Skarre se seco el sudor.

– Mantened las armas quietas -prosiguio Sejer-. No quiero que tengamos que llevar a ninguno en brazos a casa con este maldito calor. Cuando todo esto haya acabado, tendremos que rendir cuentas de cada minuto por escrito y bajo nuestra palabra de honor. No quiero que mireis siquiera el arma sin mi permiso. Y si cambio de idea, os lo hare saber.

Siguio adelante y los otros fueron detras. Les gustaba mucho su jefe, pero les parecia que a veces era demasiado prudente. Misiones como esa no eran muy frecuentes. No todos habian querido ir alli, a ese bosque ardiente, pero el sabor a adrenalina era dulce.

– Creo que lo que se ve alli abajo es la Laguna del Cielo -dijo Sejer senalando-. Segun el mapa, hay cerca una granja, aunque desde aqui no se ve nada. Me apuesto una ronda a que los perros se dirigen hacia alli.

– No veo ninguna casa.

Ellmann miraba haciendose sombra con la mano y solo podia ver bosque.

– Tal vez este detras de esos arboles. En ese caso no podran vernos.

Continuaron adentrandose en el bosque. Los perros iban delante. Skarre miraba al cielo de vez en cuando. Tenia que asegurarse de que el Creador los estaba siguiendo con la vista. En ese bosque silencioso habia algo amenazador que le hacia dudar. El silencio era nefasto, como si se estuviera preparando un tremendo trueno. Pero no habia ni una nube, solo un ligero velo que cubria los arboles. Lenta e inexorablemente, el suelo se estaba vaciando de humedad, y esta subia y se posaba como una bruma lechosa sobre el paisaje. Tal vez esos dos hombres estuvieran buscandolos con la vista desde una ventana abierta, con el arma cargada. O puede que se hubieran fugado hacia tiempo por la colina. El grupo de arboles se iba acercando. No se avistaba ninguna construccion.

Decidieron colocar a Zeb en puesto de escucha. Ellmann llamo al perro, y ataron a los otros dos. Los hombres se quedaron un rato observando al gran animal marron. Su cabeza oscilaba hacia los lados, las orejas buscaban como dos antenas parabolicas, temblando ligeramente. De pronto se le pusieron tiesas, senalando un punto que los hombres no podian ver. En su cabeza, Ellmann trazo una linea recta desde las orejas del animal hasta el espeso grupo de arboles.

– Alli hay alguien -susurro.

Sejer fue a averiguar. Zeb quiso seguirlo, pero lo retuvieron con un tiron de la correa, y el animal emitio un agudo gemido. El pelo de Sejer brillaba como la plata en medio de todo el verdor, mientras avanzaba con mucho cuidado. Los segundos pasaban, Skarre sudaba. Los hombres acariciaron a los perros. Sejer seguia andando. Justo antes del espeso grupo de arboles, giro a la izquierda y se metio entre los matorrales. Intento relajarse. Le parecio divisar entre los arboles algo mas oscuro y solido. Con la mano, palpo el arma. El cuero ardia contra la piel. El bosque se hizo de nuevo mas escaso. Un claro se abrio ante el, y en ese claro… una casa maciza y oscura, una casa de troncos de madera. Miro hacia las ventanas, todas tenian los cristales rotos. No se veia a nadie. Se puso en cuclillas en la hierba para que no pudieran verlo desde ninguna ventana, pues podian estar dentro, aunque reinaba un gran silencio. Quiza dormirian o puede que estuvieran esperando. En el tejado de la casa crecia la hierba, seca y quemada. Las ventanas eran pequenas, con cuadrados que no dejarian entrar mucha luz. Seguramente se estaria muy fresco y bien alli dentro. Tuvo la sensacion de que en la casa habia alguien, pero aun no habia salido de ella ni un sonido. Y sin embargo, le parecio impensable levantarse y avanzar hasta la puerta. Podrian aparecer de golpe y pegar un tiro de puro miedo, asi que permanecio agachado. No habia ni un guijarro a su alrededor, solo hierba seca. Si tirara una pina contra la pared de troncos, produciria un sonido sordo. Tal vez fuera suficiente para que uno de ellos se acercara a la ventana a averiguar que pasaba. Se puso a buscar debajo de un pino seco y encontro una gran pina. Miro hacia la casa. ?Adonde tirarla? Tal vez contra la puerta. Si hubiera alguien alli, lo oirian. Se veia una mancha oscura y rojiza en la losa de la escalera exterior. Parecia sangre. Fruncio el ceno. ?Habria algun herido? Levanto el brazo y tiro la pina. Se oyo un leve zas y al instante volvio a agacharse. No ocurrio nada. Se concedio a si mismo un minuto. Los segundos transcurrian. Resultaba incomodo estar en cuclillas con el mono, que apenas le llegaba hasta el tobillo. Paso el minuto y volvio donde estaban los demas.

– Nadie contesta. Voy a entrar en la casa.

Skarre lo miro preocupado.

– No creo que esten dentro. Todo esta muy tranquilo.

– Zeb ha oido un ruido -senalo Ellmann.

Sejer y Skarre fueron hacia la casa, los otros se quedaron esperando con los perros. Sejer dio un empujon a la puerta.

– Policia. ?Hay alguien ahi?

Nadie contesto. Todo estaba en silencio. No tuvo la sensacion de que el atracador fuera a salir de repente a pegarle un tiro. No iba a morir asi. Ademas, la casa parecia abandonada. Echo un vistazo al cuarto de estar. Descubrio un divan verde, un viejo armario y una maleta gris. Avanzo unos pasos mas, y susurro a Skarre por encima del hombro:

– Han estado aqui.

Examino un instante la habitacion polvorienta. Sus ojos necesitaron tiempo para habituarse a la sombria luz. Entonces descubrio una figura en un rincon: un hombre delgado, con ropa y pelo negros. Estaba mitad sentado, mitad tumbado, con la cabeza apoyada contra el armario. La postura parecia muy incomoda. Ya no penso en si mismo o en que alguien pudiera aparecer de repente y atacarlo, sino que atraveso la habitacion y se arrodillo junto al hombre sin vida. Lo primero que le llamo la atencion fue lo pequeno que era. Fragil, delgado y totalmente desprovisto de fuerzas. Tenia los ojos cerrados y la cara mortalmente palida. Su aspecto era el de un nino, un nino desnutrido, con una marana de pelo negro que le llegaba hasta los hombros.

– Errki -susurro.

El cadaver estaba en medio de un charco de sangre. Busco el pulso en el cuello delgado, pero no lo encontro. A simple vista no se veia ninguna herida, pero era obvio que habia sido alcanzado en algun lugar del bajo vientre. Todavia quedaba algo de calor en el cuerpo. Estaba a punto de levantarse cuando oyo un ruido. Primero penso que era Skarre que entraba, pero sintio, mas que vio, que algo oscuro se metia en su campo de vision. Se oyo un desagradable chirrido. La puerta del armario se abrio lentamente, y se quedo colgando y crujiendo sobre las bisagras. El vello se le erizo, luego respiro aliviado. El crujido ceso, y no habia nadie. Desde donde estaba, no veia el interior del armario, pero no podia haber nadie alli. El atracador no habria matado al rehen para luego esconderse en un viejo armario, sino que se habria fugado hacia tiempo. Seguramente la puerta se abriria al pisar el y mover las tarimas. Retrocedio unos pasos y examino el interior del oscuro armario. Vio brillar algo de metal.

El arma temblaba. Sejer dio un respingo de sorpresa y quiso coger su propia arma, pero cambio de idea. No entendia nada. Miro a esa criatura que estaba metida en el armario observandole con pavor en el rostro, y un revolver apuntandole. Dentro del armario estaba Kannick. Se fijo en el revolver y en como lo tenia agarrado.

No te equivoques ahora. Quieto. El chico esta a punto de reventar y es imprevisible. Mantente tranquilo, no levantes la voz. No le demuestres que tienes miedo.

– ?No lo hice a proposito! -grito Kannick.

Su voz revento el silencio y Sejer se estremecio, aunque estaba preparado.

– ?Se me puso en medio! ?Puedes preguntarselo a Morgan!

Estaba apuntando al pecho de Sejer y si hubiera sabido tirar, sin duda habria dado en el blanco.

Sejer bajo las manos.

– El revolver no esta cargado, Kannick. ?Quien es Morgan? -pregunto.

Kannick miro estupefacto el revolver. Intento cargarlo, pero tenia los dedos entumecidos de miedo y se negaban a obedecerle. Por fin logro su proposito, pero para entonces Sejer ya habia sacado su propia arma, y detras de Sejer habia otro hombre de pelo rizado con el arma apuntandole tambien.

– Esta en la alcoba -sollozo Kannick. Tras pronunciar esas palabras, solto el revolver y se puso a vomitar. Seguia dentro del armario, vomitando sobre la madera carcomida. Guiso de carne y whisky, todo le salio. Se apoyo contra la pared del armario y saco todo lo que tenia dentro. Sejer espero hasta que hubo terminado. Cogio el revolver del suelo, dejo alli a Kannick y fue a buscar la alcoba.

Morgan se habia quedado esperando detras de la puerta. En ese momento, salio disparado de la casa y corrio en direccion al bosque, gastando las pocas fuerzas que le quedaban. Ellmann vio el pelo rubio y el pantalon corto de colores alegres a traves del follaje. El pobre no tenia escapatoria. El agente se agacho, cogio al perro por la

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