para fregarlo al dia siguiente (di un aclarado a los platos y a las copas), sali al pasillo y me dirigi al dormitorio, entreabriendo la puerta con cautela. Una vez hube comprobado que mi mujer dormia profundamente, tome de mi cuarto de trabajo un cigarrillo, regrese con el a la cocina y lo encendi asomado al patio interior. Aunque la mayoria de las ventanas permanecian apagadas, oculte la brasa, por si acaso, con la palma de la mano, pero fume sin ansiedad, sin miedo, pues la tension de las horas anteriores me habia provocado un cansancio que favorecia la indiferencia.
Recuerdo cada una de las caladas de aquel cigarrillo de un modo especial. Si cierro los ojos, aun puedo evocar la atmosfera primaveral de la noche, a la que mis sentidos eran tan sensibles como los de un adolescente. Y tampoco he olvidado el retal de cielo con estrellas que se veia al levantar los ojos. Tal era mi grado de ensimismamiento que no adverti la llegada de mi vecina, la de los vinos, a la ventana de enfrente hasta que ella misma me saludo.
– Buenas noches -respondi desencajado por el susto al tiempo que ocultaba la brasa del cigarrillo.
– ?Verdad que da gusto fumar asomado a este patio? -dijo ella.
– En realidad -dije-, yo no fumo.
– Yo tampoco -replico la mujer riendo con expresion complice al tiempo que mostraba su cigarrillo, que, por el olor que desprendia, no era de tabaco.
Sonrei de manera patetica, como cogido en falta, y alabe, por cambiar de conversacion, los vinos que de vez en cuando nos hacia llegar.
– Precisamente -dije-, hoy han venido a cenar unos colegas de mi mujer que han preguntado mas por tus vinos que por mi comida.
– Es que solo trabajo con calidad -replico dando una calada.
– Bueno, pues si me perdonas -dije yo-, voy a acabar de recoger la cocina. Buenas noches.
– Buenas noches y no te apures, que te guardare el secreto -concluyo lanzando una mirada de inteligencia hacia la mano donde ocultaba mi cigarrillo.
Me retire algo turbado hacia el interior. Gracias a las excursiones del hombrecillo, habia visto desnuda en mas de una ocasion a esa joven, que gozaba por cierto de una excelente figura. Apague el cigarrillo en el fregadero y lo arroje a la basura envuelto en una servilleta de papel. Luego espere a que mi vecina se hubiera retirado tambien de la ventana y me dirigi telepaticamente al hombrecillo, sugiriendole que se colara en la casa de al lado, para espiar a la vecina.
– Tu pides mucho -dijo el aludiendo, pense, a mi deuda.
Pero, dicho esto, salto desde el bolsillo de mi chaqueta hasta la encimera y alcanzo velozmente el marco de la ventana, desde donde brinco a su vez a una de las cuerdas de tender la ropa por la que se deslizo a cuatro patas con la habilidad de una lagartija. A medida que avanzaba por el tendal, yo veia aproximarse la ventana de la casa de enfrente a traves de sus ojos con un efecto semejante al de la camara subjetiva en el cine. Pero cuando estaba a punto de entrar en la vivienda se interrumpio la comunicacion entre nosotros.
Aquella madrugada me desperte con un sabor de boca muy desagradable que no supe a que atribuir.
27
Al mal sabor de boca, que se repitio a lo largo de los dias siguientes, se anadia la sensacion de tener en la lengua y en la garganta un material arenoso, polvoriento, cuyos origenes me eran desconocidos. Pense, naturalmente, que quiza habria que buscar su causa en la boca del hombrecillo, pues aunque continuaba fuera de cobertura, algunas de sus actividades organicas se reflejaban todavia en mi cuerpo. Fracasados todos mis intentos por establecer comunicacion telepatica con el, procure no prestar atencion a aquellas sensaciones, aunque cuando aparecian me provocaban el vomito, no tardaria en descubrir por que.
Entre tanto, la idea del crimen comenzo a repugnarme, en parte por el miedo al castigo, pero en parte tambien por una suerte de inclinacion moral de la que eran victimas mis emociones, no mi razon. La idea de copular de nuevo con la mujercilla seguia actuando en mi voluntad, desde luego, pero no tanto como el miedo.
Comprobe que a medida que la desaparicion del hombrecillo se prolongaba, mas extraneza sentia de la especie de crapula en que me habia convertido, de modo que al recordar algunos de los episodios en los que me habia visto envuelto desde su aparicion sentia una verguenza enorme (pese a que la vecina habia prometido guardarme el secreto, me obsesionaba tambien la idea de que coincidiera en el ascensor con mi mujer y le comentara que me habia visto fumar). Sufria verdaderos ataques de panico frente a la idea de verme obligado a justificarme.
Ese panico me volvio provisionalmente virtuoso. Gracias a el y a sus efectos, las sospechas y la desconfianza de mi mujer se diluyeron, no de inmediato, pero si a lo largo de los dias siguientes, durante los que lleve una existencia ejemplar. Fumaba de manera esporadica y con tal sentimiento de culpa que pronto destrui el paquete de tabaco oculto y me deshice del mechero. Deje de beber tambien, y de masturbarme. En poco tiempo, logre recomponer mi imagen de profesor de universidad y experto en asuntos economicos. Oriente al yerno de mi esposa acerca del comportamiento crepuscular de la Bolsa, lleve a Alba, su hija, al cine y acepte el ofrecimiento de participar en una tertulia radiofonica sobre temas de actualidad que habia rechazado, para disgusto de mi mujer, en otras ocasiones.
El hombrecillo, desde dondequiera que se encontrara, me dejaba hacer. Quiza, como tenia aquella capacidad de disfrutar con todo lo que le ofrecia la vida, obtenia algun partido tambien de mi existencia virtuosa. Yo permanecia atento a cualquier sintoma que anunciara su regreso, pero no percibia nada, aparte de determinadas sensaciones organicas atribuibles a alguna actividad suya. Entre estas sensaciones, ademas del tacto arenoso localizado en la garganta y en la lengua, cabria destacar la de unos pequenos calambres de placer, semejantes a orgasmos diminutos, que me acometian en los momentos mas inadecuados y que no siempre lograba disimular. Deduje que el hombrecillo se masturbaba todo el rato y que aquellos calambres procedian de sus orgasmos.
– ?Que te pasa? -preguntaba mi mujer.
– Nada, un calambre -decia yo llevandome una porcion de verduras a la boca.
Un dia, cuando ya habia recuperado mis rutinas anteriores y atravesaba uno de esos periodos de paz (aunque tambien de tedio) marcados por la ausencia de los hombrecillos, se restablecio de subito la cobertura. Fue tras el desayuno, y despues de que mi mujer se hubiera ido a la universidad. Estaba yo recogiendo las tazas cuando mis ojos, sin dejar de ver lo que tenian delante, vieron tambien lo que tenian delante los del hombrecillo.
Lo dire rapido: mi antiguo doble se habia instalado en el piso de los vecinos, que no eran muy limpios, y se pasaba el dia buscando debajo de los muebles cadaveres de moscas y de otros insectos que se llevaba a la boca entre susurros de placer. Disfrutaba de las patas de las aranas como si fueran patas de centollo y no era raro que de postre se metiera en la boca una pelota de esqueletos de acaros amasados con polvo (de ahi la sensacion arenosa senalada mas arriba).
– ?Que haces? -pregunte asqueado, pues tambien la comunicacion telepatica se habia restablecido.
– Me entretengo mientras decides a quien matar -dijo.
Volvi a entrar en el tunel, en fin, como habia salido de el. Observada mi vida con la perspectiva de los anos, adverti que en ella se habian alternado desde siempre los estados de paz con los de agitacion. Desde la agitacion, anoraba la paz y, desde la paz, la agitacion. Ahora, de haber podido elegir, y dado que me habia acercado tanto al precipicio, habria elegido la paz, pero tampoco estoy muy seguro. Regrese al Camel, en fin, a las practicas onanistas, al alcohol, a las prostitutas, al desorden. Todo ello, en un intento de obtener una tregua del hombrecillo. Pensaba que cuanto mas retrasara el momento de cometer el crimen que se me solicitaba, mas probabilidades habria de que algo, incluida mi propia muerte, lo impidiera.
En este regreso al infierno, descubri que el vodka hacia dano al estomago del hombrecillo (aunque tambien al mio) y que lo dejaba fuera de circulacion durante algunas horas, por lo que comence a abusar de el. Lo bebia en un bar algo alejado de mi calle y chupaba unas pastillas especiales para la halitosis antes de volver a casa. Mientras duraban los efectos de esta bebida, el hombrecillo no comia moscas ni acaros ni polvo. Tengo un