tiempo. El iba a cuarto de basica y llegaba del colegio. Se paro en la puerta de la cocina y la miro. Parecia distinta. El pelo le habia crecido de repente treinta centimetros durante el tiempo que el habia estado en clase.
– ?Te has comprado una peluca? -tartamudeo.
Ella tiro la revista que estaba leyendo y lo miro de mala gana.
– Claro que no. Es pelo de verdad, me lo han pegado.
– ?Como dices?
Kannick se sorprendio tanto que se dejo caer sobre la silla. Y no era solo el pelo. Las unas tambien se le habian alargado de repente, las tenia rojas y resplandecientes, como la pintura de un coche recien abrillantado.
– ?Como pegado? -pregunto con curiosidad-. ?Esta fijo?
– Si. Durara semanas.
Y se echo el pelo hacia atras, como para demostrarlo. La nueva melena le habia dado una nueva dignidad. La expresion de su cara era distinta, el porte mas elegante, se movia como una reina.
La tentacion pudo con el. Se lanzo sobre la mesa, y, con la mano sucia, le agarro la punta de uno de los mechones rubios y tiro con fuerza de el. No se solto, era increible.
– ?Idiota! -grito ella, levantandose de la mesa-. ?Sabes lo que me ha costado?
– Has dicho que estaba fijo.
– Pero tu has tenido que intentar destrozarlo, ?verdad?
– ?Quien te lo ha hecho? -quiso saber Kannick.
– El peluquero.
– ?Cuanto te ha costado? -pregunto malhumorado.
– Te gustaria saberlo, ?verdad? Pues no tienes por que saberlo. Tu no ganas nada.
– No, ni siquiera me das una paga.
– ?Para que quieres tu una paga? ?Nunca me ayudas en nada!
– Tampoco me lo pides nunca.
La madre se inclino de repente sobre la mesa de la cocina, mirandolo desafiante.
– ?Sabes hacer algo, Kannick?
Kannick hurgo un instante con la una en una mancha de mermelada del mantel. No se le ocurrio nada, ni una sola cosa. Leia bastante mal y se le daba fatal jugar a la pelota. Pero a tirar flechas no le ganaba nadie. Eso no lo menciono.
Mas tarde, su madre estaba en la ducha, con el nuevo pelo cubierto con un gorro de plastico. El hurgo en su bolso, aunque sabia que no tenia el dinero ahi, era mas lista que Margunn y se lo llevaba a la ducha. Pero Kannick encontro el recibo de la peluqueria. Le resulto dificil leer la letra de adulto, pero por una vez se esforzo. Extensiones de cabello. Unas postizas. Pagado coronas dos mil trescientas. Kannick estuvo a punto de perder el aliento. Entro torpemente en el bano y tiro con fuerza de la cortina de la ducha.
– ?Habria sido suficiente para una bici! -grito-. ?Todos los chicos tienen bici!
Ella tiro de la cortina hacia dentro y siguio duchandose.
– El pelo crece solo -grito Kannick-, ?y es gratis!
– No te metas en mis cosas -contesto la madre-. Necesitas un padre que te tenga a raya. No puedo encontrar a un hombre decente si parezco una bruja. Tengo que arreglarme un poco. Lo hago por ti.
Kannick pudo ver el contorno de su cuerpo a traves de la cortina blanca. No le costaria gran esfuerzo sacarla de alli si quisiera. Podria acercarse al lavabo y abrir el grifo del agua fria, entonces el agua de la ducha saldria muy caliente, y ella se quemaria. Pero no tenia fuerzas. Era un viejo truco… De repente se sintio muy cansado. Apoyo la frente en las rodillas y suspiro. Tambien tenia hambre. Esos dos se habian comido su chocolate. Y sin embargo, sus pensamientos regresaban constantemente al pasado. Un dia llego a casa antes que ella y busco la caja con el desatascador del desague en el armario de la cocina. De repente, se le ocurrio una idea divertida. Sabia muy bien como funcionaba. Unos granos azulados que habia que echar en la pila cuando estaba atascada, lo que ocurria con demasiada frecuencia. En contacto con el agua, se convertian en un gas corrosivo y maloliente. Cogio un carton de leche vacio, lo enjuago bien, echo unos granos en el fondo, fue al cuarto de bano, levanto la rejilla que cubria el desague de la ducha, coloco el carton dentro y volvio a ponerla en su sitio. Jamas olvidaria los gritos de su madre cuando fue a ducharse. Abrio el grifo del agua caliente y el gas venenoso lleno todo el cuarto de bano. Salio disparada, tosiendo y carraspeando, mientras gritaba las palabras mas feas que sabia, y eran muchas. Kannick habia construido su propia camara de gas.
Morgan interrumpio sus pensamientos.
– ?Que mas tienes en esa maleta? ?Tienes por ejemplo algo que pueda servir de vendaje?
Kannick se quedo pensando. Tenia nueve flechas de distintas clases, una cuerda de repuesto, fijadores de culatines con un tubo de pegamento, cera para cuerdas, tenazas y una gamuza para limpiar el visor.
– Una gamuza -dijo.
– ?Es suficientemente grande para mi nariz?
El chico echo un vistazo al trapo.
– Si.
Morgan se levanto y fue hasta la maleta. La gamuza era amarilla y suave, parecida a las que se usan para sacar brillo a los coches. Kannick miro a Morgan.
– Lo unico que vas a conseguir con eso es que la herida se te llene de pelusa.
– Me importa un carajo. Quiero taparla con algo. Noto como el aire toca la herida cuando muevo la cabeza y no lo aguanto. Veo que tambien tienes celo. Me puede servir. ?Ayudame! -dijo, agitando el trapo.
A Kannick le costo un poco, pero hizo lo que pudo con sus dedos gruesos. Le coloco el trapo y corto el celo con los dientes. Quedo solido como el banco.
– Elegante -comento.
– Vamos a divertirnos un poco mas -dijo Morgan con voz ronca, cogiendo de nuevo la botella-. ?Con una botella y una chica, el tiempo pasa volando! -anadio, guinando un ojo a Kannick.
Errki estaba dormido. Morgan tenia una pinta muy rara con la gamuza amarilla tapandole la nariz. Su madre tambien solia ponerse algo parecido, los primeros dias de sol de la primavera, para no quemarse la nariz, penso Kannick. Se tumbaba boca arriba en la parte de atras de la casa, con los muslos separados, para que el sol le diera en todas partes. Kannick la miraba de vez en cuando de reojo. Podia ver un poco del vello rizado y negro en la parte de mas adentro. Alli habia estado el polaco, y alli lo habian engendrado a el, a Kannick. No es que la madre lo hubiese admitido directamente, pero el lo sabia de todos modos. Intento recordar el momento preciso en que lo supo, pero no lo logro. Luego penso en Karsten y Philip. Puede que estuvieran buscandolo. ?Y si de repente aparecieran por alli? ?Tal vez entraran, sin mas! De vez en cuando miraba de reojo a los dos hombres. Se pregunto de que habrian estado hablando. No entendia muy bien como Errki podia ser el rehen si era el que llevaba el arma. A Morgan no parecia preocuparle. Acepto la botella y bebio un trago antes de devolversela al otro. Ya no le quemaba la garganta. Estaba casi anestesiado, con el cuerpo entumecido y curiosamente inerte. Tendria que escaparse de alli antes de que se durmiera.
– ?Puedo marcharme? -pregunto en voz baja mientras miraba de reojo a Errki en el rincon.
– Errki decide -dijo Morgan escuetamente-. El es quien manda en esta casa, y en este momento esta dormido. Haz el favor de hacerme compania. Puedo vivir mucho tiempo de una albondiga como tu -concluyo.
Los dos empezaban a estar muy borrachos. Morgan era ya incapaz de recordar lo que estaba haciendo o que planes tenia. Le gustaba esa habitacion silenciosa y sombria en comparacion con la cegadora luz de fuera, y le gustaba oir la respiracion de Errki desde el rincon. Uno no debia tener planes. Nada de preocuparse por la hora. Solo estar sentado tranquilamente, dejando volar los pensamientos. El chico obeso se habia encogido en el suelo. Fuera, no se oia ningun ruido. Nada de pajaros ni viento silbando en los arboles. El whisky estaba menguando peligrosamente. Eso le preocupaba un poco. Penso que, en unas horas, volveria a estar sobrio y antes o despues tendria que levantar ese cuerpo gordo del suelo y hacer algo, pero no sabia que. Tenia dinero, pero nada de fuerzas para marcharse de la casa y volver a la carretera. Tampoco tenia amigos, excepto uno que estaba en chirona por un atraco a una oficina de correos y al que pronto soltarian. El, Morgan, conducia el coche. Escaparon en el ultimo momento y se separaron en cuanto estuvieron a salvo. Dos dias mas tarde detuvieron a su amigo, alguien lo habia delatado despues de ver las fotos que emitio la television. El muy tonto estaba endeudado y alguien habia encontrado por fin la ocasion de vengarse. Habia escondido el arma en el bosque, segun dijo, pero encontraron el dinero, casi sin tocar, en su apartamento. Nunca delato a Morgan y eso le parecio impresionante e