– Con esta.

Morgan la miro con curiosidad y acaricio las plumas amarillas y rojas.

– Vaya. ?Estas jugando a los indios? ?Tambien hay un vaquero ahi fuera?

Kannick sacudio energicamente la cabeza.

– Sssolo essstoy entrrrenando -tartamudeo.

– ?Entrenando? ?Para que?

– Para el Campeonato de juniors de Noruega.

Llevaba un buen rato sin respirar. Las palabras le salieron como sollozos. Errki oyo un sonido a gaita, no del todo puro en el tono.

– Metelo.

Morgan retrocedio para hacerles sitio. Errki empujo a Kannick mientras pensaba en que podia atarse alrededor del muslo para detener la hemorragia.

– Tengo que irme a casa -gimio Kannick, deteniendose en seco.

– Sientate en el divan -dijo Morgan con rudeza-. Primero tendremos que aclarar la situacion. Tal vez puedas sernos util.

Kannick no podia dejar de mirar boquiabierto la nariz de Morgan. Estaba peor que antes, la parte suelta colgaba peligrosamente, y el color recordaba a una patata podrida. Tambien vio la botella de whisky en el suelo, la radio en el marco de la ventana y su flecha, que vibraba en la pared. El hombre del pelo rizado estaba borracho, lo que no le tranquilizo lo mas minimo. Se dejo caer en el divan y permanecio sentado con las manos entre las rodillas sin saber que decir. Entonces le llego la pregunta que habia temido.

– ?Alguien sabe donde estas?

No, nadie lo sabia. No sabrian donde buscar. Pero si Margunn tuviera la brillante idea de mirar en el armario, veria que el arco no estaba, y pensaria que Kannick estaba en el bosque. Pero el bosque era grande. Podria pasar una eternidad hasta que lo encontraran, y ademas, esperarian mucho tiempo antes de salir a buscarlo. Y en todo caso, Margunn al principio solo enviaria a Karsten y Philip. Y esos dos eran muy vagos, y encima, no conocian bien el bosque.

– ?Contesta! -dijo Morgan con un hipo.

– No -susurro-. Nadie lo sabe.

– Incomodo, ?verdad?

Kannick bajo la cabeza. Era peor que incomodo, era el final de todo.

– ?No tendras una cerveza fria?

Morgan se relamio los labios. En el momento de hacer la pregunta, le sobrevino una sed indescriptible.

Kannick se esperaba algo muy diferente.

– Tengo regaliz -murmuro.

– Vale. Dame regaliz. No me queda saliva en la boca.

Kannick se metio con mucho esfuerzo la mano en el bolsillo del pantalon y saco una cajita de pastillas de regaliz. Morgan le arrebato la caja, estuvo un rato intentando despegar las pastillas, y por fin se metio tres en la boca.

– Permiteme presentarnos -dijo haciendo mucho ruido al masticar.

– Este es Errki. Esta poseido por malos espiritus y siempre anda charlando con ellos. Yo me llamo Morgan, y me estan buscando por un pequeno espectaculo que di esta manana. Estamos aqui juntos, pasando la tarde. Este loco me ha destrozado la nariz -anadio-. Te lo digo para que sepas que es un tipo con quien no debes bromear.

Kannick asintio solemnemente con la cabeza.

– Y ahora tu. ?Quien eres?

Yo soy el que quisiera llamarse Jeronimo. El que encuentra los senderos.

– Perdona, no te he oido.

– Kannick.

– ?Se puede llamar alguien asi?

– Se hace lo que se puede -contesto el chico, falto de aliento.

– Ja, ja. ?El chico tiene sentido del humor!

Errki se habia dejado caer al suelo, se habia envuelto en la chaqueta de cuero y tenia el muslo apretado con las manos.

– Lo habia visto antes -dijo en voz baja.

Morgan lo miro sorprendido.

– ?Donde?

– Abajo, en la granja de la vieja.

– ?Como?

Morgan se volvio bruscamente.

– ?Te vio? ?Eres el chico que estaba jugando cerca? ?Ese chico del que hablaron en la radio?

Kannick bajo la vista.

– Ay, ay, ay, esto es grave. ?Joder, Errki! ?Te vio! ?Tendremos que quitarnoslo de encima!

De Kannick salio de repente un pitido, como cuando se pisa un juguete de goma. Sus largas pestanas temblaron de miedo.

– Habras hablado con los maderos, ?no?

Kannick no contesto.

– Bueno, a Errki no le importa. En ese sentido es bastante raro. En realidad, tenemos buenas intenciones. Lo que pasa es que nos estamos aburriendo. Estamos aqui esperando a que llegue la noche. Hablando de la noche - anadio Morgan-, es por la noche cuando Errki se vuelve loco de verdad. Le crecen los colmillos y las orejas se le ponen picudas. ?A que si, Errki?

Errki no contesto. Miro de reojo a Kannick. El miedo hacia brillar sus ojos en la cara carnosa. El chico se mordia el labio inferior sin cesar, y el color habia abandonado hacia mucho sus mejillas.

– Oye -dijo Morgan-. ?No te habras traido bocadillo y termo? Estamos a punto de morir de hambre.

– Tengo chocolate en la maleta, pero seguro que se ha derretido.

Errki reacciono al instante. Se levanto y agito los dedos.

– ?Ve a por esa maleta!

– Quieto -dijo Morgan en voz baja-. Ve tu, si no, se nos escapa. ?Y tienes que compartirlo conmigo!

Errki salio cojeando. Se puso a buscar la maleta. Daba vueltas sin ton ni son entre los matorrales, mientras se sujetaba la herida. Al final la encontro, y mas arriba estaba el arco. Lo arrastro todo hasta la casa y abrio la maleta. Dentro habia mas flechas, y muchas cosas para el desconocidas. Y chocolate de las marcas Mars y Snickers. Le temblaron los dedos al cogerlo. Luego entro despacio en la casa con una barrita en cada mano. Snickers y Mars, Snickers y Mars, chocolate semiderretido. Una con cacahuetes y caramelo, la otra con toffe. El papel crujia. Entro en la habitacion, sopesandolas en la mano. Las dos eran buenas, la Snickers le gustaba mucho, pero Mars siempre habia sido su favorita, resultaba imposible elegir, y solo tenia derecho a una. Morgan se le acerco de un salto y agarro la Snickers.

– Esta es para mi. Tu puedes quedarte con la Mars. El gordo puede tomarse un whisky a cambio.

Kannick miro de reojo la botella en el alfeizar de la ventana. Nunca habia rechazado un poco de cerveza. Emborracharse no estaba mal si no ocurria demasiado deprisa. Pero no toleraba el whisky. Nego con la cabeza. Los dos estaban muy ocupados en comerse el chocolate, se relamian y masticaban ruidosamente como dos ninos. En medio de la desesperacion, le entraron ganas de reir, pero no le salio mas que un pobre sollozo.

– No te haremos nada -dijo Errki, con una extrana sonrisa.

– No hemos discutido aun sobre ese tema -senalo Morgan, tragando el chocolate.

– No tiene nada de lo que nosotros queremos, excepto chocolate.

– Tal vez el Mantecas pueda ayudarnos -dijo Morgan.

– Todo se ira al infierno de todos modos. Con o sin Jannick.

– Kannick -corrigio el chico.

Morgan se limpio la boca con el dorso de la mano.

– Supongo que querras volver con tu mama.

– Pues no.

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