De pronto, el rayo caido del cielo. El mundo entero cerro por unos instantes los ojos para volver a abrirlos luego con estupor. El dia 7 de diciembre, vispera de la Inmaculada, la aviacion japonesa ataco por sorpresa las mas importantes bases navales y militares norteamericanas e inglesas en el Pacifico y en el Asia Oriental. El bombardeo mas intenso se concentro sobre Pearl Harbour, en Hawai. Parte de la flota de los Estados Unidos fue hundida, mientras tropas japonesas desembarcaban en la peninsula de Malaca. Asimismo fueron bombardeados Singapur, Hong-Kong y diversos puntos de las Islas Filipinas. Entretanto, en Tokio, se declaraba oficialmente que el Japon se encontraba en estado de guerra con los Estados Unidos e Inglaterra. La declaracion la firmaba el mismisimo Emperador.

El dia 12, Alemania e Italia, solidarizandose con el Japon, declararon tambien la guerra a los Estados Unidos, los cuales la declararon a su vez a las dos potencias europeas.

?Que ocurria en la tierra? ?Que ocurria, Senor? ?Y el mensaje de paz que Pio XII preparaba para la Navidad, ya presentida en los hogares?

?Tales acontecimientos modificarian las opiniones del Gobernador? ?Mateo Santos tardaria mucho en enterarse, en su isba, de que habia caido del cielo aquel rayo?

Gerona se encogio. Desde Montjuich, las mujeres andaluzas, si hubiesen ido a la escuela y hubiesen tenido una idea aproximada del tamano de los oceanos, hubieran visto efectivamente que la ciudad tendida a sus pies se encogia, lo mismo que se encogia el cuerpo de Eloy cuando, alguna noche, sonaba con Guernica.

El general Sanchez Bravo se planto ante el mapamundi, solo, sin testigos. Y medito. Nebulosa, en el pasillo, aguardo por si lo llamaba, por si le daba alguna orden; pero el general no lo llamo. El general permanecio encerrado en su despacho mas de una hora, mirando el mapa, sumido en el mas completo silencio y en una casi inmovilidad.

Fuera, en cambio, por las calles, la gente andaba mas de prisa. Encogida, pero mas de prisa. Los gerundenses iban y venian un poco sin rumbo fijo, sin saber si debian mirar al rio, a los escaparates navidenos… o a los cuarteles.

'La Voz de Alerta' cerro su consulta de dentista por unos dias. El padre Forteza bajo a la capilla del convento y se arrodillo ante el Sagrario, pensando en su hermano, misionero en Nagasaki. El notario Noguer hizo acto de presencia en la Diputacion, pero le dijo al conserje: 'No estoy para nadie'. Jose Luis Martinez de Soria, camino de la Auditoria, recordaba una y otra vez unas palabras que habla pronunciado el mismo en Valladolid, durante la guerra: 'Creo que la actual epidemia de fanatismo politico durara poco. Todo lo mas, un siglo: el tiempo justo para que se independicen las colonias. Luego… me temo que Satanas conquiste el mundo precisamente a traves de la indiferencia'.

Paz Alvear, sin saber exactamente por que, experimento una alegria indescriptible. ?Los Estados Unidos…! El nombre sonaba fuerte, como sonaba fuerte y rotunda la trompeta de Damian, director de la Gerona Jazz. Tambien en la carcel de Sali, recien estrenada, los reclusos se miraron unos a otros ganados por una subita e imprecisa esperanza.

Ocurrio eso. Un viento gelido se introdujo en el corazon de muchos 'vencedores' de la guerra civil. Comprendieron de golpe que la apuesta era alzada y por un momento les penetro el temor de que el edificio que habian levantado, con la certeza de que iba a durar decenios, se desmoronase. Ya no estaba en sus manos hacer nada. Todo dependia del poderio real que tuviesen las naciones firmantes del pacto tripartito. Si esas naciones perdian la apuesta -porque era forzoso admitir que el nombre de los Estados Unidos sonaba fuerte-, tal vez un dia, no se sabia cual, regresaran a Gerona, montados en tanques ingleses, o belgas, o rusos…, el Responsable y Cosme Vila. Y Julio Garcia, junto con su querida esposa dona Amparo Campo, esta diciendo pardon y okey.

La imprecisa esperanza de los reclusos de la carcel de Salt; y de Manolo y Esther; y de Paz Alvear; y de Jaime, el librero separatista; y de los colonos de Jorge de Batlle; y de Mr. Edward Collins; y de los millares de trabajadores forzados que a lo ancho de la geografia nacional reconstruian carreteras, iglesias y cavaban poco a poco sus tumbas era esa: los Estados Unidos. ?Bendito Japon, que habia tenido la osadia de desafiarlos! ?Un hurra por el general Tojo, que ataco por sorpresa a Pearl Harbour! ?Un hurra por el emperador, fuera o no fuera dios, que habia firmado la declaracion de guerra!

La decoracion habia experimentado tal cambio que a Ignacio le resulto imposible remontarse, como aconsejaba Moncho, a tres mil metros de altura, para desde alli comprobar que el hombre era insignificante. No, el hombre estaba alli, en primer plano. Los hombres estaban tinendo de sangre toda la tierra y todo el mar. Tinendo de sangre incluso las altas montanas.

Ignacio experimento vertigo. Y se refugio en la intimidad. Sintio miedo, un miedo tan intenso como el de Mateo al recibir la fotografia de su hijo. Tuvo ganas de confesarse. Y al propio tiempo, de llamar a Adela por telefono. Y de poner una vela bajo los cuadros de Picasso colgados en su habitacion, cuadros que segun Carmen Elgazu representaban la rotura del mundo.

Por ultimo acerto a concretar y envio un sencillo telegrama a Ana Maria. 'Necesito verte. El dia quince ire a Barcelona. Te quiero'. Y firmo.

Matias se abstuvo, por sistema, de hacer el menor comentario -unicamente se tomo en el Cafe Nacional dos copas seguidas de conac-, subio al piso de la Rambla y, sosteniendo en la mano el sombrero, le propuso a Carmen Elgazu:

– ?Que te parece si nos fueramos a ver a Pilar? Parece que Cesar esta un poco pachucho.

Carmen Elgazu, haciendose complice del silencio de Matias respecto al rayo caido del cielo, contesto, con voz tranquila:

– Espera un poco a que termine de planchar.

Matias espero. No sabia que hacer entretanto y, tomando una rebanada de pan, la pincho con un tenedor y la acerco a la estufa, que estaba al rojo vivo, para hacerse una tostada. Le puso luego un poco de aceite y sal y la mordisqueo. '?Hum! -exclamo-. Esto es la gloria'.

Por fin salieron, cogidos del brazo, camino de la plaza de la Estacion. Alli se enfrentaron con la realidad. Encontraron a Pilar desolada. Lo de Cesar no tenia importancia. Habia dormido dos horas con toda normalidad y ahora estaba ya despierto y contento. Pero Pilar tenia el periodico en la mano y los ojos y el alma llenos de grandes palabras: Japon, los Estados Unidos, Rusia, Mateo…

– ?Que ocurrira, padre? ?Que significa esto?

Matias hizo un gesto triste.

– Nadie lo sabe, hija mia… -Luego anadio, cortando en seco-. ?Podriamos ver al nino?

Don Emilio Santos, que salia del despacho de Mateo, del que habia quitado el pajaro disecado, contesto:

– ?No faltaria mas! Entren. Por ahi…

Todos entraron en la alcoba. Cesar Santos Alvear, con su cuerpecito fajado y sus manitas preciosas, yacia en la cuna que Pilar habia adquirido para el, colocada junto a la cama. Tenia los ojos azules abiertos de par en par, aunque su mirada no acertaba a fijarse en ningun punto concreto.

Como si adivinara que era el gran protagonista de la escena levanto las piernas y por un momento parecio que pedaleaba en una bicicleta imaginaria.

– ?Cesar! ?Rico! ?Pequenin!

Carmen Elgazu le hizo cosquillas en la barriga y el nino parecio sonreir. Y volvio los labios como si se dispusiera tambien a pronunciar alguna palabra grande. Pero no fue asi. Babeo un poco y Pilar, sacandose el panuelo de la bocamanga -como solia hacerlo el senor obispo- lo seco.

La inocencia del hijo de Pilar conmovio de pronto a todos. ?En que mundo vivia? En un mundo sin guerras; en un mundo de sensaciones; en un mundo como el del amor puro anterior al pecado original.

Todos pensaban: ?Que cosas vera ese nino a medida que crezca, que se haga mayor? ?Que herencia le habremos dejado los que llevamos ya muchos anos a cuestas? Sintieronse responsables, aunque tampoco de nada concreto.

Pilar, que lo miraba con arrobo, balbuceo:

– Tengo miedo… Tengo miedo por el…

Carmen Elgazu corroboro:

– Ojala no creciera nunca. Ojala continuara asi, sintiendose amado y sonriendo.

Matias movio la cabeza. Aquello era utopico, antinatural. Cesar Santos Alvear iria desarrollandose al margen de los acontecimientos y llegaria a ser como Ignacio; o como Mateo…

– Dejemosle… -propuso-. Tengo la impresion de que se da cuenta de que intentamos leerle la palma de la mano.

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