– ?Que significa «robadas»? -pregunto.
Roncal no dijo nada.
– ?Y que significan estas palabras? -Jacobo habia sacado la servilleta de su padre y se la ensenaba a Roncal con el brazo extendido.
El cocinero cogio el trozo de papel y leyo. Antes de volver a levantar la vista, cerro la maleta y la puso en el banco.
– Significan que tu padre trata de hacer algo -dijo Roncal muy lentamente, como si todavia le quedaran palabras por traducir.
– Matarse a su gusto, tal vez -contesto Jacobo.
– Eso ya lo estaba haciendo aqui. Quiza no se haya ido para hacer lo mismo.
– No estas diciendo la verdad.
Roncal doblo cuidadosamente la servilleta. Se levanto y fue hasta el banco de Jacobo, que siguio sentado.
– Esto es tuyo y es verdad que es tuyo -dijo el marinero devolviendole la servilleta-. Y ahora dime que es lo que vas a hacer con lo que es verdad y con lo que es tuyo.
Jacobo cogio la servilleta doblada en las manos y volvio a guardarla en el bolsillo del chaqueton.
– Ahora ya se lo que vas a hacer. Tu vida va a ser la de un hombre que lleva la servilleta de su padre en el bolsillo -dijo Roncal.
Jacobo levanto la vista como si estuviera levantando una mirada pesada que despues tendria que reposar en algun sitio o precipitarse hacia una caida.
Saco otra vez el papel del bolsillo y su mano lo fue arrugando delante de los ojos, pero sin mirarlo. Roncal se lo quito de las manos hecho ya una bola. Lo estiro y dijo:
– Quiza debieramos guardarlo en la maleta con todas las cosas que hay que devolver a sus duenos.
La puerta se abrio y la mujer policia hablo desde el umbral.
– El inspector quiere hablar con usted -le dijo a Roncal-. Traiga tambien la maleta.
Roncal guardo el papel en la maleta.
– Seguramente ya no podre verte hasta manana. Tratare de darle una buena explicacion al inspector. Si lo consigo, a lo mejor manana estas en la calle. A esta gente no le gusta el papeleo por tan poca cosa. Y dale gracias a Fermin, que me aviso.
Cuando Roncal se iba, Jacobo se levanto y le intercepto el paso.
– Hay algo que no tengo que devolver a ningun dueno. Es una caja que hay en el chamizo de dona Eulalia. Fidel esta alli y te la dara.
Roncal le observo bruscamente delante de el, con el gesto del que descubre que hay algo no sabido, algo que se ha estado escapando mientras lo demas parecia concluirse.
– Quiero que se lo des a Christine Charouzel. Jurame que se lo daras.
– No se quien es -dijo Roncal, muy atento.
– Vive en la Plaza de Pombo, en el numero 15. Juramelo.
– Cuenta con ello -respondio el cocinero, sin moverse y aprovechando ese compas, antes de que volviera a sentarse, para estudiar a Jacobo.
18
– Esta es la cena- dijo la mujer policia entregandole un bocadillo forrado de plastico transparente, varias horas despues de que Roncal se hubiera ido-. Si tienes sed, abres la puerta y se lo dices a mi companero.
Jacobo dejo el bocadillo plastificado en el banco.
– ?Quieres bajar a una celda a dormir?
– No tengo sueno.
Le parecio que la luz se iba haciendo mas amarilla a medida que pasaba el tiempo y que los muros del cuarto estaban mas vacios. Pero esas sensaciones no le molestaban. Estaba quieto, no le dejaban salir. No pensaba en lo que podria pasar a la manana siguiente o en los dias que viniesen a continuacion.
A los pocos minutos de que se marchara la mujer policia, metieron a una mujer gitana y a dos muchachos de la edad de Jacobo que parecian sus hijos. La mujer estaba bastante gorda y los hijos eran como dos sarmientos. Los tres se quedaron mirandole, pero no hablaron.
Mas tarde, llego un hombre vestido con un traje oscuro y aspecto elegante, pero bastante borracho. Se sento al lado de Jacobo, dejando el bocadillo entre medias, cerro los ojos y empezo a bambolearse. Los gitanos le miraban y se reian.
A la familia la llevaron a declarar y al hombre seguramente le bajaron a una celda. Jacobo volvio a quedarse solo. Penso en el Barrio Pesquero y en aquel cuarto. En los sitios cerrados por los que iba pasando la gente sin que el se moviera. El Barrio Pesquero o la buhardilla o el
Supo que era por la manana cuando escucho un rumor mas alto de pisadas y de voces al otro lado de la puerta. La familia gitana y el hombre elegante no habian vuelto al cuarto.
Luego, entro Roncal y volvia a llevar la maleta.
– Vamonos -dijo desde la puerta.
– ?Le diste la caja?
– Lo mejor es que nos vayamos de aqui antes de que se lo piensen dos veces. En marcha.
Cuando iban por el pasillo, el cocinero dijo:
– Nos hemos comprometido a devolver estas cosas. Yo te ayudare. Si se presenta una denuncia, por tonta que sea, estas perdido.
Salieron entre los dos policias de la puerta al amanecer humedo de los arcos.
Jacobo tuvo que mirar varias veces la figura recortada por la penumbra de los soportales y la luz de la calle, antes de saber que era la de Christine.
Fueron al encuentro lentamente, como si todavia estuvieran reconociendose. Christine llevaba la caja de las zapatillas doradas y los libros del Instituto.
Tenia la trenka granate y el pelo recogido en la coleta, como el dia en que Jacobo la vio en el Instituto. Tuvo la impresion de que este era tambien un primer dia, de que recuperaba a Christine en el dia en que la conocio. Era como si la viese por vez primera y no tuvieran que esperar a todo lo que paso despues.
Jacobo metio la cabeza entre los libros de Christine y su cara, y la dejo alli contando los segundos que duraba la sensacion del olor, del cuello caliente, de la piel que se extendia por la suya.
– Yo no te he abandonado, yo no voy a abandonarte, aunque tu lo hayas pensado -dijo ella mientras Jacobo sentia que acercaba sus labios para decirselo y que tambien su aliento se extendia.
Jacobo levanto la cara y encontro los ojos aguamarina abiertos e iluminados.
– Vamonos de aqui -dijo Roncal por detras.
Sin proponerselo, los tres fueron derivando hacia el muelle. Antes, pasaron por el estanque de los cisnes y Jacobo penso en ese momento que no todo el agua es de la mar, ni el agua es siempre un horizonte. Para los cisnes, no.
En el noray de las taquillas, con la bahia plana y la luz disuelta y azul que la iluminaba por oriente, se quedaron viendo como nacia el dia entre las orillas de montanas y gruas, bajo un cielo todavia expectante.
Jacobo se acerco a Christine por detras, la abrazo con libros y cajas, y le dijo al oido:
– Me mareo. Habria sido un buen marino, pero me mareo.
Y se quedo alli un rato, sintiendo que alli no se mareaba, que metido en el pelo de Christine no tenia que escapar con una maleta en ningun barco.
– Hasta ahora solo os han pasado cosas. A partir de ahora tendreis que hacer cosas con lo que os pase -dijo Roncal.
Jacobo escucho esas palabras que ya habia oido antes, pero con las que no habia hecho nada. Esas palabras que eran igual que Roncal, que se las daba Roncal, y que eran mucho.
– Ayer don Maximo pregunto por ti. Le dije que estabas volviendo. No se por que se lo dije. No sabia nada.