa Porthault que Francesca guardaba en el coche para justo estas emergencias.

Despues, se miraron a los ojos, sin decirse una palabra, solo mirandose, y luego intercambiaron un beso tan lleno de amor,que era dificil de recordar que alguna vez habian existido barreras entre ellos.

Dallie se puso detras del volante para volver a Wynette. Cuando entro en la carretera principal, Francesca se acurruco contra el y el se sintio perezoso y contento por el, por haber tenido la sensatez de casarse con la senorita Pantalones de Lujo.

En ese mismo momento el Oso hizo una de sus apariciones cada vez mas raras.

Me parece que estas en verdadero peligro de convertirte en un calzonazos por esta mujer.

Tienes toda la razon, le contesto Dallie, acariciando la cima de su cabeza con un beso.

Y luego el Oso rio entre dientes. Buen trabajo, Beaudine.

* * *

En el lado opuesto de Wynette, Teddy y Skeet estaban sentados el uno al lado del otro sobre un banco de madera, los arboles de moras protegiendolos del sol del verano.

Estaban callados, tampoco tenian ninguna necesidad de hablar.

Skeet miraba fijamente la pendiente suave de cesped, y Teddy bebia a sorbos su Coca-cola. Llevaba su par favorito de pantalones de camuflaje de cintura baja, con una gorra de beisbol con una bandera americana.

Una chapa de 'Nucleares, No, Gracias' ocupaba un lugar de honor en el centro exacto de su camiseta Aggies.

Teddy pensaba que este verano en Wynette habia sido seguramente el mejor de su vida. Tenia una bici aqui, que no podia tener en Nueva York, y su papa y el habian construido un colector solar en el patio trasero.

De todos modos echaba de menos a algunos de sus amigos y absolutamente no odiaba la idea de regresar a Nueva York dentro de unas semanas. La Senorita Pearson le habia dado un Sobresaliente en su trabajo de ciencias sociales sobre la inmigracion. Ella dijo que la historia que habia escrito sobre como su mama habia venido a este pais y todo lo que le habia pasado una vez que ella habia decidido quedarse aqui era el trabajo de estudiante mas interesante que ella alguna vez habia leido.

Y su profesor del curso de dotados del ano proximo era el mas agradable de la escuela entera. Tambien, habia muchos museos y cosas en Nueva York que el queria mostrar a su papa.

– ?Estas listo? -le dijo Skeet, levantandose del banco donde habian estado sentados.

– Por supuesto -Teddy agoto ruidosamente su Coca-cola y luego llevo la lata vacia a una papelera-. Yo no veo por que tenemos que hacer un secreto de esto. Si no fuera un secreto tan grande, podriamos venir aqui mas a menudo.

– No importa -contesto Skeet, protegiendo sus ojos para mirar abajo la cuesta herbosa hacia el primer green-. Le hablaremos a tu papa de esto cuando llegue el momento, no antes.

A Teddy le gustaba salir al campo de golf con Skeet, asi que no discutio. El tomo su madera-3 de una bolsa de viejos palos que Skeet habia acortado para el.

Despues de secarse las palmas de sus manos en sus pantalones, coloco la pelota, disfrutando de su equilibrio perfecto sobre el tee rojo de madera. Cuando tomo la postura, miro fijamente abajo la cuesta herbosa hacia el distante green.

Era un paisaje realmente maravilloso, todo banado por el sol.

Tal vez era porque el era un nino de ciudad, pero le encantaban los campos de golf. Tomo una pequena aspiracion de aire limpio, se equilibro, y se balanceo.

La cabeza del palo golpeo la pelota con un golpe agradable.

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