(quiza con calculo, no se) al ser extraido del tanque. Estaba provisto de dos pinzas enormes cuyas piezas permanecian inmovilizadas por sendas gomas elasticas muy anchas, de color verde.

– ?Que vamos a hacer con ese animal? -pregunto telepaticamente el hombrecillo.

– Lo vamos a matar del modo mas cruel que puedas imaginar y luego nos lo vamos a comer -dije yo.

Al hombrecillo le parecio bien, lo que me proporciono un respiro, aunque tambien pense que cuanto mas retrasara el crimen mas sacrificios tendria que ofrecerle.

De regreso a casa, deje al animal sobre el fregadero de la cocina y fui a ponerme comodo. A mi mujer y a mi nos gustaba el marisco, que tomabamos con alguna frecuencia, de manera que sabia manejarme con el bogavante. Dude si hervirlo, pues cuando el agua comienza a calentarse emite una especie de gemido que parece que proviene de una boca como la nuestra atrapada en el interior de la coraza. Pero me parecio que el hombrecillo disfrutaria mas si lo hicieramos a la plancha, lo que implicaba abrirlo longitudinalmente en vivo para obtener dos mitades iguales que era preciso asar en el momento, al objeto de que no se perdieran sus jugos.

Con el hombrecillo encaramado al borde de la campana extractora de humos, desde donde disfrutaba de una perspectiva excelente, encendi la plancha y eche un poco de aceite que distribui por toda su superficie con una servilleta de papel. A continuacion dispuse una gran tabla de madera sobre la encimera y cuando calcule que la plancha estaba caliente, tome al animal, lo coloque boca arriba y, sujetandolo por la cabeza, lo deje colear hasta que se fatigo o se resigno. Luego tome un cuchillo de hoja curva y ancha, tan largo como el bogavante, cuyo filo coloque longitudinalmente sobre su cuerpo. Enseguida, protegiendome la mano con una manopla, hice presion sobre la hoja hasta vencer la resistencia de la coraza, penetrando en el abdomen y en la cabeza cuanto me fue posible. A continuacion balancee el cuchillo para que su hoja llegara a todas partes.

El animal se resistia de tal modo que, de no haber tenido practica, habria saltado de la tabla y, casi partido en dos, habria continuado agitandose en el suelo. Una vez que el cuchillo hubo penetrado hasta el fondo, golpee con una maza de madera la parte opuesta al filo hasta obtener dos partes simetricas.

Mientras actuaba, explicaba telepaticamente al hombrecillo cada uno de los pasos que daba y las dificultades que me salian al paso. Lo impresionante, como habia comprobado ya en otras ocasiones, fue que aquellas dos partes separadas continuaban vivas, aunque ignoro como se relacionaban entre si. Antes de echarlas a la plancha, libere sus pinzas, para que el hombrecillo viera como buscaban desesperadamente algo a lo que aferrarse. Recorde haber leido no sabia donde que en las decapitaciones la cabeza cortada conservaba durante unos segundos todas sus funciones. ?Como seria la sensacion de no pertenecer ya a un cuerpo? ?Que sentiria esa cabeza al contemplar el mundo desde la perspectiva de una fruta grande y pesada, caida al suelo de cualquier modo? En el caso del bogavante, las funciones vitales se mantuvieron en las dos mitades de su organismo incluso un rato despues de que las arrojara sobre la plancha, donde se agitaron al asarse sobre los jugos liberados por las entranas del crustaceo.

Sudando por el esfuerzo y por la excitacion, fui a sentarme en una banqueta mientras las piezas del bogavante se asaban. Aun medio hecho, continuaba moviendo las patas y abriendo y cerrando lentamente sus pinzas. El hombrecillo y yo asistiamos al espectaculo con la fascinacion y la extraneza de quienes habian sido en otro tiempo un solo individuo constituido por dos territorios organicos alejados entre si. Todavia, en algunos aspectos, continuabamos siendo uno, de modo que cuando me sente a comer el bogavante, acompanado de una de las botellas de vino blanco que nos habia regalado la vecina, el estomago del hombrecillo disfruto tanto como el mio. Le gustaron especialmente las partes blandas del interior de la cabeza cuyos recovecos me insto a chupar una y otra vez hasta dejarla seca. Fue una cena cruel, una de las mejores de mi vida, que clausure con varios cigarrillos y dos o tres cafes antes de arrastrarme a la cama, donde aun encontramos fuerzas para masturbarnos.

30

Al dia siguiente, si aquello era el dia siguiente, me desperte con fiebre e intui que algo iba a suceder. Tras arrastrarme hasta el cuarto de bano, donde mis intestinos se vaciaron con violencia, regrese a la cama, di un par de vueltas entre las sabanas sucias y me dormi. Pasado un tiempo indeterminado, desperte de nuevo, aunque, victima de uno de esos estados de catatonia atenuada que sufro de vez en cuando, no fui capaz de mover un solo musculo. Entonces, senti que alguien caminaba por encima de mi pecho y supe que los hombrecillos habian regresado.

– ?Que haceis? -pregunte telepaticamente.

No recibi una respuesta inmediata, porque parecian, por su modo de actuar, muy atareados. Al poco, sin embargo, uno de ellos trepo hasta mi rostro, me levanto uno de los parpados y me informo de que habian despiezado a mi doble, restituyendo cada una de sus partes al organo de mi cuerpo del que en su dia la habian extraido.

– Ahora -anadio- conviene que duermas un par de horas. Cuando despiertes, te sentiras bien y con animos para seguir con tu vida.

– ?Por que haceis estas cosas? -pregunte.

– No vamos a estar ociosos todo el dia -dijo el.

Me dormi y cuando desperte era mediodia. Enseguida note un optimismo corporal que no sentia desde la juventud. Me habria ido de excursion a la montana en ese instante. Al mirarme en el espejo, note los ojos un poco irritados, pero me parecio tambien que poseian una vision mas aguda. Y no tenia ninguna dificultad para la pronunciacion de la erre. En cuanto al rectangulo rosado que me habia quedado en el muslo de la anterior operacion, estaba cubierto ahora por una piel curtida y se advertian alrededor las senales de la costura.

Intente comunicarme telepaticamente con el hombrecillo, para cerciorarme de su desaparicion, y no recibi, en efecto, senal alguna. Ahora formaba parte de mi. Eramos un estado con un solo territorio. Todavia perplejo, fui a la cocina y tome un zumo de naranja. Luego abri las ventanas para que se ventilara la casa, que limpie minuciosamente de arriba abajo. Me desprendi por supuesto de los paquetes de tabaco sin fumar y guarde las botellas de vino sin abrir en un lugar de dificil acceso, de donde decidi que solo rescataria alguna en celebraciones especiales.

A los dos dias, cuando mi mujer volvio del Congreso Internacional de Rectores, dijo que me encontraba muy cambiado.

– En el buen sentido -anadio-, como si te hubieras quitado unos anos de encima.

Le dije que durante aquellos dias habia pensado reunir en un volumen los articulos que venia publicando en la prensa y le parecio bien. Ella, por su parte, venia euforica del encuentro con sus colegas. Tenia la cabeza llena de proyectos academicos y mas que academicos. Confidencialmente, me confeso que se avecinaba una crisis de gobierno y que su nombre sonaba para una Secretaria de Estado del ministerio de Educacion.

– ?Y por que no para ministra? -pregunte yo.

Ella se ruborizo de placer al tiempo que hacia un gesto de modestia con la mano.

Por la noche, mientras yo me desvestia, dijo desde el bano que habia pensado en poner otra vez una cama de matrimonio.

– De las grandes -anadio-, para que podamos ir y venir.

– Te echaba de menos -dije yo.

Esa madrugada me desperte, fui a la cocina, me prepare un te y busque a los hombrecillos, pero no habia rastro de ellos. Al meterme las manos en los bolsillos de la bata, tropece con unos mendrugos de pan que arroje a la basura y regrese al dormitorio, donde me dormi enseguida.

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