– ?Que? -contesto Kannick perplejo.
– Errki esta muerto y no puede delatarte. Te anticipaste a el. Por eso fuiste a ver a Gurvin. Antes de que Errki tuviera tiempo de decir que habias sido tu, fuiste corriendo a decir que habia sido el. Nadie iba a creer al loco de Errki.
En ese momento llego Margunn y miro perplejo a los dos.
– ?Pasa algo?
Sejer asintio con la cabeza, y Margunn se puso nerviosa.
– Kannick -dijo por fin, como si quisiera llenar ese terrible silencio con algo, aunque no fuera nada importante-, no quiero que te pongas esos mocasines, son para la confirmacion de Karsten. ?Que has hecho con tus zapatillas de deportes?
El arco cayo al suelo. El corazon de Kannick se encogio de repente y bombeo un chorro de sangre caliente a su cara. El futuro habia llegado.
Asi podria haber sucedido: Kannick estaba en el bosque con el arco. Mato una corneja y se disponia a volver cuando se le ocurrio la idea de pasar por casa de Halldis. Quiza la encontrara trabajando en el cesped, de espaldas a la puerta. Se colo dentro. Encontro la cartera en la panera. Tal vez fuera cuestion de suerte o bien supiera que la guardaba alli. Salio de puntillas. Para su gran susto, vio que Halldis estaba en la escalera con una azada en la mano. A Kannick le entro panico. Solia actuar primero y pensar despues. Le arrebato la azada, puede que forcejearan un rato antes de que ella la soltara y el arma estuviera en poder del chico. Ella lo miraria con miedo y reproche. Entonces el levantaria la azada y la golpearia. Llevaba guantes de tiro y solo dejo unas huellas muy difusas. Halldis se cayo. Kannick atraveso corriendo el cesped. Se paro un momento junto al pozo para mirar hacia atras. De repente diviso una figura negra entre los arboles. Entendio que habia sido observado. Salio disparado carretera abajo, pero se le cayo la cartera. Errki se acerco a la granja y descubrio a Halldis. Probablemente entro en la casa e incredulo dio una vuelta por dentro, apoyandose en puertas y marcos, dejando huellas de sus zapatillas de deportes por todas partes. Al salir, encontro la cartera que a Kannick se le habia caido. Se la metio en el bolsillo interior de la chaqueta y, abrumado por eso tan terrible que habia sucedido, bajo hasta la ciudad y la gente. Kannick fue corriendo a la policia rural para denunciarlo. Pues el que denuncia no es, claro esta, el culpable. Ademas, podia aprovechar que habia visto alli arriba al loco de Errki. ?Que habia dicho Morgan?
Saco el telefono movil del bolsillo de la chaqueta y marco un numero. Skarre contesto.
– ?Que pasa?
Miro a su alrededor.
– Muchas cosas.
Contemplo por la ventanilla del coche el bosque brumoso. Ojala pudiera meterse en el mar de cabeza, para librarse de ese polvoriento calor.
– ?Ha llamado alguien? -pregunto con ligereza.
Skarre se callo. En el transcurso de las ultimas veinticuatro horas habia tenido una agradable sospecha. A pesar de estar bastante seguro, dijo en tono malicioso:
– Define «alguien».
– Yo que se, cualquiera.
– No ha llamado nadie -dijo Skarre por fin.
– Esta bien.
Se hizo de nuevo el silencio.
– ?Ha pasado algo? -pregunto Skarre.
– No fue Errki quien mato a Halldis.
– Justo lo que me hacia falta ahora, tener que empezar de nuevo, coger a otro, oye, no estoy para bromas.
– No estoy bromeando. No fue el.
– ?Vale, jefe!
Hubo un silencio muy largo. Skarre se quedo un rato pensando.
– Ya -dijo por fin-. Empiezo a entender de lo que estas hablando. Ha llamado una chica, la cajera de la tienda de Briggen. Se habia acordado de algo importante que yo debia saber.
– Cuentamelo.
– Uno de los chicos de la Colina de los Muchachos subio varias veces con Briggen a casa de Halldis para ayudarle, para entrenarse para la vida laboral o algo asi. ?Adivinas quien?
– Kannick -contesto Sejer.
– Solia recibir el pago en forma de chocolate. Podia saber donde guardaba Halldis la cartera.
Sejer hizo un gesto afirmativo con la cabeza.
Skarre continuo:
– Oye, alguien vino a verte.
– Define «alguien».
– La doctora Struel.
– Ah, si. ?Y que queria?
– No lo se. Le di papel y un sobre y escribio una nota. Esta sobre tu mesa.
Sejer arranco el coche. Los pensamientos le daban vueltas en la cabeza.
– Jacob -dijo con una chispa de malicia-. Sabes lo que significa esto, ?no?
– ?A que te refieres?
– Tendras que saltar en paracaidas.
– Bueno, bueno, tendre que hacerlo.
Una larga pausa.
– Pero para que quede claro de una vez por todas: no me gustan mucho las apuestas. No me importa si se pagan o no. No te perdere el respeto aunque te eches atras.
– Pero tampoco ira en aumento, ?no?
– Esta bien como esta.
– Claro que voy a saltar.
– Tienes una fe muy solida, ?verdad?
– Supongo que esta sera la unica vez en que la pondre a prueba. Tal vez sea ya hora.
Sejer abrio la puerta de su despacho y entro. Habia un sobre blanco sobre el protector del escritorio que era un mapamundi. Estaba en medio del Pacifico, como un barco con velas blancas. Cogio el sobre con cuidado. Las manos le temblaban al sacar la hoja.
Skarre entro como un trueno. Se paro en seco al ver a su jefe con la hoja en su mano temblorosa.
– Ay, perdona -tartamudeo, avergonzado.
– ?Que esta pasando?
Karin Fossum


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