donde iba con Fidel y Nano a que los del ferrocarril les dieran vermut y percebes, entro a coger servilletas. Le parecio que seria mas rapido desencajar uno de los servilleteros que ir sacandolas de una en una. El camarero empezo a decirle cosas, hasta le agarro de un brazo y le empujo, pero Jacobo acabo quedandose con el mazo de servilletas. Abrio la maleta sobre la barra y las guardo alli, al mismo tiempo que sacaba el lapiz de carpintero que encontro en la mesilla de su padre y lo dejaba con el ventilador, el delfin y las servilletas. Despues cerro la maleta y volvio a la calle.
AI cruzar la Plaza de las Estaciones tuvo la sensacion de que ya estaba muy cerca de llenar la maleta, de tenerlo todo para poder hacer algo con todo, despues. Acaso por esa sensacion de estar a punto de cumplir sus propositos y por estar tan cerca de la casa de dona Eulalia, que era donde se cumplian, y mientras estaba pasando la Raya, no le gusto la pareja de policias uniformados que venia en direccion contraria, saliendo de la Ensenada.
Que eso sucediese en la Raya, hizo que sus precauciones le parecieran mas justificadas. Porque, ahora que lo pensaba, el mundo estaba hecho de rayas, habia rayas por todas partes. El Alcatraz y la madre de Christine eran rayas, el Instituto era una raya, Roncal le habia dicho a su padre que su padre era una raya para el, los armadores eran rayas para los marineros, la mar era una raya para los que se quedaban. Quiza su padre habia conocido todas las rayas y por eso las llevaba en la cara, la cara de un viejo en la que ya no caben mas rayas. Y ahora el se encontraba con los policias en la Raya, que separaba el Barrio Pesquero de la ciudad, cuando no le quedaban mas que unos metros hasta la Plaza del Muergo y las zapatillas de baile de Christine.
La pareja venia pegada al campo de desguace. Jacobo se fue hacia el otro lado, el de las naves de los garajes. Eran un hombre y una mujer. La mujer le miro desde lejos. Jacobo trato de imaginarse que estaria viendo. Un muchacho de diecisiete anos con una maleta de cuadros, vestido como un marinero y con el pelo cortado a tazon. La mujer dijo algo y el hombre tambien le miro. Ya no iban tan pegados al campo de desguace.
Jacobo no pensaba en esos momentos que lo que llevaba agarrado de su mano pudiera tener interes para un policia. Lo pensaba, pero no era lo mas importante. Solo, de forma muy vaga, presentia que los policias podian quitarsela, porque tenian ese poder y porque el puede que no tuviera ninguno para llegar hasta la Plaza del Muergo. Tambien porque el no podia decir nada, ni siquiera responder a la pregunta mas simple, adonde vas o que llevas ahi.
Los policias ya caminaban por el medio de la calle. Jacobo notaba que su chaqueton iba rozando la pared. Ya no quedaban muchos metros para que se cruzaran. Si la pareja seguia acercandose, en el momento del cruce Jacobo quedaria encerrado. Y entonces ellos preguntarian o podrian preguntar, y el no podria decir nada mientras sujetaba la maleta en su mano.
Empezo a caminar mas deprisa mientras pensaba mas deprisa. Y luego, sin calcular cuanto quedaba, sin saber si era el momento adecuado, sin mirar siquiera a la pareja de policias, echo a correr con la maleta.
Escucho sus voces. Primero voces cercanas, como al oido, y enseguida voces que se alejaban. Despues, las voces fueron mas fuertes y, mas tarde, se quedaron a una distancia constante.
No miro hacia atras. Entro en la Ensenada. Habia gente. No debia tropezar ni chocar. La maleta le golpeaba con sus esquinas metalicas en la pierna. Las esquinas metalicas protegian a la maleta, no al que la llevaba. ?A que jugaban en el campo de cemento? Las voces seguian, mas fuertes que antes o mas roncas. Las voces se rompian, en la maleta sonaban pedazos. Fermin estaba en la plancha. Salio a la acera. ?Salia a cogerle? Jaco, eh, Jaco. Que pasa, Jaco. Le esquivo, y Fermin se quedo grande y fuerte, como un poste. Estaba seguro de que ahora corria mas deprisa. No era por las voces. Las voces seguian. Era porque la maleta ya no le dolia en la pierna. Y si el cuerpo no dolia, el cuerpo no era de carne, el cuerpo volaba. Salio al centro de la calle, despues de lo de Fermin. Demasiada gente en la puerta de los restaurantes. ?Por que Fermin habia querido cogerle? ?Tambien le hubiera cogido Fitu? Aunque lo peor habria sido Roncal. ?Le hubiera cogido Roncal? ?Y Nano y Fidel? Ya no iria a la Plaza del Muergo, entonces. ?Christine le habria cogido? Ya no iria a la Plaza del Muergo. Ya sabia. Siempre lo habia sabido. Siempre lo habia dicho. Aunque nadie lo hubiera creido. Pensarlo ahora, era facil. Y casi le daban ganas de reirse, con la maleta en la mano, con el cuerpo sin carne. Ahora saltaba redes. Ya estaba en el Varadero. La gente de las redes se ponia de pie. A su paso. Muchas redes. Algunos gritos nuevos. Gritos iguales en el aire. Y por detras las voces. Aquella voz mezclada de hombre y mujer, saliendo del uniforme. Y nada mas rodear el primer noray, el
17
Le dejaron en un cuarto desnudo con dos bancos pegados a la pared. Estaba solo. No habia ventanas. Imagino que todavia seguia sonando debajo de la escalerilla y que este era el sueno mas largo y lento de todos. Por ejemplo, solo de un sueno podia salir que la comisaria estuviese en la Plaza Porticada, a pocos metros de la casa de Christine y a pocos metros del Instituto. En realidad, a medio camino justo entre los dos. ?No era demasiado significativo que se hubiera quedado encerrado a medio camino entre los dos? Demasiado significativo era demasiado poco real.
Dentro de ese sueno, tambien estaba la maleta. La maleta con el ventilador, con el delfin, con las servilletas y con el lapicero. Lo habia hecho el, pero despues la maleta se habia estrellado con la puerta del
No se veia capaz de medir el tiempo que llevaba en aquel cuarto cuando la mujer policia, la misma que le habia detenido, entro y le dijo:
– Todavia no vamos a hacerte declarar. Hay alguien aqui que quiere verte.
Jacobo se fijo en la mujer joven, con el pelo rizado y algo gruesa, que estaba esperando una respuesta.
– No se quien quiere verme -dijo el muchacho sinceramente, porque no imaginaba a nadie que pudiese estar con el alli.
– Llegara enseguida y entonces lo sabras. Pero tienes que aceptar la visita. Voy a decirle que pase.
Roncal entro con el chaqueton debajo del brazo y con la maleta. Se sento en el banco de enfrente, la abrio y pregunto sin ningun tono:
– ?Que son?
– Es una maleta, un ventilador de coche, un delfin de acero, servilletas y un lapiz -contesto Jacobo.
– ?Solo son eso? -ahora la voz de Roncal sono con mas intencion, y los ojos pequenos y oscuros parecian estar hechos de pintura seca.
– Son cosas inutiles -dijo Jacobo.
– Y tambien son robadas -se apresuro a decir Roncal.
Se quedaron en silencio. Jacobo miro entonces con mas atencion lo que Roncal tenia en las manos. Recorrio cada uno de los objetos y el tiempo de ese dia se echo encima de sus ojos, todo el tiempo de golpe, pastoso, blanco e inmovil como la mar del sueno.