diera tiempo a hacerle rodar por el suelo de un tortazo. No pesaria mas de cincuenta quilos y luego me arrepenti de haberle golpeado tan fuerte.

El caso es que perdi a Elena Rincon y tuve que acudir a una casa de socorro para que me curaran la herida. Es muy posible que Elena Rincon ni siquiera llegara a verme la cara, pues me coloque de espaldas a ella y no hubo tiempo ni para que nos miraramos a los ojos antes de que emprendiera la huida.

Cierro el informe en este punto, pues no hay nada substancial que anadir y no estoy en la mejor postura para ayudar a la cicatrizacion de la herida.

Despues de leerlo, he llamado a la agencia para escuchar su voz y la conversacion ha discurrido de un modo que no esperaba, pero que me ha gustado mucho.

– Su mision -he dicho en tono agresivo, tras identificarme- no consiste en proteger a Elena Rincon de agresiones callejeras, sino en seguirla alla donde vaya e informarnos despues de sus movimientos.

– Perdone usted -me ha respondido en tono cortes-, yo se cual es mi mision cuando veo que una persona agrede a otra. Volveria a hacer lo que he hecho, aunque las consecuencias fueran mas graves de las que he padecido.

– El informe es excesivamente corto, como si intentara ocultarnos algunos de los movimientos realizados por la investigada. Empezamos a tener la impresion de que a usted le gusta demasiado esa mujer y quiza tengamos que prescindir de sus servicios.

– Pues ya que lo dice -respondio la voz-, permitame que dimita de ese repugnante trabajo en este momento. Nunca debi aceptar una investigacion de esta clase.

– ?Por que dice eso? -pregunte en tono seductor, por miedo a que colgara el telefono.

– Primero, senora, porque nunca se debe trabajar para un cliente sin rostro; segundo, porque siempre se debe conocer el fin hacia el que esta orientada la investigacion; y, tercero, porque en este caso estamos cometiendo un atropello contra una mujer absolutamente indefensa y a la que solo se le puede achacar una inclinacion patologica al juego, inclinacion de la que me consta que se esta apartando. Si el problema es que ha dejado alguna deuda importante en un casino, saquenle el dinero a su marido, que tiene para dar y tomar. Pero a Elena Rincon dejenla en paz, que bastante ha padecido soportando estos anos al tal Enrique Acosta.

– Esta usted enamorado de ella -dije- y eso no le permite ser objetivo. No se fie.

– Ustedes me pidieron que no fuera objetivo. Esta conversacion, por otra parte, es inutil. Transmita mi dimision a su jefe y adviertale que voy a continuar vigilando a Elena Rincon, pero esta vez para protegerla de ustedes. Ignoro en que andan metidos, pero tanto secreto solo puede ocultar algo ilegal. Toquenle un pelo a esa mujer y tendran que verselas conmigo.

Dicho esto, colgo el telefono dejandome sumida en un estupor del que todavia no he conseguido salir. ?Estare metiendome en una historia? No se, lo cierto es que el detective ha comenzado a funcionar como un punto de referencia del que dificilmente podria prescindir en este momento. De subito, me ha asaltado la idea de que quiza este hombre haya averiguado quien soy, y entonces su actitud va dirigida a seducirme.

Pasado manana me traslado a mi nuevo domicilio.

Me he cortado el pelo, lo llevo muy corto, como una chica joven que vi en una revista. Me lo mojo todos los dias, cuando me ducho, y se me seca enseguida. Pense que debia hacerlo antes de ocupar mi nueva casa para completar la transformacion. Soy otra.

Esta noche he dormido por primera vez en el apartamento y he sonado mucho, pero eran historias raras, muy dificiles de describir, porque carecian de la coherencia que exigimos a las cosas que nos contamos durante la vigilia. Cuando fumaba hachis, no sonaba, como si la droga sustituyera a los suenos; a las pesadillas, mas bien. Voy a esperar unos dias y volvere a fumar hachis, aunque de otro modo, cuando realmente me apetezca.

Me muevo en el apartamento como si llevara anos encerrada en el. Percibo sus paredes, su cuarto de bano, sus muebles, como una prolongacion de mi y no como mis enemigos. Estoy bien, en paz conmigo misma y algo excitada por saber que sera de mi vida en los proximos anos, como envejecere, como nombrare lo que me atane.

He telefoneado a mi hija con intencion de invitarla a comer, pero me ha dicho que manana mismo sale de vacaciones y que tenia que prepararlo todo. No queria verme y para mi ha sido una liberacion, pues todavia no tengo mucho que decirle. En los proximos meses, su bulto y el mio creceran de forma paralela, pero el mio, aquel a traves del cual me nacere, crece hacia la posibilidad de una vida nueva, diferente, mientras que el suyo crece hacia la repeticion mecanica de lo que ha visto hacer en otros. Mercedes no ha advertido aun que es mujer y que esa condicion implica un mandato al que tarde o temprano hay que enfrentarse si queremos que vivir continue mereciendo la pena.

He colocado la butaca de mi madre junto al ventanal de la pequena terraza que da a Maria Moliner, que es una calle estrecha, pero tranquila. Sentada en ella escribo estas lineas que quiza sean las ultimas, por lo menos las ultimas de mi vida anterior, la que clausure en Bruselas al dia siguiente de encontrarme con mi antipoda. El tictac del reloj de pendulo es apacible como el vertigo del vacio al que se abre mi futuro. Tenemos toda la vida por delante, ya no hay prisas. En es.tos momentos siento que la rareza intestinal ha desaparecido y noto su ausencia como la ausencia de la melena cada vez que inclino la cabeza. Hay dos hombres discutiendo en la calle, frente a mi terraza; forman parte de esa sociedad, de esa maquina que Enrique, mi marido, representa tan bien. Viven dentro de una pesadilla de la que se sienten artifices. Cuando despierten de ese sueno, les llevare una vida de ventaja.

De subito, el sol se ha colocado de tal modo que no me deja ver. Por el ventanal entra una luz cegadora y.blanca como la del cuarto de bano de un hotel. En medio de esa luz, muy pronto, ira corporeizandose una forma oscura y bella como la del diablo, pero apacible y dulce como la de la divinidad.

Juan Jose Millas

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