embalaje, ningun aparatejo o chisme nuevo. Y, diez minutos despues, tras despojarse de su ropa pegajosa, despues de darse una ducha y ponerse unos pantalones cortos y una camiseta, su humor oscilante recupero su tendencia estable y ascendente, aunque temporal.

Max, de siete anos, catorce semanas y tres dias «exactos», se habia aficionado a Harry Potter. Tambien a los brazaletes de goma, y lucia orgulloso uno blanco que rezaba: «hagamos que la pobreza sea historia», y otros blancos y negros contra el racismo que decian: «Levantate. Habla».

Tom, contento de que Max se interesara por el mundo aunque no comprendiera del todo el significado de los esloganes, se sento en la silla junto a la cama de su hijo en el pequeno cuarto con papel de pared amarillo intenso. Le leia en voz alta, repasando los libros por segunda vez, mientras Max, enroscado en su cama, asomando la cabeza por el edredon de Harry Potter, el pelo rubio alborotado, los grandes ojos abiertos, lo absorbia todo.

Jessica, de cuatro anos, tenia dolor de muelas y estaba en plena rabieta: no le interesaba ningun cuento. Sus berreos, que llegaban a traves de la pared del cuarto, parecian inmunes a los esfuerzos de Kellie por tranquilizarla.

Tom termino el capitulo, dio un beso de buenas noches a su hijo, recogio un vagon Hogwarts Express del suelo y lo dejo en una estanteria junto a la PlayStation. Luego, apago la luz y lanzo otro beso a Max desde la puerta. Entro en la habitacion rosa de Jessica, un santuario al mundo de la muneca Barbie, vio su carita enfurrunada, morada y llena de lagrimas, y recibio un abrazo de impotencia de Kellie, que intentaba leerle El grufalo. Trato de calmar el mismo a su hija durante un par de minutos, en vano. Kellie le dijo que Jessica tenia una cita urgente con el dentista por la manana.

Tom se batio en retirada, procurando no pisar dos Barbies y una grua Lego, y bajo a la cocina, donde habia un agradable olor a comida, y luego casi tropezo con el triciclo en miniatura de Jessica. Lady, en su capazo, royendo un hueso del tamano de una pata de dinosaurio, volvio a mirarle esperanzada y meneo el rabo descuidadamente. Luego salto del capazo, cruzo la habitacion y rodo sobre el lomo con las patas al aire.

Se las froto con el pie mientras la perra echaba la cabeza hacia atras con una sonrisa atontada, la lengua cayendole entre los dientes, y le dijo:

– Luego, guapa, te lo prometo. Luego salimos a pasear. De acuerdo. ?Trato hecho?

La cocina fue lo que habia convencido a Kellie para que compraran la casa. Los propietarios anteriores se habian gastado una fortuna en ella, todo en marmol y acero inoxidable, y despues Kellie solo habia anadido todos los aparatos que podia comprar el limite de una tarjeta de credito, que echaba humo.

A traves de la ventana, podia ver el aspersor en el centro del pequeno jardin rectangular y a un mirlo en el cesped, debajo del agua que caia, levantando un ala y frotandose con el pico. En la cuerda de tender la ropa colgaban minusculas prendas de colores intensos. Debajo, en la hierba, habia un patinete de plastico. En el pequeno invernadero al fondo, crecian tomates, frambuesas, fresas y calabacines que el mismo cuidaba.

Era la primera vez que intentaba cultivar algo y se sentia excesivamente orgulloso de sus esfuerzos, hasta ahora. Por encima de la verja veia la cara larga y acongojada de la Jirafa, que se asomaba. Su vecino estaba fuera a todas horas, cortando, podando, desherbando, rastrillando, regando, arriba y abajo, arriba y abajo, su cuerpo doblado e inclinado como una grua vieja y cansada.

Luego, miro los dibujos y cuadros hechos con acuarelas y lapices de colores que cubrian casi por completo una pared -obra todo de Max y Jessica- para ver si habia alguno nuevo. Aparte de Harry Potter, Max era un loco de los coches, y gran parte de su arte tenia ruedas. El de Jessica reflejaba gente rara y animales aun mas extranos, y siempre dibujaba un sol que brillaba intensamente en algun lugar del dibujo. Por lo general, era una chica alegre y le afecto verla llorar esta noche. Hoy no habia ninguna ilustracion nueva que admirar.

Se preparo un vodka Polstar con zumo de arandanos y anadio hielo picado del dispensador de su elegante nevera americana -otra de las «gangas» de Kellie- con pantalla de televisor incorporada en la puerta, luego llevo el vaso al salon. Se debatio entre ir al pequeno invernadero, en el que ahora daba el sol, o salir fuera y sentarse en el banco del jardin, pero al final decidio ver la television unos minutos.

Cogio el mando a distancia y se acomodo en su suntuoso sillon reclinable -una oferta de Internet que, en realidad, se habia comprado para el-, delante de la compra electronica mas extravagante de Kellie, un enorme televisor Toshiba de pantalla plana. Ocupaba media pared, por no mencionar que absorberia la mitad de sus ingresos cuando la «tregua» de las cuotas expirara dentro de un ano, aun asi tenia que reconocer que era increible ver los deportes en ella. Como siempre, estaba puesto el canal de compras QVC, con el teclado de Kellie conectado encima del sofa.

Fue pasando canales, encontro Los Simpson y los vio un rato. Siempre le habia gustado esa serie. Homer era su preferido, se identificaba con el: hiciera lo que hiciera, el mundo siempre machacaba al padre de los Simpson.

Saborear la copa le sento bien. Le encantaba aquel sillon, le encantaba aquella estancia, con su comedor en un extremo y el ambiente de aire libre que daba el invernadero en el otro. Le gustaban las fotos de los ninos y de Kellie colocadas alrededor, los cuadros abstractos enmarcados de una hamaca, y los del Palace Pier en las paredes -arte barato en el que el y Kellie se habian puesto de acuerdo-, y la vitrina con su pequena coleccion de trofeos de golf y criquet.

Oyo que, arriba, los lloros de Jessica al fin remitian. Se acabo el vodka. Estaba preparandose otro cuando Kellie bajo a la cocina. A pesar de su expresion agotada, de no ir maquillada y haber dado a luz a dos hijos, seguia estando delgada y guapa.

– ?Que dia! -dijo levantando los brazos y dibujando un arco dramatico-. Creo que a mi tambien me vendria bien uno de esos.

Aquello era buena senal; la bebida siempre la ponia carinosa. Habia estado cachondo todo el dia de manera intermitente. Se habia levantado sobre las seis de la manana con ganas de sexo, como casi todas las mananas, y, como siempre, habia rodado hacia Kellie y se habia puesto encima de ella con la esperanza de echar uno rapidito. Y, como siempre, lo habia frustrado el ruido de la puerta abriendose y los pasos de unos piececillos. Comenzaba a convencerse de que Kellie tenia un boton de alarma secreto que pulsaba para hacer que los ninos entraran corriendo en el cuarto a la primera senal de intento de relacion sexual.

En muchos sentidos, penso, su vida seguia una pauta cada vez mas clara: cagada tras cagada en el despacho, deudas crecientes en casa y una ereccion permanente.

Comenzo a prepararle a Kellie una bebida grande mientras ella removia la cazuela del pollo, y la observo, con admiracion, mientras levantaba la tapa de una sarten llena de patatas a la vez que miraba algo que estaba en el horno. Se manejaba en la cocina de un modo que quedaba totalmente fuera del alcance de las capacidades de Tom.

– ?Jess ya esta bien?

– Hoy va de princesita, eso es todo. Esta bien. Le he dado algo que me receto el medico para aliviarle el dolor. ?Que tal el dia?

– Ni preguntes.

Kellie le cogio la cara entre las manos y le dio un beso.

– ?Cuando fue la ultima vez que tuviste un buen dia?

– Lo siento, no pretendo quejarme.

– Bueno, cuentame. Soy tu mujer. ?Puedes hablarme de ello!

Tom la miro, le cogio la cara entre las manos y le dio un beso en la frente.

– Mientras cenamos. Estas guapisima. Cada dia estas mas guapa.

Ella nego con la cabeza, sonriendo.

– Que va, son tus ojos, pasa con la edad. -Luego retrocedio un paso y se senalo el cuerpo-. ?Te gusta?

– ?Que?

– El peto.

Por un momento, el pesimismo lo envolvio de nuevo.

– ?Es nuevo?

– Si, ha llegado hoy.

– No parece nuevo -dijo.

– ?Es asi! Es de Stella McCartney. Chulo, ?verdad?

– ?La hija de Paul?

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