Desperte al mediodia. Abri los ojos, mire a mi alrededor y distingui sobre la mesilla de noche a un hombrecillo identico a mi. Comprendi enseguida que era yo no solo porque fueramos iguales, sino porque, pese a estar separados, formabamos una unidad extrana, dificil de explicar. Yo veia por sus ojos, del mismo modo que el por los mios. Y si yo tragaba saliva, esta llegaba tanto a su estomago como al mio, pues no eran dos estomagos diferentes, sino el mismo, aunque permanecieran separados. Su cerebro y el mio funcionaban de hecho como un cerebro unico que procesaba sin dificultad lo que veian los dos pares de ojos de los que eramos propietarios. Volvi a acordarme de aquellas naciones compuestas por territorios alejados entre si, esta vez para explicarme la situacion a mi mismo. Curiosamente, me respondi tambien con un “mmm”.

El hombrecillo iba vestido como el resto de los de su clase: con traje gris, camisa blanca, corbata oscura y un sombrero de fieltro, tambien gris, con una cinta negra. Supe, al cogerlo entre mis manos, que aquel atuendo formaba parte de su cuerpo, es decir, que el traje era de carne y la camisa era de carne y la corbata era de carne y el sombrero era de carne. Pense que esta solucion biologica resultaba a la vez economica (la ropa no se gastaba, por lo que tampoco era preciso reponerla) e higienica (te podias duchar vestido, en realidad no tenias otro remedio). Al hombrecillo no se le notaba ninguna costura lo miraras por donde lo miraras; en la cara interna de mi muslo derecho habia, en cambio, una herida provocada por la ausencia de un pequeno cuadrado de epidermis.

Tras depositarlo de nuevo sobre la mesilla de noche, fui al cuarto de bano para aliviar la vejiga y comprobe al verme en el espejo que tenia los ojos irritados y sanguinolentos, como cuando sufres un derrame. Por cierto, que pronuncie la palabra «derrame» en voz alta y comprobe que tenia, en efecto, algun problema con la articulacion de la erre. Por lo demas, al caminar me iba ligeramente hacia el lado derecho, pero tras recorrer el pasillo un par de veces en ambas direcciones, supuse que en unos dias, a poco que me esforzara, recuperaria el equilibrio anterior, pues la alteracion no resultaba exagerada. Se podia disimular de hecho fingiendo una pequena molestia en el pie.

Y mientras yo me hacia cargo de todas estas novedades, mi doble diminuto permanecia sobre la mesilla de noche del dormitorio, explorando los alrededores de la lampara de lectura y revisando los titulos de los libros que almacenaba alli. Yo, desde el cuarto de bano, veia lo que veia el sin dejar de ver lo que veia yo. Nuestros cerebros organizaban toda aquella informacion sin que se produjera interferencia alguna entre la mirada del hombrecillo y la mia, o entre sus pensamientos y los mios, porque todo era simultaneamente suyo y mio (tambien a el le llegaba, por supuesto, la informacion de lo que hacia yo en el cuarto de bano).

No sabiendo muy bien que utilidad dar a aquella curiosa extension de mi, prepare un habitaculo en el cajon de la mesilla de noche. Y para que el hombrecillo pudiera entrar y salir a voluntad, sin necesidad de recurrir a la parte gigante de el, que era yo, practique un agujero en la base del cajon cosiendo a sus bordes, con una grapadora, una corbata vieja por la que se podia deslizar hasta el suelo de la mesilla, en cuya pared del fondo hice otro agujero a manera de entrada. Lo probamos y funcionaba bien, pues el hombrecillo poseia la habilidad de un reptil. Utilizaba las irregularidades de las paredes, por insignificantes que fueran, para reptar como una lagartija, practicamente ajeno a las servidumbres de la fuerza de la gravedad. Puedo decir que vi el mundo (mi mundo) desde perspectivas asombrosas. Es mas, me vi a mi mismo desde la lampara del techo, sentado en el sofa del salon, leyendo el periodico. Me vi tambien en el cuarto de bano, afeitandome, desde la alcachofa de la ducha. Me contemple acostado, con las sabanas subidas hasta las orejas, desde el adorno mas alto del armario de tres cuerpos del dormitorio… Digo que me vi por una insuficiencia del lenguaje para describir la situacion, pues la verdad es que yo era simultaneamente quien leia el periodico y quien recorria la lampara, quien se afeitaba y exploraba los bordes de la alcachofa, quien intentaba conciliar el sueno y examinaba los altos del armario. La realidad, sin perder las dimensiones anteriores, habia adquirido otras nuevas, enormemente estimulantes.

El tamano del hombrecillo tenia muchas ventajas, pero lo hacia tambien muy vulnerable. Una vivienda esta llena de peligros para un ser de ese tamano. Podia deslizarse sin querer por la superficie del lavabo y caer en su sumidero, podia ser atrapado por un raton (en casa no los habia), o por un gato (tampoco), o por un insecto grande (estabamos en invierno)… Afortunadamente, eramos conscientes de ello. Quiero decir que no tenia que vigilarlo todo el rato para evitar que se electrocutara o pereciera aplastado por las paginas de un libro al ser cerrado de repente, porque la victima, en los dos casos, habria sido yo. De hecho, cada uno llevaba su vida (es un decir, viviamos la misma vida simultaneamente aunque desde lugares distintos).

En cuanto a las funciones fisiologicas, si yo comia, el se alimentaba, y si comia el, me alimentaba yo. Si yo bebia, calmaba su sed, y si bebia el, calmaba (poco) la mia. Tambien podiamos comer y beber al mismo tiempo, por supuesto. Aun detestando entrar en asuntos escatologicos, he de decir que al orinar yo, el tambien lo hacia sin necesidad de recurrir a recipiente alguno, pues su naturaleza absorbia misteriosamente la orina en el momento mismo de producirse. Lo mismo cabe decir del resto de las producciones corporales, cuestion en la que no abundare porque me desagrada.

Mi mujer telefoneo un par de veces para ver como andaba todo por casa. En la segunda, como me notara raro, le comente que habia tenido un acceso viral (habia muchos ese invierno) que me habia dejado un poco aturdido.

– Cuidate -dijo.

– Me cuido, no te apures -dije yo.

Tambien llamaron de la facultad, pues se me habia pasado por completo acudir a una de mis clases. Utilice de nuevo como excusa a los virus, disculpandome por no haber avisado.

6

A los cuatro o cinco dias del desdoblamiento, cuando ya estaba acostumbrado a comportarme como uno siendo dos (la mayoria de la gente se comporta como dos siendo una), mi mujer volvio de su viaje de trabajo. Para entonces el derrame de mis ojos habia desaparecido casi por completo y mi tendencia a inclinarme hacia la derecha al andar se habia atenuado gracias a las practicas realizadas yendo de un lado a otro del pasillo. Mientras cenabamos, y para justificar las dificultades de pronunciacion de la erre, aduje que me habia quemado la punta de la lengua con una infusion demasiado caliente, a lo que mi mujer sugirio de manera mecanica que consultara al medico. Estaba absorta en sus preocupaciones academicas.

Mientras hablabamos, el hombrecillo habia llegado a traves de las cuerdas de la ropa al piso de enfrente, donde vivia (y vive aun) un matrimonio joven, de trato agradable. El era representante de interpretes de musica moderna (incluyo en el termino «moderna» estilos y registros diferentes, ninguno de los cuales me resulta familiar), y ella trabajaba en una empresa distribuidora de vinos. A veces nos regalaban botellas de vino y discos que almacenabamos sin objeto alguno, pues ni apreciabamos esa musica ni probabamos el alcohol salvo en contadas celebraciones.

La pareja estaba copulando en la cocina, sobre la mesa, a la vista del hombrecillo (y a la mia por tanto). La vecina llevaba un conjunto de ropa interior color calabaza que formaba una membrana de aspecto organico sobre su cuerpo. Casi una segunda piel. Lo hicieron todo sin que ella se desprendiera de las bragas ni del sujetador ni el de los calzoncillos, que eran de la variedad llamada boxer (lo sabia porque habia estado a punto de comprarme unos identicos el mes anterior, aunque al final me parecio un rasgo de coqueteria impropio de mi edad).

En un momento de paroxismo la mujer echo el brazo hacia atras, de modo que su mano fue a dar con una cesta de la que tomo a ciegas un huevo de gallina que revento entre sus dedos. Mientras se entregaba al orgasmo, unto con el contenido del huevo los genitales propios y los de su companero, que repetia la expresion ?ay si, ay si, ay si! como una letania. Aunque habria preferido no asistir a esta escena, la fragilidad del huevo y del proyecto de ave que representaba me recordo la inconsistencia de algunos productos financieros de la epoca, que se malograban casi antes de nacer.

Mi mujer, como decia, aspiraba a hacer carrera academica. En realidad ya la habia hecho, pues detentaba desde joven una catedra. Pero queria mas. Ahora tenia la ambicion de acceder a los puestos de poder politico y al control de la gestion economica, por lo que se pasaba el dia urdiendo complots o asegurando que los padecia. Podia entenderla porque tambien yo habia sido victima en su dia de esa ambicion que disfrace, como todo el

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