especialmente denso y dificil en las salidas hacia los aeropuertos. ?Tonterias! Dentro de mi no hay nada, fuera de un tremendo vacio. Es como si me hubieran extraido las muelas de los recuerdos, las ilusiones, los sentimientos, las esperanzas, las ideas, y tuviera la encia de la memoria monda y lironda. El tiempo se habia estirado y adelgazado y estaba a punto de reventar. Lo que me paso ayer, hace dos dias, hace cuatro, se ha alejado a una distancia infinita. Lo que hice hace tres meses, hace cinco, hace seis, no se refiere a mi, sino a una persona extrana que solo fisicamente tiene alguna semejanza conmigo. Me despedi con displicencia del portero y el gordo, y al agente le volvi la espalda cuando me deposito en la cabina del avion. No senti la menor impresion de angustia al atarme el cinturon de seguridad y persignarme maquinalmente; ni cuando en un extremo de la pista trepidaron las alas y se encabrito el avion como un caballo de carreras que espera la senal de partida.

Ya en el aire se inclino sobre un ala y comenzo a volar en silencio. Por el microfono alguien explicaba alguna cosa primero en frances, luego en ingles, finalmente en espanol. Con el rostro pegado al cristal de la ventanilla, mi vecino de asiento dijo que se veia a lo lejos y en lo hondo un resplandor rojo que podria ser Paris.

Paris, diciembre de 1964 – marzo de 1965

Eduardo Caballero Calderon

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