fuerzas. ?Hasta donde podrian haber llegado los dos hombres?

El bosque estaba como muerto, pedia agua a gritos. Llevaban mapas y podian ver la direccion en la que iban los senderos, donde estaban los viejos asentamientos. Uno de los hombres se puso a buscar un chicle en el bolsillo, a la vez que seguia a Nero con la mirada. El hocico del perro rastreaba sin cesar, siempre en la misma direccion. Alguna que otra vez daba una pequena vuelta, como si quisiera regresar al punto de partida. Pero luego continuaba. Sharif seguia delante. La cabeza y parte del lomo eran negros, el pelo brillaba bajo el sol crepuscular. El rabo tenia una franja dorada y las patas eran anchas y fuertes. Para esos hombres no habia nada mas hermoso que un pastor aleman bien cuidado. Era el perro, ese era el aspecto que debia tener un perro. Al cabo de quince minutos cambiaron y dejaron que Zeb fuera delante. Inmediatamente, a los perros se les desperto el instinto competidor y se concentraron otra vez, aunque empezaron a dudar y dejaron de mover los rabos, ya no olfateaban con tanta diligencia. Nero y Sharif no sabian si avanzar o retroceder. Los hombres fueron pacientes. Aprovecharon la ocasion para descansar un poco tras la laboriosa subida. Se encontraban en lo alto de una colina, desde donde podian ver la carretera principal y la barrera.

– Estoy seguro de que hicieron una pausa aqui -dijo Sejer en voz baja.

Los demas estuvieron de acuerdo. Desde aqui echarian un vistazo a la barrera y a la patrulla, y luego seguirian, ?pero en que direccion?

– Aqui hay una colilla.

Skarre la recogio.

– Un cigarrillo liado. Papel Big Ben. -La metio en una bolsa de plastico y se la guardo en el bolsillo. Siguio buscando, pero no encontro nada mas.

– Dejemos a Zeb que continue, y a los otros los ponemos a dar vueltas -sugirio Ellmann.

Nero y Sharif empezaron a rastrear a ambos lados del sendero en un diametro de unos cincuenta metros y Zeb seguia avanzando en linea recta, pero las senales eran difusas. El perro ya no se mostraba tan interesado, a veces se detenia y parecia poco concentrado. Miraron hacia atras. Seguro que no habian ido a la granja de la victima, pero puede que se hubieran dirigido a los viejos asentamientos. Era bastante probable que con ese calor hubieran entrado a descansar en una de las viejas granjas de verano. En ese caso, los perros encontrarian mas huellas alli que en ese terreno seco.

El bosque estaba muy tranquilo, no como en el otono, con la caza y la recogida de bayas. Ademas, hacia demasiado calor para ir de excursion si uno no estaba obligado, le pagaban por ello o padecia un incurable afan de aventuras, de ese que se mete en la sangre como hormigas minusculas, sin dejar descansar al que lo sufre.

Sejer se paso la mano por la frente y comprobo que llevaba el arma. En los entrenamientos le salia muy bien, pero sospechaba que eso no le ayudaria si se produjera un tiroteo. Le preocupaba. Una sola decision equivocada podria acarrear consecuencias fatales. Suspension de empleo, invalidez, muerte, cosas terribles. Por alguna razon se sentia vulnerable, como si la vida le importara de una forma diferente. Se esforzo por pensar en otra cosa y acelero el paso. Miro a Skarre, que se habia tapado la frente con la visera para protegerse del calor.

– Dios sabe lo que puede haberle pasado a ese pobre del manicomio -murmuro Sejer.

– Creo que hay las mismas razones para temer por el otro -dijo Skarre, mirandolo de reojo.

– No sabemos si realmente lo hizo el. Solo que estuvo alli.

Skarre llevaba gafas con montura metalica y cristales de sol sueltos y colocados encima de los fijos.

– Mira a tu alrededor -dijo-. No es un lugar muy concurrido, ?verdad?

– Lo digo solo para ser ecuanime. Digamos que los dos estan en igualdad de condiciones.

– Excepto que uno de los dos va armado -objeto Skarre.

Siguieron andando. Los perros se adentraron en la amplia zona forestal. A veces atravesaban tupidos matorrales, en otras partes, el sendero estaba abierto y despejado. La sangre ardia en los cuerpos de los perros. La luz era hermosa, dorada y rebosante, y los matices verdes de los arboles infinitos: oscuros en la profundidad de las sombras, dorados en las partes mas despobladas; ramas de abetos; hojas caducas, unas suaves, otras asperas; agujas que pinchaban, hierbas que les acariciaban los pies; ramas que les golpeaban en la cara, insectos que se posaban en ellos. Pronto dejaron de ahuyentarlos, costaba demasiado esfuerzo. Solo en una ocasion, Skarre intento defenderse de una colerica avispa que queria adentrarse en su pelo rizado. Mas adelante se detuvieron a beber en un arroyo del que manaba poca agua. Dejaron beber a los perros, y los hombres se refrescaron con agua helada la cara y la nuca. Los animales seguian concentrados en su mision y en el olor de esos dos hombres a los que estaban buscando, aunque fuera debil. Eran resistentes y energicos, no resignados, como los seres humanos cuando tienen que andar mucho. Tal vez los fugitivos estuvieran descansando en alguna sombra, con los pies metidos en un charco. La idea de un chapuzon penetro en la mente de todos. Era ridiculo, pero se les habia metido en la cabeza y no podian rechazarla. Agua helada y burbujeante, sumergir el cuerpo ardiendo, quitarse el sudor del pelo.

– En Vietnam -dijo Ellmann de repente- cuando los americanos atravesaban los bosques a la hora mas calurosa del dia, sus cerebros comenzaban a hervir bajo los cascos.

– ?Hervir? ?Venga ya!

Sejer hizo un gesto de resignacion.

– Nunca volvieron a ser los mismos.

– Nunca volvieron a ser los mismos, hirviesen o no sus cabezas. Pero en serio -se volvio hacia ellos-, ?creeis que seria posible?

– Claro que no.

– Pero tu no eres medico -dijo Skarre, colocandose bien la gorra.

Se rieron. Los perros seguian su camino, indiferentes a la conversacion de los hombres. A veces olfateaban hacia los lados. Andaban despacio, pero manteniendo el rumbo. El grupo de hombres pensaba que los fugitivos habrian preferido seguir un sendero a intentar abrirse paso a traves del impenetrable bosque.

– Los encontraremos -afirmo Sejer con resolucion.

– Se me ocurre pensar -dijo Ellmann, siguiendo a Zeb con la mirada y dejando escapar un suspiro- en lo tragico del destino del varon.

– ?Que dices? -pregunto Skarre volviendose.

– La testosterona. Lo que hace agresivo al hombre es la testosterona, ?no?

– ?Si, y que?

– Eso hace que casi nunca busquemos a mujeres en estas excursiones. ?Os imaginais lo ligeras de ropa que irian con este calor!

Sejer sonrio entre dientes. Luego penso en Sara. En el circulo de sus ojos. Skarre descubrio esa repentina expresion en la cara de Sejer.

– ?Preocupado, Konrad?

– Bueno, voy tirando.

Los hombres estaban de un excelente humor. De pronto, una avioneta blanca y brillante aparecio en el cielo azul. Sejer la miro con anoranza. Haria mas fresco alla arriba y soplaria mas el aire. Se imagino a si mismo dentro de la avioneta con el paracaidas a la espalda, abriendo la puerta y mirando a la tierra. Luego se tiraria, primero en caida libre, antes de empezar a volar agradablemente sobre una columna de aire.

– ?La ves, Jacob? -pregunto, volviendose y senalando con el dedo.

Skarre miro preocupado la avioneta. Su imaginacion se puso a trabajar con energia.

– ?Alguien tiene un espejo?

Morgan intento mirarse la nariz, poniendose bizco.

– El que tiene amigos, no necesita espejo -dijo Errki con voz poco clara desde su sitio junto al armario.

– Este tio es increible, tiene respuesta para todo -dijo Morgan, mirando a Kannick.

– Tengo uno en la maleta -contesto Kannick en voz baja. Todavia le costaba mirar a Errki a los ojos. Tal vez en ese momento estuviera ideando una manera asquerosa de matarlo. Tenia una cara muy extrana.

– Cogelo, Errki -ordeno Morgan.

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