– Si lo saben, ?por que no lo han dicho?
– ?Precaucion? ?Evitar un panico mundial? Se me ocurren mil teorias, carino. En la NASA no son idiotas. Pero estoy seguro de que no pudieron hacer nada. La nave aparecio y se fue sin mas. Les dejaron con un palmo de narices.
En las dos docenas de televisores aparecio otra imagen, esta estelar.
El cometa Apophis pasaria cerca de la Tierra en el ano 2029 por primera vez y, ya con un cierto riesgo para la humanidad, de nuevo en 2036. Habian hablado de ello en Yucatan, cuando resolvieron el enigma maya que les condujo hasta el encuentro de la nave.
Joa tuvo uno de sus estremecimientos premonitorios.
Pero no le dijo nada a David.
No queria seguir hablando de todo aquello.
– ?Donde estas tu? -quiso saber.
– En mi casa.
Nunca habia estado en su casa. Se conocieron y se amaron en Mexico. Despues de lo sucedido en Chichen Itza no habia regresado a Barcelona. David le habia mandado fotos por Internet y cuando conseguian hablar cara a cara con una webcam, se asomaba a su mundo. Pero nada superaba la realidad, por mas que lo viese o lo imaginase con ella alli.
– ?Fuiste al cine este fin de semana?
– Si.
– Cuentame que viste.
– Joa…
– Cuentamelo, por favor.
Cerro los ojos y espero el regreso de la voz de David.
– Una pelicula espanola, la historia de…
Joa se apoyo en una pared y dejo que la voz la penetrara, la cubriera de arriba abajo, la envolviera y la serenara.
Solo las manos y los ojos de David conseguian mas que su voz.
Salvo que la escuchara en vivo, no a miles de kilometros de distancia el uno del otro.
3
Nunca habia estado en El Cairo, asi que la primera impresion que recibio nada mas salir del avion fue la del golpe de calor, una bofetada de aire que le abraso la piel y los pulmones. Igual que si se encontrara en Bogota, Quito o Mexico, a mas de dos mil quinientos metros sobre el nivel del mar, lo primero que hizo fue respirar profundamente varias veces, con el objeto de nivelar sus constantes vitales con las que le imponia el exterior. No se trataba del mal de altura, pero para los efectos se le parecia. El fuego que le quemaba fue remitiendo con cada inhalacion, aunque a los pocos pasos el primer sudor se pego a su piel ya de manera indeleble. Un sudor que se convirtio en una patina de hielo cuando desemboco en la Terminal, fria como un tempano a causa del excesivo aire acondicionado.
Volvio al calor al abandonarla, con una bolsa en una mano y la de viaje en la otra. Seguia moviendose ligera. Preferia comprar lo que fuera alla donde fuese. Tambien cambio moneda antes de convertirse en egipcia por el tiempo que durase su estancia alli. Se subio a un taxi y le dio la direccion del hotel deletreando cada palabra despacio.
– Hotel Le Meridien Pyramids.
El taxista, un hombre enteco, tocado con una barba de tres centimetros de espesor, la miro por el espejo retrovisor y probablemente calculo las posibilidades de cumplir con la tradicion de todos los taxistas de todos los aeropuertos del mundo: enganarla llevandola por el camino mas largo. Habia decidido ya que si, que su pasajera era una turista, y ademas muy joven, cuando Joa freno sus ansias de hacerse rico a su costa demostrandole que o bien conocia la ciudad o bien venia informada y con mapas a cuestas.
– Por favor, vaya por Shari Ramses en Abbasiya, despues por Shari El Gala hasta Gezira, pasando por el Puente del 6 de Octubre, y desde ahi hacia el sur, ?entiende?
Se lo dijo despacio, en ingles, y ademas con signos, para que la comprendiera. El hombre asintio con la cabeza, sin ocultar su contrariedad. Puso el taxi en marcha y se sumergio de inmediato en el caotico trafico de la capital de Egipto, famosa por sus embotellamientos tanto como por la facilidad con la que, a la postre, los coches conseguian avanzar sin llegar a estar detenidos mas alla de unos segundos en cada oportunidad. Una vez comprobado que seguia sus instrucciones, Joa se desentendio del tema. Llevaba demasiadas horas de avion a su espalda, y demasiadas e interminables esperas en los enlaces aeroportuarios como para preocuparse de unos minutos de mas o de menos en el ultimo de los trayectos, el que la conducia hasta el hotel para tumbarse sobre una cama de verdad y dormir diez horas, o veinte si se lo pedia el cuerpo.
Y si el tipo le daba una vuelta de mas, al diablo con el.
No llego a adormilarse, pero casi. La capturo la intensidad de lo que veia al otro lado de la ventanilla, el abigarramiento humano, la densidad de cuerpos y automoviles pugnando por un hueco, un espacio vital en aquel caos organizado y desmedido. En los siguientes minutos solo en una ocasion el taxista le pregunto algo que no entendio, mientras que en otra, ella le pidio que bajara el aire acondicionado.
El hombre no podia dar credito a lo que oia.
– No wind? -chapurreo.
– No, no wind, no cold, thank you -asintio para que quedara claro.
El conductor bajo el aire sin ocultar su enfado.
Llego al hotel Le Meridien Pyramids anocheciendo, cuarenta minutos despues de haber subido al taxi, y le entrego el importe exacto, anadiendo una propina de un cinco por ciento. Eso le alegro la cara al conductor. Anos atras el precio se pactaba antes de iniciarse el trayecto, pero hasta en eso se habia modernizado el pais.
Un mozo uniformado recogio sus bolsas y la condujo hasta la recepcion. Un recepcionista no menos uniformado, con perfecto dominio del ingles, se encargo de preguntarle si tenia reserva y luego asegurarle que el hotel estaba lleno. Joa no altero para nada sus facciones. Conocia el cuento. Saco su VISA y pidio dos suites en una planta de no fumadores. La cara del recepcionista cambio como la del taxista frente a la propina. Ningun problema tratandose de suites. Nada que anadir. Salvo por lo de que fueran dos.
Miro a espaldas de Joa, buscando a alguien mas.
– Dos suites -le remarco ella-. Con una puerta de intercomunicacion. ?Es posible? Era posible.
Clientes mas raros habia visto el recepcionista. Por ejemplo algunas estrellas del rock.
Ya no hubo mas preguntas. Los tramites fueron rapidos. Una firma en la identificacion de acceso a todos los servicios del hotel, como el restaurante a la hora del desayuno, y las dos tarjetas-llave con los codigos de sus dos puertas fueron a parar a sus manos. El mozo de las maletas la precedio hasta las alturas, abrio la primera suite y trato de explicarle el funcionamiento de todo el continente. Joa le puso en la mano cinco euros y eso basto para que el joven se marchara sin insistir. Otro hotel.
Otra sensacion de vertigo y ahogo.
Primero bajo el aire acondicionado. Despues abrio la puerta de intercomunicacion de ambas suites y la dejo asi. Era un ritual. No queria que la sorprendieran en una habitacion sin escapatoria. Necesitaba saber que disponia de una salida en la retaguardia. Quiza se estuviese volviendo paranoica, pero no olvidaba sus experiencias en Yucatan con los jueces o con el propio David.
El intruso mas maravilloso de su vida.
Tras comprobar puertas y ventanas, vacilo entre tumbarse en la cama cinco minutos o tomar un bano que la relajara aun mas. Escogio lo segundo, porque si se tumbaba en la cama se quedaria frita en un abrir y cerrar de ojos. Y antes queria telefonear a Gonzalo Nieto, advertirle de que ya se encontraba en El Cairo.
Cuanto antes le viera, casi con toda seguridad al dia siguiente, mejor.
Fue al cuarto de bano, abrio la llave de la banera al maximo, graduo la temperatura y se desnudo sin recoger la ropa del suelo. Antes de sumergirse en el agua fue a por el movil y se dio cuenta de que lo tenia sin bateria.