mostraba el ordenador de la ciudad. Vacilo.
Alma Suprema, dale entendimiento. Hazle comprender la verdad.
—Gracias por someterte a la ley, senor Gaballufix —dijo el guardia. Pulso el boton de borrado y el nombre de Nafai desaparecio de la pantalla. Nadie mas lo habia visto.
Sin mirar atras, Nafai atraveso la puerta. Zdorab parloteaba a sus espaldas.
—?Lo he hecho bien, senor? Es decir, me parecio que no querias mostrar el pulgar, asi que yo… ?Adonde vamos? ?No esta un poco oscuro para atravesar estos matorrales? ?No podriamos seguir por el camino, senor Gaballufix? Claro que hay luna, asi que no esta tan oscuro, pero…
Con el parloteo de Zdorab, era imposible ser sigiloso mientras enfilaban hacia el lugar donde Nafai habia dejado a sus hermanos. Y Zdorab lo habia llamado Gaballufix en voz alta. Nafai no se sorprendio de ver movimientos furtivos y oir pasos que se alejaban. Creian que habian apresado a Nafai, que el los habia traicionado, que Gaballufix acudia a matarlos. ?Que podian ver excepto el traje?
Nafai toco los controles. ?Como saber si estaba desactivado o no? Al fin se quito el manto y llamo en voz alta, con su propia voz:
—?Elemak! ?Issya! ?Meb! ?Soy yo! ?No corrais! Dejaron de correr.
—?Nafai! —exclamo Meb.
—?Con la ropa de Gaballufix! —dijo Elemak.
—?Lo lograste! —rio Issib.
Un jadeo recordo a Nafai que esta enternecedora reunion familiar resultaria poco conmovedora para Zdorab, quien acababa de descubrir que habia seguido al hombre acusado de asesinar a Roptat pocas horas antes, y que seguramente habia hecho lo mismo con Gaballufix.
Nafai se volvio y vio que Zdorab daba media vuelta y echaba a correr. «Tengo pies muy agiles», habia dicho antes Zdorab, pero Nafai comprobo que no era verdad. No tardo en alcanzarlo. Lo derribo y forcejeo con el en el suelo pedregoso hasta que logro dominarlo y le tapo la boca. Los guardias estaban a cincuenta metros. Sin duda el Alma Suprema les habia impedido prestar atencion a los gritos, pero la capacidad del Alma Suprema tenia sus limites.
—Escucha —jadeo Nafai—. Si obedeces mis ordenes, Zdorab, no te matare. ? Comprendes ? Zdorab asintio con la cabeza.
—Te juro por el Alma Suprema que no asesine a Roptat. Tu amo Gaballufix causo la muerte de Roptat y dio ordenes de matarme a mi y a mis hermanos. El era el asesino, pero ahora he matado a Gaballufix y se ha hecho justicia. ?Comprendes? No soy alguien que mate por placer. No quiero hacerte dano. ?Guardaras silencio si te destapo la boca?
Otro cabeceo. Nafai le destapo la boca.
—Me alegra que no quieras matarme —susurro Zdorab—. No quiero morir.
—?Te fias de mis palabras? —pregunto Nafai.
—?Creerias en mi respuesta? —replico Zdorab—. Es uno de esos trances donde alguien diria lo que el otro quiere oir. ?No te parece?
Tenia razon.
—Zdorab, no puedo permitir que regreses a la ciudad, ?entiendes? De esto se trata… Si eres hombre de Gaballufix, uno de los matones que contrata para hacer el trabajo sucio en Basilica no puedo confiar en lo que digas y mas me valdria matarte y dar por terminado el asunto. Pero no creo que sea asi. Creo que eres un bibliotecario, un archivista, un escribiente que no tenia ni idea de lo que significaba trabajar para Gaballufix.
—Veia cosas pero nadie parecia considerarlas extranas y nadie respondia a mis preguntas, asi que opte por callarme. En general.
—Iremos al desierto. Si nos acompanas y te quedas con nosotros, si me das tu palabra en nombre del Alma Suprema, seras un hombre libre, parte de nuestra casa, igual a cualquier otro. No te queremos como sirviente, sino como amigo.
—Por supuesto que prestare el juramento. ?Pero como sabras si haces bien en creerme?
—Juralo por el Alma Suprema, amigo Zdorab, y lo sabre.
—Por el Alma Suprema, pues, juro quedarme contigo y ser tu leal amigo para siempre. A condicion de que no me mates. Aunque si me mataras el resto seria ridiculo, ?verdad?
Nafai noto que sus hermanos se reunian alrededor. Habian oido el juramento y tenian su propia opinion.
—Metalo —dijo Meb—. Es hombre de Gaballufix, no puedes fiarte.
—Lo hare yo, si es preciso —intervino Elemak.
—?Como podemos saber? —tercio Issib. Pero Nafai no los oyo. Estaba escuchando al Alma Suprema, y la respuesta era clara. Confia en este hombre.
—Acepto tu juramento. Y juro por el Alma Suprema que ni yo ni nadie de mi familia te danara mientras cumplas con tu palabra. Todos vosotros… juradlo.
—?Es absurdo! —protesto Mebbekew—. Nos pones en peligro.
—Por esta noche el Alma Suprema me ha puesto al mando, y prometisteis obedecer. He salido de la ciudad con el indice, ?verdad? Y Gaballufix ha muerto. ?Juradlo!
Todos prestaron el juramento.
—Ahora —le dijo Nafai a Zdorab—, dame el indice.
—No puedo —dijo Zdorab.
—?Ves? —exclamo Meb.
—Cuando me derribaste, se me cayo.
—Perfecto —bufo Elemak—. Tantas molestias para conseguir el famoso indice, y ahora recogeremos los pedazos por todo el desierto.
Pero Issib lo encontro a un metro, y cuando Elemak lo recogio parecia intacto. A la luz de la luna, al menos, no mostraba el menor rasguno.
Mebbekew le echo un vistazo, lo sopeso, lo alzo.
—Solo una pelota. Una pelota de metal.
—Ni siquiera parece un indice —se lamento Issib. Nafai le arrebato el objeto a Mebbekew. Inmediatamente empezo a fulgurar. Aparecieron luces debajo.
—Creo que lo has cogido al reves —dijo Zdorab.
Nafai le dio la vuelta. En el aire, encima de la esfera, una flecha holografica senalaba al sudoeste. Encima de la flecha habia varias palabras, pero en un idioma que Nafai no entendia.
—Es puckyi antiguo —explico Issib—. Ya nadie lo habla. Las letras cambiaron. Era una sola palabra.
—Dejame ver —le pidio Elemak.
Nafai le entrego el indice. En cuanto se lo dio, la proyeccion se esfumo.
Nafai extendio las manos para recobrar el indice. Elemak lo miro con ojos gelidos, pero al fin le devolvio la esfera de metal. Nafai la toco y la proyeccion reaparecio. Nafai se volvio hacia Zdorab.
—?Que significa esto?
—No lo se —respondio Zdorab—. Nunca habia funcionado. Pense que estaba roto.
—Dejeme intentar —dijo Issib.
—No, por favor. Lo envolveremos y se lo llevaremos a Padre sin mirarlo de nuevo. Elemak conoce el camino. El podra guiarnos.
—Perfecto —asintio Mebbekew.
—Como digas —convino Issib.
—?Quien es Elemak? —pregunto Zdorab.
Elemak echo a andar hacia la Calle Mayor, hacia el lugar donde aguardaba la silla de Issib. Cuando regresaron al barranco, el cielo comenzaba a clarear en el este. Nafai envolvio el indice y se lo dio a Elemak para que lo guardara en un fardo.
—Tu deberias darselo a Padre —dijo Nafai.
Elemak cogio la camisa de Nafai —no, de Gaballufix— entre el pulgar y el indice.
—No te des infulas, Nafai —mascullo—. Veo como son las cosas y te lo dire sin rodeos. No recibire poder ni