flecha, sin dejar de mirar la diana, sin mover los pies. La coloco con habilidad en la cuerda. Queria tres dieces. Si tuviera suerte, la flecha numero dos rozaria la primera con un sonido tintineante. De nuevo dejo el arco suspendido, inspiro, cerro los ojos, volvio a abrirlos, miro fijamente la diana y las plumas rojas de la primera flecha en el centro del circulo amarillo.

Entonces oyo un sonido, pero no quiso dejarse distraer. Un buen tirador no se deja distraer, sino que continua el proceso sin perder la concentracion. Pero el ruido iba en aumento, se oia cada vez mas. A Kannick no le gusto, queria acabar la serie de tres flechas. Era un coche. La flecha numero dos salio de la cuerda. Un ocho. Kannick gruno irritado y volvio la cabeza. Un coche de policia entraba lentamente en el patio.

Kannick bajo el arco y se quedo inmovil. Sejer salio del coche, vestido de uniforme. Querria saludarlo, preguntar que tal le iba, si habia dormido bien. Era un hombre amable. No tenia nada que temer de el. Kannick sonrio inseguro.

– Buenos dias, Kannick.

Sejer no sonreia. Estaba serio. No parecia amable como la otra vez, sino preocupado. Se volvio y miro la diana.

– Has hecho un diez -constato.

– Si -contesto Kannick orgulloso.

– ?Es dificil? -pregunto Sejer con curiosidad, mirando el arco brillante.

– Si, bastante. Llevo ya dos anos con esto. Habria conseguido otro diez si no hubieras venido a estorbarme.

– Lo lamento mucho.

Sejer lo miro a los ojos con semblante serio.

– Te quitamos el arco y sigues tirando. ?Como puedes explicarme esto?

Kannick miro al suelo.

– Es el de Christian. Me lo ha prestado.

– Pero no tienes permiso para usarlo sin vigilancia.

– Margunn ha ido al cuarto de bano. Tengo que entrenarme para el Campeonato de Noruega -dijo malhumorado.

– Lo comprendo, pero tendre que hablar con Margunn.

Sejer hizo un gesto con la cabeza, primero en direccion a la casa y luego a la alfombrilla y la diana hecha de papel reforzado. Era la unica pasion de ese chico, y el se la estaba arrebatando. Odiaba esa situacion. Al mismo tiempo, habia algo dentro de el que se movia como el mecanismo de una bomba de relojeria justo antes de explotar. Noto que su corazon latia mas deprisa. No tenia por que significar nada, pero ese pequeno detalle que de repente habia descubierto podia significar todo, algo decisivo. Se esforzo por controlarse.

– Puedo practicar aqui en el patio, ?no? -dijo Kannick, en parte como suplicando y en parte enfurrunado-, pero no en el bosque. Si quiero conseguir una buena puntuacion en el Campeonato, tendre que entrenarme todos los dias.

– ?Cuando es?

Sejer no reconocio su propia voz. Era ronca y ruda.

– Dentro de cuatro semanas.

El chico seguia con los pies en posicion de tirar. Llevaba mocasines. Tenia un pie bastante grande, tal vez un cuarenta y tres. Los mocasines tenian suela de cuero y por consiguiente, ningun dibujo en zigzag, como las zapatillas de deportes. Los chicos de doce anos solian llevar zapatillas de deportes. A Sejer le sorprendio que el chico llevara mocasines. Parecian zapatos de vestir y no pegaban mucho con los pantalones vaqueros cortados. Luchaba todo el tiempo contra esa sensacion tan extrana que le subia por dentro.

– ?Has dormido bien esta noche? -pregunto amable.

Kannick escucho aturdido. La voz del policia era dulce, pero sus ojos eran frios como la pizarra.

– He dormido como un tronco -contesto con valentia. Su propia mentira le dejo aturdido. Habian sucedido muchas cosas. Se habia despertado cuando Margunn entro en la habitacion para cambiar la ropa de la cama de Philip. Kannick se hizo el dormido, no soportaba tener que escuchar la voz de Margunn, intentando consolarle. A la vez, tenia miedo de dormirse pues habia un sueno desagradable al acecho.

– Yo he dormido muy mal -dijo Sejer sombrio.

– ?Ah, si? -dijo Kannick, cada vez mas inseguro porque no estaba acostumbrado a que los adultos le hicieran ese tipo de confesiones, pero ese hombre era distinto.

– ?Quieres tirar una flecha mientras te miro? -pregunto Sejer.

Kannick vacilo.

– Vale. Pero he perdido el ritmo y entonces los tiros no suelen ser buenos.

– Solo es curiosidad -dijo Sejer en voz baja-. Nunca he visto de cerca a nadie tirando con arco.

Siguio a Kannick con la mirada. Todo el proceso, la concentracion, el levantar el arco, apuntar y soltar era muy estetico, incluso cuando lo realizaba esa mole de chico. El arco proporcionaba una fascinante unidad al cuerpo deforme. Kannick hizo un nueve y bajo el arco.

Sejer miro de nuevo en direccion a la casa y luego al chico.

– ?Te pones guantes para tirar? -dijo senalando la mano del chico.

– Guantes de tiro -contesto Kannick-. Si no los llevara, la cuerda me despellejaria las puntas de los dedos. Algunos usan una dactilera de cuero, pero yo prefiero guantes. En realidad, solo se usa uno, en la mano que tensa, pero llevo guantes en las dos para guardar la simetria, y funciona muy bien. ?Sabes? -dijo excitado-, cada tirador tiene sus manias. Christian parpadea una vez justo antes de soltar la flecha.

– Son muy raros -dijo Sejer mirando los guantes-. ?Solo tienen tres dedos?

– Solo se usan tres dedos cuando se tensa y se suelta. Sobran el pulgar y el dedo menique.

– Humm.

– Estos son de reserva y los he usado poco, por eso estan rigidos -explico Kannick-. Pero se ablandan enseguida.

– ?Son nuevos? -pregunto Sejer, entornando los ojos-. ?Por que te has puesto unos nuevos?

Kannick se volvio, inseguro.

– Porque… bueno, porque he tirado los viejos.

– Entiendo.

Sejer no dejaba de observar al chico. Kannick se miro la mano, los tres dedos cubiertos con un cuero muy fino y las estrechas tiras fijadas a una correa de velcro atada alrededor de la muneca.

– ?Por que los has tirado?

– ?Por que?

Kannick estaba muy inquieto.

– Porque estaban muy gastados.

– Entiendo.

– ?Y donde los has tirado?

Sejer respiro con pesadez por la nariz.

– ?Donde? Pues no me acuerdo.

Se retorcia y sudaba. Ese maldito calor no cesaba. Los chicos habian ido a nadar con Thorleif e Inga. El no habia querido ir. Se sentia miserable en banador y necesitaba entrenarse. En algun lugar le estaba esperando un trofeo. Por primera vez en su vida ganaria a otros. ?Por que no volvia Margunn? ?Que era lo que estaba a punto de pasar?

– ?Donde, Kannick?

– En la incineradora -contesto, pateando el suelo.

– Me mentiste, Kannick. Dijiste que viste a Errki alli arriba.

– ?Lo vi! ?Lo vi!

– Errki te vio a ti. Es distinto.

Sejer tuvo que esforzarse por mantener la voz tranquila.

– Voy a decirte una cosa. Creo que dices la verdad cuando afirmas que la muerte de Errki fue un accidente. Morgan lo ha confirmado.

Por un instante, Kannick parecio aliviado.

– Pero dudo que te de pena.

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