Abri los ojos, me palpe y estaba entero, no era una burbuja, tenia mis piernas y mis brazos. Me puse de pie. Sonrei a Fuencisla; el sol de la noticia me habia secado las lagrimas.
V. TARDE DE TITERES
– No le expliques nada, que le vas a armar un lio, dejalo que lo entienda el solo. No es tonto -le dijo Maximo a Mati-. Y si no lo entiende, da igual. A el le gustan los misterios.
Estabamos en la fila uno, y al llegar me los habia encontrado en la puerta del teatro, esperandome, cogidos de la mano.
Mati se sento entre nosotros dos, yo en la butaca del pasillo para ver mejor. Habia muchos ninos correteando por aquel pasillo, y comiendo pipas, pero yo estaba quieto, sin atreverme siquiera a respirar de tanta emocion. Y ella, que nunca me hacia caso, habia sacado un cuaderno de la mochila que llevaba y me estaba haciendo un dibujo para que entendiera mejor lo que ibamos a ver. Hablaba muy seria, no parecia la Mati que bailaba delante del tapiz. «Los munecos estan llenos de alambres muy finos, como telaranas, ?sabes?, en las manos, en la boca, en los pies, y a los que mueven los alambres no los ves, se esconden arriba, en esa franja donde no da la luz, ahi esta el truco, ?entiendes? Y ellos son los que imitan tambien las distintas voces, como si las marionetas estuvieran vivas…» Se quedo un poco chafada con el corte que le pego Maximo, guardo el cuaderno y se puso a discutir con el, dandome la espalda. Hablaban bajito. Me hubiera podido enterar de lo que decian, o inventarlo. Pero es que de repente no me interesaba. Tenia los ojos fijos en el escenario, y me encanto que no me volviera a hacer caso ninguno de los dos. Cerraba los ojos, los volvia a abrir, y el escenario seguia a oscuras, seguro que por poco rato. Luego se encenderian luces, ?donde?, ?que luces?, ?encima de quien? Me puse de rodillas por dentro de mi y pedi un milagro.
Lo anuncio un altavoz diciendo: «Guarden silencio, por favor. La historia de
Yo no conocia la palabra «transformacion», pero ahora cada vez que la digo se me aparece pegada a aquella tarde de titeres, metida en un argumento que no se rompia al abrir los ojos como los de cuando estas dormido. Era algo que estaba pasando alli delante de mis narices, una historia que iba a cambiar mi vida. Y a los munecos que la contaban yo los veia como colegas, y completamente vivos. Lo de los hilos o alambres o lo que fuera me daba igual. No me fijaba. Lo importante es que ellos me miraban a mi, me avisaban, fijate bien, no se te olvide, actuaban para mi porque no habia patio de butacas, ni ninos comiendo pipas, ni torres de Segovia, ni nada, solos los cuatro subiendo en globo, ellos tres de protagonistas y yo mirando con los ojos como platos para no perder detalle.
Eran un ogro, una princesa y una libelula. Bueno, salian otros que daban un poco igual, para hacer bulto, ni me acuerdo. La libelula era la mas pequena de los tres y la que mas papel tenia. A lo primero no me fije nada mas que en ella. Y me distraje de atender a la historia y a un castillo que aparecia entre humos con bosque delante. Porque es que me habia quedado zombi al verla revolotear canturreando «calma, fu, fu, mucha calma, que el secreto esta en el alma», perdia altura, parecia una avioneta que se iba a estrellar y a caer en chispas de fuego encima de nosotros, fu, fu, chas, rasante, pero volvia a resoplar con cuidadito y a resucitar, ?arriba! Vengan giros. Una vez casi me rozo la frente, estaba encima de mi como una corona de aire. Y yo bizco. No podia ser. Era igual que ver pasar a un conocido por la calle de otro pais, entre un monton de caras que no te suenan.
Aquella libelula habia venido a mi casa, mama le estaba cosiendo las alas cuando entro papa, el la tiro al suelo y rineron. Era la misma. Y resulta, ademas, que cuando el ogro renia con la princesa -que se pasaban la funcion enfadadisimos y haciendo las paces-, la libelula calentaba motores, decia «fu, fu, ya veras tu», bajaba como un rayo a esconderse detras del ogro y sin mas ni mas desaparecia dentro de el. Debe de ser que el traje del ogro -un bluson negro muy largo- tenia una cremallera o algo en la espalda, y por ese hueco se metia ella, como un alma. Era eso justamente lo que pasaba, que le transformaba el alma al ogro en un pispas y se arrodillaba delante de la princesa: «No me mires airada, nina adorada», y ella corria: «Vete hasta que cuente siete», pero el la perseguia juntando las manos para pedir perdon, subian una escala de cuerda que tenia el castillo, ella delante llamandole mentiroso. Y entonces la libelula asomaba un poquito la cabeza por el bluson del ogro, que como iba de espaldas se veia el truco, y con una patita le tiraba de las trenzas a la princesa -unas trenzas largas y muy rubias- intentando decirle algo al oido. Pero recibia un manotazo y una mala contestacion: «Dejame o te aplastare», y tenia que volver a esconderse. O sea que la princesa era mas dificil de convencer, o estaria harta de las mentiras del ogro, sabe Dios. El caso es que acababan contentandose igual. Unas veces llegaba antes que el y le cerraba en las narices una ventana alta rematada en pico. Otras le dejaba entrar y se reian asomados con las caras muy juntas y alrededor de ellos se encendia un marco de corazones de neon. Yo pensaba que la libelula alli dentro del bluson del ogro se iba a ahogar la pobre. Y era verdad. Las veces que volvia a aparecer entre los arboles del bosque porque ya habia arreglado el asunto, se la veia arrugada y torpe, soltando unos «fu, fu» como sin ganas, que casi ni se oian. Agotada. Se posaba a la sombra de un arbol pero por poco rato. Enseguida se oian gritos. Los del castillo no podian vivir sin ella. Pasaban mas cosas, naturalmente, para llenar el rato, pero lo que he contado es lo principal: que en cuanto la libelula se escapaba del cuerpo del ogro, ya se liaba otra vez la rina. Lo que saque en consecuencia es que mis padres necesitaban una libelula. Que solos uno con otro se las arreglaban mal.
No se si duro mucho o poco aquella funcion. Algunas veces, cuando me acuerdo, creo que muchisimo. Otras que nada, lo que tarda en mudar de color una nube. Pero lo que nunca en la vida se me podra pasar es la resaca de aquella borrachera. Eso no.
Se encendieron las luces del patio de butacas, la gente estaba aplaudiendo, y es que se habia acabado. Las marionetas se habian quedado colgadas de los arboles, como desmayadas, y cerre los ojos porque no lo queria ver. Cuando los abri, avanzaban hacia nosotros a paso agil cinco personas de diferentes tamanos agarradas del brazo. Se inclinaron a saludar. Las cinco llevaban un mono negro y capuchon por la cara con huecos para ojos, nariz y boca. Como seguian aplaudiendo, los dos del medio se quitaron el capuchon y resulto que eran un senor y una senora de pelo gris, el muy alto, ella bajita. Luego los otros tres hicieron lo mismo y esos, en cambio, tendrian quince anos el que mas. Una chica y dos chicos. Ayudantes que estaban aprendiendo el oficio. Lo supe luego.
Que quien mas mandaba era el senor mayor se notaba enseguida. Al final se quedo solo, como calculando las localidades que se podian haber vendido, y acabo inclinandose hacia Maximo cuando la gente ya se habia ido casi toda. Nos miraba con unos ojos como carbon de puro negros.
– ?Que tal, hijo, os habeis divertido?
– Si, muy bonito. Mira, este es mi hermano Baltasar. Y esta Mati, una amiga.
Pero el hombre mayor no hacia caso de Mati, solo me miraba a mi. Se sento en el borde del escenario con las piernas delgadisimas cruzadas tipo moro, adelanto uno de sus largos brazos y me puso la mano encima de la cabeza. Mas que una caricia, parecia una bendicion.
– Ya lo se -dijo-. Lo conozco de vista. Me lo he encontrado a veces por ahi con tu madre o con Fuencisla.
Senti como si tuviera fiebre. Le mire. Nunca me habia imaginado que un viejo pudiera ser tan guapo. Pero lo que mas notaba es que tenia poder sobre mi, que me gustaria seguirle al fin del mundo. Y me angustiaba la idea de tener que marcharme. Me di cuenta de que Mati estaba recogiendo su mochila con cara de pocos amigos y nerviosa porque no le corria bien una cremallera. Debia de estar cabreada por lo que le dijo Maximo al principio, o le habria parecido una funcion demasiado para ninos chicos. No se. Lo que estaba claro es que si se iban, me tendria que ir con ellos.
Y ahi es cuando salio el talento de Max-flash, el mas oportuno de mi familia con gran diferencia. Le tiro de la manga a Mati.
– Oye, ?te pasa algo?
– A mi nada, que me voy.
– Controla un poco, nina, que no vamos a apagar ningun fuego, ?vale?
A Mati siempre le ha ido la marcha, aunque diga que no, y se quedo mas suave que un guante. Enseguida Maximo se dirigio a mi con una sonrisa.
– ?A ti te gustaria quedarte un poco y que te ense- fiaran los munecos de cerca? Es temprano, no te querras