[en esas primeras novelas], mi unico plan para estructurar mi material era insertar un aparato de escucha en el cerebro de mi personaje principal y seguirle sin cesar a traves de las primeras semanas de accion.
MIQUEL BARCELO
1
Un mar de bruma gravitaba sobre el bosque nublado, suave, gris, luminiscente. En las alturas la bruma parecia mas brillante mientras el sol de la manana empezaba a calentar y despejar la humedad, aunque en el barranco una fresca penumbra silenciosa todavia podia confundirse con el crepusculo que precede al amanecer.
La comandante Cordelia Naismith miro al botanico de su equipo y ajusto las cintas de su recolector biologico para sentirse algo mas comoda antes de continuar su escalada. Se aparto de los ojos un largo mechon de pelo rojizo empapado de niebla y lo dirigio impaciente hacia su nuca. Su proxima zona de investigacion seria decididamente a menor altitud. La gravedad de este planeta era ligeramente inferior a su mundo natal, la Colonia Beta, pero no compensaba la tension fisiologica impuesta por el fino aire de las montanas.
Una vegetacion mas densa marcaba la frontera superior del bosque. Siguiendo el humedo sendero del riachuelo del barranco, se agacharon para pasar por el tunel viviente y luego salieron al aire libre.
La brisa de la manana despejaba los ultimos restos de niebla hacia las doradas altiplanicies. Se extendian interminablemente, promontorio tras promontorio, hasta culminar por fin en los grandes macizos grises de un pico central coronado de chispeante hielo. El sol de este mundo brillaba en el profundo cielo turquesa dando una abrumadora riqueza a las hierbas doradas, las diminutas flores, a los manojos de plantas plateadas como encajes que lo salpicaban todo. Los dos exploradores contemplaron asombrados la montana envuelta en el silencio.
El botanico, el alferez Dubauer, sonrio a Cordelia por encima del hombro y cayo de rodillas junto a uno de los arbustos plateados. Ella se acerco hasta el promontorio mas cercano para contemplar el panorama que habia mas alla. El bosque se hacia mas denso en las suaves pendientes. Quinientos metros por debajo, bancos de nubes se extendian como un mar blanco hasta el horizonte. A lo lejos, al oeste, la hermana menor de esta montana asomaba entre las cumbres.
Cordelia anhelo encontrarse en las llanuras de abajo, para ver la novedad del agua cayendo del cielo, cuando algo la saco de su ensimismamiento.
—?Que demonios puede estar quemando Rosemont para que apeste de esta manera? —murmuro.
Una columna negra y aceitosa se alzaba tras el siguiente macizo montanoso, para extenderse, dispersarse y disiparse con las brisas superiores. Desde luego, parecia proceder del campamento base. Cordelia la estudio con atencion.
Un gemido lejano, que crecio hasta convertirse en un aullido, taladro el silencio. Su lanzadera planetaria aparecio tras el risco y cruzo el cielo sobre ellos, dejando una estela chispeante de gases ionizados.
—?Vaya despegue! —exclamo Dubauer, la atencion concentrada en el cielo.
Cordelia pulso su comunicador de muneca de onda corta.
—Naismith a Base Uno. Contesten, por favor.
Un siseo pequeno y hueco fue su unica respuesta. Llamo de nuevo, dos veces, con el mismo resultado. El alferez Dubauer gravitaba ansioso sobre su hombro.
—Prueba con el tuyo —dijo ella. Pero tampoco el tuvo suerte—. Recoge tus cosas, vamos a regresar al campamento. Marcha forzada.
Corrieron jadeantes hacia el siguiente risco y se internaron de nuevo en el bosque. Los enormes arboles estaban a esa altura caidos, retorcidos. Al subir les habian parecido artisticamente salvajes; al bajar eran una amenazadora pista de obstaculos. La mente de Cordelia esbozo una docena de posibles desastres, cada uno mas extrano que el anterior.
Recorrieron el ultimo tramo de bosque hasta conseguir ver con claridad el calvero seleccionado como base principal. Cordelia se quedo boquiabierta, sorprendida. La realidad sobrepasaba la imaginacion.