un negro de unos cuarenta anos, vestido con harapos semejantes a los de Franklin, aunque un poco mas nuevos y un poco menos sucios.

Jerry se inclino delante del jefe, extendiendo sus brazos, con las palmas de las manos hacia abajo.

—Vengo de Nueva York, donde reside nuestro jefe —murmuro.

A pesar de si mismo, estaba un poco asustado. Le hubiera gustado conocer sus nombres, de modo que pudiera relacionarlo con acontecimientos especificos. Aunque Jerry sabia cuales podian ser sus nombres… aproximadamente. Los Sioux, los Seminolas, miembros de todas las tribus indias renacientes en poderio y en numero, llevaban nombres cargados de anacronismo. Una extrana mezcla de diversas etapas del pasado, cubiertas siempre por presente. Como los rifles y las lanzas, unos para la realidad de luchar, las otras como simbolo mas importante que la realidad misma. Como el uso de los jacales en el campo, cuando, segun los rumores que circulaban por el pais, los obreros esclavos podian construirle al mas insignificante de los indios una morada como ni siquiera el presidente de los Estado Unidos, sobre su jergon especial de paja, podia sonar. Como las caras pintarrajeadas mirando a traves de los reinventados microscopios. ?Como habian sido los antiguos microscopios? Jerry trato de recordar el Curso de Investigaciones de Ingenieria que habia seguido en su adolescencia, pero la tentativa resulto inutil. Lo mismo daba: los indios eran tan extranos y pavorosos… A veces uno pensaba que el destino les habia elegido para ser conquistadores, con la descuidada contradiccion de los conquistadores. A veces…

Jerry se dio cuenta de que estaba esperando que continuara.

—Donde reside nuestro jefe —repitio apresuradamente—. Traigo un mensaje muy importante y muchos regalos.

—Come con nosotros —dijo el anciano—. Luego nos daras tus regalos y tu mensaje.

Agradecido, Jerry se sento en cuclillas a poca distancia de ellos. Estaba hambriento y entre la fruta de los cuencos habia visto algo que debia ser una naranja. ?Habia oido hablar tanto del exquisito sabor de las naranjas!

Pasados unos instantes, el anciano hablo:

—Yo soy el jefe Tres Bombas de Hidrogeno. Este —senalando al mas joven de los indio— es mi hijo, Generador de Radiaciones. Y este —senalando al negro— es una especie de compatriota tuyo.

A la mirada interrogadora de Jerry, y despues de que el jefe levanto un dedo indice concediendole permiso para hablar, el negro explico:

—Sylvester Thomas. Embajador ante los Sioux de los Estados Confederados de America.

—?La Confederacion? ?Existe todavia? Oi decir, hace diez anos…

—La Confederacion esta muy viva, senor. Es decir, la Confederacion Occidental, con su capital en Jackson. Mississippi. La Confederacion Oriental, con su capital en Richmond, Virginia, desaparecio a manos de los Seminolas. Nosotros hemos sido mas afortunados. Los Arapahoes, los Cheyennes y —con una inclinacion de cabeza hacia el jefe— especialmente los Sioux, han sido muy amables con nosotros. Nos permiten vivir en paz, mientras nos dediquemos a cultivar nuestras tierras y a pagar nuestros tributos.

—Entonces, debe usted saber una cosa, mister Thomas… —empezo Jerry avidamente—. Me refiero a… la Republica de la Estrella Solitaria… a Texas… ?Es posible que tambien Texas…?

Mister Thomas miro hacia la puerta del jacal con expresion desalentada.

—Lo siento, senor, la Republica de la Bandera de la Estrella Solitaria cayo ante los Kiowas y los Comanches hace ya muchos anos, cuando yo era aun muy nino. No recuerdo la fecha exacta, pero se que fue incluso antes de que California fuese ocupada por los Apaches y los Navajos, y mucho antes de que la nacion de los mormones quedase…

Generador de Radiaciones alzo sus hombros y flexiono sus musculosos brazos.

—?Cuanta chachara! —exclamo—. Estoy cansado de oir la chachara de los rostros palidos.

—Mister Thomas no es un rostro palido —le respondio su padre—. ?Un poco mas de respeto! Es nuestro huesped y un embajador acreditado. Procura no pronunciar la palabra rostro palido en su presencia.

Otro de los guerreros sentado cerca del jefe, tomo la palabra.

—En otra epoca, en la epoca de los heroes, un muchacho de la edad de Generador de Radiaciones no se hubiera atrevido a levantar la voz en un consejo delante de su padre. Y, desde luego, nunca hubiese dicho las mismas cosas que el. Puedo citar como referencia, para los que esten interesados en ello, el definitivo volumen de Robert Lowie, Los Cuervos Indios, y la excelente obra de investigacion antropologica de Lesser, Tres Tipos de Parentesco Sioux. Ahora, en tanto que no hemos sido capaces de reconstruir un tipo de parentesco Sioux de acuerdo con el modelo clasico propuesto por Lesser, hemos desarrollado un sistema de trabajo que…

—Lo malo que tienes, Brillante Cubierta de Libro —le interrumpio el guerrero sentado a su izquierda— es que eres demasiado clasico. Siempre tratas de vivir en la Edad de Oro en vez de hacerlo en el presente, y en una Edad de Oro que en realidad poco tiene que ver con los Sioux. Si, admito que tenemos muchos puntos de contacto con los indios citados por Lowie, especialmente desde el punto de vista linguistico; pero, ?que ocurre cuando tratamos de aplicar sus preceptos a la vida diaria?

—?Basta! —exclamo el jefe—. ?Basta, Polemista Incisivo! Y tu tambien, Brillante Cubierta de Libro… ?Basta! Esos son asuntos privados de la tribu. Aunque sirven para recordarnos que el rostro palido fue grande antes de convertirse en un enfermo corrompido y asustado. Aquellos hombres cuyos libros sagrados nos ensenan el perdido arte de vivir como Sioux, hombres como Lesser, hombres como Robert H. Lowie, ?no eran acaso hombres de rostro palido? En su memoria hemos de mostrarnos tolerantes.

—?Ah-ah! —dijo Generador de Radiaciones con impaciencia—. En lo que a mi respecta, los unicos rostros palidos buenos son los que estan muertos. Eso es. —Penso unos instantes—. Excepto sus mujeres. Las mujeres de rostro palido son divertidas cuando uno se encuentra lejos del hogar y siente que en su interior se levanta un pequeno infierno.

El jefe Tres Bombas de Hidrogeno contemplo a su hijo en silencio. Luego se volvio hacia Jerry Franklin.

—Tu mensaje y tus regalos. Primero tu mensaje.

—No, jefe —intervino Brillante Cubierta de Libro respetuosa pero firmemente—. Primero los regalos. Luego el mensaje. Asi es como hay que hacerlo.

—Voy a buscarlos. En seguida vuelvo…

Jerry salio de la tienda y corrio hacia el lugar en que Sam Rutherford habia trabado los caballos.

—Los regalos —le apremio—. Los regalos para el jefe.

Desataron los paquetes que llevaba el caballo de carga. Jerry los cogio y regreso con ellos a la tienda a traves de los guerreros que se habian reunido para contemplar, con tranquila arrogancia, lo que estaba haciendo. Jerry entro en el jacal, dejo los regalos en el suelo y se inclino de nuevo.

— Abalorios brillantes para el jefe —dijo, entregandole dos zafiros en forma de estrella y un gran diamante blanco, el mejor que los ingenieros habian sacado de las ruinas de Nueva York en los ultimos diez anos.

—Tela para el jefe —dijo, entregandole una pieza de lino y una pieza de lana, hiladas y tejidas en New Hampshire especialmente para aquella ocasion, y transportada a costa de enormes esfuerzos hasta Nueva York.

—Bonitas baratijas para el jefe —dijo, entregandole un reloj despertador, solo ligeramente enmohecido, y una hermosa maquina de escribir, que funcionaban gracias a los esfuerzos mancomunados de un grupo de artesanos y otro de ingenieros (estos ultimos interpretando los enrevesados documentos antiguos para los artesanos) durante dos meses y medio.

—Armas para el jefe —dijo, entregandole un sable de caballeria primorosamente tallado, preciado tesoro que habia pertenecido al Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Aereas de los Estados Unidos, el cual habia protestado amargamente cuando el Presidente le obligo a entregarlo ('Diablos, senor Presidente, ?acaso quiere usted que luche contra esos indios con las manos vacias?' 'No, Johnny, no es eso lo que quiero, pero estoy seguro de que podras encontrar otro como este en poder de alguno de tus mas vehementes oficiales jovenes').

Tres Bombas de Hidrogeno examino los regalos, especialmente la maquina de escribir, con cierto interes. Luego los distribuyo solemnemente entre los miembros de su consejo, reservandose unicamente la maquina de escribir y uno de los zafiros. El sable se lo entrego a su hijo.

Generador de Radiaciones golpeo el acero con su una.

—Poca cosa —afirmo—. Poca cosa. Mister Thomas trajo mejores regalos que estos de los Estados Confederados de America para la ceremonia de la pubertad de mi hermana. —Dejo caer el sable desdenosamente al suelo—. Pero, ?que puede esperarse de una pandilla de apestosos descamisados de piel blanca que no sirven

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