decir pero no puede. Y me lo quedo mirando, y tambien yo querria decirle tantas cosas, pero no puedo, permanezco en silencio y siento que me he vuelto un nino, uno de esos que tienen verguenza, un nino que, de golpe, se apoya en el muro, menea la cabeza y calla. Como hacia yo de pequeno.

Quiza porque entonces no estaba aun muy seguro de que desear. Y me reia en sus filmaciones, cuando atravesaba tambaleante la casa apoyandome en la pared, y luego en las ventanas, y, al final, me precipitaba hacia adelante un breve trecho sin apoyos, hasta alcanzar la silla mas proxima o una planta: y era un suspiro, y era una victoria. Y el, seguramente, tras aquella vieja y ruidosa camara de super ocho, sonreia. Y luego, otra casa y otra pelicula, y otra mas. Y yo me veo en todo aquello que tal vez no podria haber recordado por mi mismo…, un juego, un concurso en un importante palacete, Villa Annamaria, con un gran jardin y muchos parientes. Una tienda india y, al final de una improvisada actuacion musical, yo, que salto lanzando los brazos al aire y aplaudo, como un jovencito indio que se precipita a una danza de la felicidad, bajo los ojos divertidos de una bellisima mujer con un vestido blanco lleno de espejuelos alrededor del cuello, y en la cintura, y en la sesga dura de las mangas cortas. Con el cabello que le llega hasta los hombros y un cartelito en la mano con muchas preguntas faciles. La mujer cierra los ojos y se esconde para sonreir. Si, lo hace a escondidas porque he ganado yo. Porque soy su hijo. Y querria decir muchas cosas mas aun acerca de ella, pero es de una belleza tal que no se puede relatar. Nina, muchacha, madre…, una mujer elegante, a veces silenciosa.

Recuerdo en particular la sonrisa de aquella filmacion que, ademas de mi pequena victoria, hablaba de amor. Por mi, por el, por mis hermanas, por todo aquello que teniamos la fortuna de vivir y de hacer vivir, y que aun duraria mucho. Y todavia hoy sigo recordando cuanto fue. Y, a lo largo de los anos, en mil momentos y a medida que crecia, me lo preguntaba: ?sere capaz de pagar de algun modo la deuda por todo aquello que he recibido? ?Por tantas atenciones y amor y sacrificios y paciencia? No hay ninguna balanza extraordinaria que pueda calcular el peso de todo ello. Pero el verdadero amor no preve ni creditos ni deudas.

Lo contemplo. Y sus ojos se cierran igual que antano, como diciendo: «Si, es exactamente asi.» Y entonces sonrio tambien yo y me siento un poco mas aliviado. Por otra parte, tambien esto me lo ha ensenado el.

La barca se ladea. Una rafaga de viento mas fuerte. Lo miro.

– ?Estas listo? Viramos…

Orzo y suelto la cangreja, y el, agil y veloz, baja la cabeza mientras la barca gira sobre si misma y se inclina. Permanecemos inmoviles en el centro, mientras la botavara pasa sobre nuestras cabezas. Y no nos desequilibramos, no nos movemos, no tenemos prisa. Nos miramos y sonreimos. No como aquella vez, que el se precipito, nos lanzamos al otro lado de la virada y la barca se volco. Y estuvimos en el agua durante horas. Y, en aquella ocasion, se enfado.

– ?Es que no sabes enderezarla?

– No… Tuve fiebre y falte a la ultima clase de vela, en la que explicaban como se endereza una barca que se ha dado la vuelta.

Sacude la cabeza. Y, un poco preocupado, mira a su alrededor. No hay barcas. No pasa ninguna. Y no parecen tener ganas de pasar. Y el mar se ha encrespado un poco. Y las crestas de las olas se rompen, casi bullen, quebradas por fuertes rafagas de viento. Pero el, al final, no parece preocupado, o al menos no lo demuestra. Sabe que no se lo puede permitir. No con un Hijo aun tan joven e inexperto. Aquel dia, estuvimos en remojo por lo menos seis horas, y vino a buscarnos precisamente Walter, el banero. Y cuando nos vio llegar a la orilla arrastrando la barca aun medio llena de agua, mama meneo la cabeza. Y luego lanzo un suspiro, un poco mas tranquila. Ironica, Cornelia, se permitio incluso soltar: «Mira mis pollitos…, ?mojados!»

De todos modos, luego todo fue gloria, como todas esas desventuras que terminan bien, las que se convierten solo en un recuerdo que poder engrandecer un poco y contar cuando hace falta.

Volvemos a tierra. Esta vez, todo va como la seda. Fue uno de esos errores necesarios para coger experiencia, no para repetirlos, como sucede a veces. Tambien es verdad que es siempre mejor equivocarse que arrepentirse de no haber hecho algo.

En un segundo llegamos a la playa y nos quitamos los chalecos salvavidas y los echamos al interior de la barca y, acto seguido, la arrastramos a la orilla con fuerza, apoyando firmemente los pies en tierra. La levantamos un poco y metemos en seguida bajo la proa un rodillo, y luego otro, y la barca se desliza hacia adelante hasta acabar en su sitio, aparcada sobre dos gruesos caballetes de madera.

– ?Ya esta!

Damos unas palmadas para sacudirnos un poco de arena de encima. Nos miramos cansados, sonriendo. Despues, corremos bajo la ducha fresca, incluso algo fria, que baila en el viento. Y nos movemos, intentando pillar el chorro. Y alli debajo, liberandonos de la sal, liberandonos del sudor, con los ojos cerrados, sentimos que el agua arrastra consigo toda aquella sana fatiga. Luego nos secamos rapidamente con un par de toallas que Walter nos ha dejado sobre el patin. Estan un poco descoloridas, viejas, gastadas, pero, en el palido calor, saben a limpio, a perfumado, a cosa buena.

Echamos a andar en direccion al quiosco. Alli donde, jovencisimo, intervine como figurante en la pelicula La diva del telefono blanco, de Dino Risi. Estupido y estupefacto, embutido en un traje de bano de lana de cuerpo entero, ligeramente aturdido, intente con mucho esfuerzo interpretar bien una escena. Bostezando, sudando, mirando de vez en cuando a la camara. Y cuando se lo conte: «No me lo puedo creer. Cuando encuentre a Dino tendre que pedirle disculpas… ?Vaya papelones me haces hacer!»

Pero luego sonreia. Como si todo aquel cine fuera algo que permanece, si, pero que no lo es todo. Es parte de la vida, es pasion, es diversion. Pero nosotros, nosotros eramos su mejor pelicula. Y ahora esta de nuevo delante de mi. Me precede veloz, y no suda y no se cansa. Siempre agil, como en los mil paseos que le encantaba dar, y en los que era siempre el portador divertido de una nueva idea, una observacion, algo que lo habia impresionado y que tenia ganas de hacerte vivir a ti tambien. Curiosos, tambien nos divertiamos entonces.

Cuatro escalones y hemos llegado al quiosco.

– ?Venga, vamos, muevete!

Ahi esta. Me espera en lo alto de la escalera. Tiene el cabello oscuro y una sonrisa confiada. Y yo subo, agarrandome al pasamanos azul.

– ?Pero, papa…, hemos caminado un monton!

– Caminar hace bien…

– Pero yo estoy cansado… Esta manana he jugado tambien al tenis en Villa Borghese. ?Y a las nueve!

Lo digo bien fuerte para subrayar el hecho de que en vacaciones uno no se levanta nunca temprano. Pero el sonrie y parece no hacer caso, tal vez no quiera enterarse.

– ?Has jugado bien?

– He hecho unas voleas increibles…

– ?Y que son voleas?

Y yo doy mi interpretacion, y el la suya. Y no estamos de acuerdo. Y, divertidos, comenzamos a discutir sobre una definicion que, en realidad, no sabemos bien ninguno de los dos. Y, al final, el ve a un tipo absurdo sentado en el suelo, con barba larga, las piernas cruzadas y una cerveza abierta y a medio terminar a sus pies y una raida chaqueta vaquera, destenida como esos cabellos rizados entre los cuales aparece algun mechon blanco. Y mi padre decide abordarlo para dirimir nuestro absurdo certamen lexico.

– Perdone, ?que es una volea?

El tipo nos mira con curiosidad. Y yo pienso: «Pero ?como se le ocurre preguntarselo a este? Si no habra jugado al tenis en su vida, no debe de tener dinero mas que para malvivir.» Y muchos otros pensamientos que ahora no recuerdo bien. Pero, del hombre, en cambio, si que no me olvido. Lo piensa tan solo unos segundos. Luego abre el rostro sereno en una amplia sonrisa:

– La volea es un golpe de tenis, puede ser de derecha o de reves. Tiende a cerrarse con un simple movimiento seco, un golpe de dificil ejecucion…

– Gracias.

Y nos alejamos en silencio. El sonrie: «?Ves? ?Se aproxima mas a mi explicacion!»

Pero esto en si no es que tuviera gran importancia. Lo que no olvido de aquel dia es que, en lo que hacia, no cabia nunca la posibilidad de percibir una ensenanza molesta. Lo hacia y ya esta. Luego eras tu quien decidia como interpretarlo. Gomo en aquel caso: «Cualquiera puede saber mas que tu.» O bien: «No juzgues a quien no conoces.» O: «El hombre siempre puede sorprenderte, para bien o para mal.» O tambien: «Ser pobre no significa renunciar a la propia dignidad.» «Una persona pobre puede lo mismo saber mas que tu.» O simplemente: «?Has visto? Yo tenia razon.»

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