– ?Que cosas?

Guardo el panuelo, se enderezo, apoyo los codos sobre el escritorio y me miro a los ojos con esfuerzo.

– Quiero que me hagas un favor.

– Eso ya me lo has dicho… ?Que favor?

– Quiero que veas al doctor Melish.

Si me hubiese golpeado la cara no me habria sorprendido tanto. Me recline en la silla con la mirada fija en el.

El doctor Melish era el psiquiatra mas caro y mas solicitado de la ciudad. Teniendo en cuenta que en ella habia un psiquiatra por cada cincuenta habitantes, eso era decir mucho.

– ?Que quieres decir?

– ?Quiero que vayas a verle, Larry. Yo cubrire los gastos. Creo que deberias ir a verle. -Cuando empece a protestar, levanto las manos para que me callara-. Aguarda un momento. Dejame terminar. -Hizo una pausa y luego prosiguio-: Larry, tu no estas bien. Se por lo que has pasado. Y se que esa terrible perdida te ha danado. Esto puedo entenderlo. Si hubiese estado en tu lugar, no habria sobrevivido… Lo se. Se que te has portado de forma excelente al volver al trabajo y probar, pero no ha dado resultado. Y lo sabes, ?no es verdad, Larry? -Me miro con gesto suplicante-. ?Lo sabes, no es asi?

Me frote la barbilla. Me sorprendio sentir que raspaba. ?Maldicion! ?Habia olvidado afeitarme esa manana! Me puse de pie y anduve hasta el enorme espejo en que Sydney solia admirarse. Observe mi imagen reflejada en el y senti un escalofrio. ?Podia eso ser yo? Mire los punos de la camisa, los zapatos que no limpiaba desde hacia dos semanas.

Lentamente, volvi al sillon y me deje caer en el. Mire a Sydney, que me observaba. Vi la ansiedad de su rostro, su amabilidad y la dificil situacion en la que se hallaba. No estaba tan ido como para no poder ponerme en su lugar. Pense en todos los errores que habia cometido, en la repleta bandeja de entradas y en mi apariencia. Por la confianza que tenia en mi mismo, por toda aquella fachada de valentia (?podia llamarse asi?), era obvio que las cosas no funcionaban tan bien.

Suspire profundamente.

– Mira, Sydney, olvidemos a Melish. Renunciare. Tienes razon. Algo anda mal. Me ire de aqui y podras darle una oportunidad a Terry. El vale. No te preocupes por mi, yo ya he dejado de hacerlo.

– Eres el mejor experto en diamantes del gremio -repuso Sydney, con tranquilidad. Ya habia recuperado el control de si mismo y su agitacion habia cesado.- No te dejare renunciar. No puedo perderte. Necesitas unos ajustes y el doctor Melish puede hacerlos. Ahora, escuchame bien, Larry. En el pasado he hecho muchas cosas por ti, y creo que me consideras un amigo. Ahora, es el momento de que hagas algo por mi. Quiero que vayas a ver a Melish. Se que el podra ayudarte. Puede tardar dos o tres meses. No me importa que tarde un ano. Tu sitio aqui siempre estara aguardandote. Tu eres importante para mi. Permiteme que te lo repita: eres el mejor experto en diamantes del gremio. Has sufrido un duro golpe, pero te repondras. Es lo menos que puedes hacer a cambio… ver a Melish.

Asi que fui a ver al doctor Melish.

Tal como habia dicho Sydney, era lo menos que podia hacer, pero no tenia mucha fe en el doctor Melish hasta que le vi. Era un hombre delgado, pequeno, un poco calvo y de mirada penetrante. Sydney habia hablado con el, asi que conocia mis antecedentes, el accidente de Judy y como estaba reaccionando.

?Para que entrar en detalles? Acudi a tres visitas y me dio el veredicto.

Todo se resumia en lo siguiente: necesitaba un cambio de escena. Tenia que alejarme de Paradise City por lo menos durante tres meses.

– Se que no ha vuelto a conducir un automovil desde el accidente -me dijo, mientras se limpiaba las gafas-. Debe agenciarse un coche y conducir. Su problema es que esta convencido de que su perdida es algo unico. - Cuando quise protestar, alzo una mano-. Se que no quiere admitirlo, pero sigue siendo su problema. Le sugiero que se mezcle con personas que tengan problemas mas graves que el suyo. De esta forma, podra ver el suyo propio en la perspectiva correcta. Tengo una sobrina que vive en Luceville. Es asistenta social y necesita quien la ayude de forma totalmente gratuita. Le sugiero que vaya a Luceville y trabaje con ella. Yo ya le he hablado al respecto. Y sere franco con usted. Cuando le conte su caso me dijo que no podia hacerse cargo de una persona con problemas. Necesita ayuda urgentemente, pero si tiene que cargar con sus dificultades, no lo quiere. Le dije que usted la ayudaria y que no le crearia complicaciones. Me llevo tiempo convencerla, pero ahora todo depende de usted.

Hice un gesto negativo con la cabeza.

– Seria tan inutil para su sobrina como un agujero en la cabeza -le dije-. No, no es una buena idea. Ya encontrare algo. Muy bien, me alejare durante tres meses. Y…

Jugo con las gafas.

– Mi sobrina necesita ayuda -dijo, mirandome fijamente-. ?No desea ayudar a la gente o ha decidido que la gente debe seguir ayudandole a usted?

Dicho asi, no me quedaba opcion. ?Que podia perder? Sydney seguiria pagandome mientras intentaba reponerme. Tal vez fuera una buena idea. Por lo menos, era algo nuevo. ?Y yo necesitaba tanto algo nuevo!

Con tono debil, respondi:

– Pero no estoy cualificado para un trabajo social. No se nada de eso. Seria mas una molestia que una ayuda.

Melish miro la hora en su reloj. Me di cuenta de que ya estaba pensando en su proximo paciente.

– Si mi sobrina dice que puede serle util, entonces puede serle util. ?Por que no prueba?

?Por que no? Me encogi de hombros y le dije que iria a Luceville.

Lo primero que hice fue comprarme un Buick descapotable. Tuve que hacer un extraordinario esfuerzo para conducirlo hasta mi apartamento. Cuando por fin aparque, temblaba y estaba sudoroso. Permaneci tras el volante durante algunos minutos, luego me obligue a ponerlo en marcha y conduje por la recargada calle principal, por el bulevar Seaview, otra vez por la calle principal y luego hasta mi apartamento. Esta vez, cuando aparque, ya no temblaba ni sudaba.

Sydney vino a despedirme.

– En tres meses -me dijo, estrechandome la mano-, estaras de regreso, Larry, seguiras siendo el mejor experto en diamantes del negocio. Buena suerte y que Dios te bendiga.

Y asi, con una maleta llena de ropa, sin confianza en el futuro, parti hacia Luceville.

El doctor Melish podia ciertamente atribuirse el merito de proporcionarme un cambio de ambiente.

Luceville, a unos ochocientos kilometros al norte de Paradise City, resulto ser una enorme ciudad industrial cubierta por una permanente nube de smog. Su principal industria era la piedra caliza. La caliza, en caso de que no lo sepan, es triturada y elaborada y produce la cal, el cemento y materiales para la construccion de edificios y caminos. Es la principal industria de Florida.

Como conducia lentamente, tarde dos dias en llegar a Luceville. Descubri que ahora conducia nerviosamente y que saltaba cada vez que un auto me pasaba cerca, pero segui adelante, pase la noche en un triste motel del camino y por fin llegue a Luceville alrededor de las once, totalmente agotado.

A medida que me aproximaba a las afueras de la ciudad, sentia que el polvo de cemento se me pegaba a la piel y me daba la sensacion de estar sucio y lleno de arena. Tambien se pegaba en el parabrisas y en el coche. No habia sol. Ningun sol, por poderoso que fuera, podria penetrar aquella contaminacion y aquella capa de polvo de cemento que cubria la ciudad. Las distintas fabricas de caliza se encontraban a lo largo de la carretera principal que conducia al centro, y el ruido de la roca triturada sonaba como truenos en la distancia.

Encontre el hotel Bendix, que el doctor Melish me habia recomendado como el mejor de la ciudad, a una manzana de la calle principal. Tenia un aspecto bastante triste; las puertas de cristal estaban cubiertas de polvo de cemento y la recepcion se componia de unas pobres sillas de bambu y un mostrador detras del cual pendia una fila de llaves.

Un hombre alto y grueso se hallaba tras el mostrador, parecia un personaje de alguna guerra, que ahora se lamia las heridas.

Me miro sin mostrar ningun interes. Un muchacho negro y de mirada triste me llevo la maleta hasta mi cuarto, en el tercer piso. Subimos juntos en un ascensor que parecia caerse a pedazos y me senti agradecido de llegar entero.

Observe la habitacion. Por lo menos tenia cuatro paredes, techo y un cuarto de bano con ducha… y eso era

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