dentro varias veces y revisado todos los armarios, incluso habia dormido sobre un viejo divan, en la sala. Miro la puerta. En la madera habia manchas oscuras y decidio apuntar a una de ellas.
El era el jefe Jeronimo. La puerta era un soldado mejicano, y la mancha negra, su corazon. El enemigo, los que violaban y mataban a las mujeres y ninos de la tribu. Los odiaba desde el fondo de su corazon de jefe indio.
Esta vez quiso tirar con la rodilla hincada en la tierra, como solian hacer los jefes. Era un reto mayor. Se arrodillo y saco la ultima flecha del carcaj. Tenia dos plumas amarillas y una pluma timonera roja. Coloco el culatin en la cuerda y enderezo la espalda. Por el visor, comprobo que el arco estaba estabilizado. Vio las manchas oscuras y apunto a una, mas o menos en medio de la puerta, un poco a la izquierda de donde en algun momento hubo un pomo. Tenso el arco. Noto como el anclaje se le colocaba debajo de la barbilla y la cuerda reposaba justo por encima de la punta de su nariz.
Solo un pequeno ajuste y ya tuvo la mancha en medio del visor.
Desde la distancia, noto que algo estaba sucediendo. La puerta se abrio y aparecio una figura oscura, pero el cerebro ya habia dado la orden y soltado el dedo. Quiso bajar el arco, sin embargo, no pudo evitar que la flecha saliera disparada a una velocidad de mas de cien metros por segundo.
No se oyo ningun sonido cuando alcanzo el blanco. Errki se quedo perplejo en la losa, delante de la puerta, y una minuscula sacudida recorrio su cuerpo. Kannick vio las plumas amarillas sobresalir de la tela negra del pantalon. Errki parecia sorprendido, pero no abrio la boca. Levanto vacilante la mano para sacar la flecha. En ese instante descubrio a Kannick,
Reconocio los pantalones cortados y el cuerpo hinchado. Entonces comprendio lo que llevaba en la maleta, esa maleta que el chico no habia soltado cuando salio corriendo por el camino con los ojos enloquecidos: un arco. Ahora lo habia bajado, el brillo del sol lo hacia parecer rojo, y la flecha que acababa de tirar salia de su muslo derecho. No dolia. Errki se sujeto los pantalones y apreto los dientes. La flecha salio con facilidad y al momento noto algo que se aflojo, como una pinza tensa que de repente deja de apretar. El chico dio la vuelta y se alejo corriendo.
Errki hizo algo que no habia hecho desde hacia muchos anos: salio corriendo tras el. La sangre calida empezo a correrle lentamente por el muslo. Kannick se estaba quedando sin aliento, pero no dejaba escapar ni un sonido de su boca mientras corria. Al cabo de un rato, solto el arco, aunque siempre habia pensado que jamas lo haria. Le estorbaba. ?Y esa figura negra, que correspondia a Errki Johrma, lo perseguia! Al darse cuenta de la gravedad de la situacion, las fuerzas lo abandonaron, y se quedo vacio en un instante. Perdio la concentracion, empezo a tropezar con ramas y matorrales, y penso que si se caia en ese momento, ya no le quedaria ninguna esperanza. Corria para salvar su vida, porque queria volver a casa, a la Colina de los Muchachos, a casa, a Margunn y todos los demas, a la vida cotidiana y segura en la fea casa, a Philip, que jadeaba en la cama vecina, a casa, a Christian, al sueno de ganar a todos en el Campeonato de Noruega, a casa, donde le esperaba la cena y el pan crujiente y casero, al televisor de pantalla borrosa y a la ropa de cama limpia cada quince dias. De repente, la vida le parecio un tesoro, algo por lo que merecia la pena luchar, y una sensacion vertiginosa y completamente nueva para el.
Entonces tropezo y cayo de bruces, con la frente en la hierba. No se resigno, siguio luchando, tenia que encontrar algo con que defenderse para poder matar a su perseguidor antes de que el perseguidor lo matara a el. Busco un palo, pero no habia mas que ramas secas, ni siquiera una piedra que pudiera lanzarle. Agotado, veia desaparecer la vida, veia como se esfumaba ante sus ojos. Se resigno. Se enrollo como una pelota y se quedo tumbado. Kannick no habia pensado jamas que fuera a morir tan joven. Empleo sus ultimos restos de fuerzas en prepararse. Los pasos de Errki se acercaban. Por fin se detuvieron junto a el. Ese hombre estaba loco. No se comportaria como lo hubiera hecho otro. Eso era lo peor, el no saber lo que le esperaba. Todas las historias que habia oido sobre Errki le pasaron por la mente.
– El que teme al lobo no debe andar por el bosque -susurro Errki.
Kannick oyo la voz baja del otro. Permanecio rigido en el suelo, ya estaba casi muerto. No se podia decir mas. Y sin embargo, volvio un poco la cabeza y vio la pernera del pantalon negro de Errki, de una anchura impresionante en la parte baja. Al parecer, la herida no le preocupaba. Otra senal mas de que el tio estaba loco. Seguramente no sentia dolor, ni su propio dolor, ni mucho menos el ajeno. Era insensible. Estar loco, penso Kannick, tiene que ser lo mismo que ser insensible a todo lo que te rodea.
– Levantate.
La voz no era amenazadora. Tenia un matiz de asombro. Kannick se levanto a duras penas, con la cabeza agachada. Pronto le daria una bofetada e intentaria frenarla con la frente y la sien. Para Kannick lo peor era una bofetada en esa mejilla tan carnosa. El estallido resultaba muy humillante. Pero no ocurrio nada.
– Adentro -dijo Errki escuetamente.
El hecho de que no levantara la voz resulto amenazador para el nino. Asi hablaban los sadicos, a los que les gustaba atormentar y torturar. Su voz era clara y calmada, no encajaba con el resto del cuerpo y, visto de cerca, Errki era verdaderamente siniestro. Sobre todo los ojos, a los que Kannick no se atrevio a mirar, aplazandolo todo lo que pudo porque pensaba que, si los miraba, seria su perdicion.
Asi que se habia escondido en esa vieja casa y alli habia permanecido todo el tiempo. No iba camino de Suecia, como habian dicho en la radio. Entrar en esa vieja casa en compania de Errki era como entrar en el Reino de los Muertos. Asi lo sentia. Desde dentro se oirian aun menos sus gritos de socorro. Se puso a temblar. Penso que, a pesar de todo, le estaba llegando el castigo por todo lo que habia hecho.
Ese futuro que nunca le habia preocupado, no solo estaba a punto de llegarle, sino que incluso estaba a punto de desaparecer. Tal vez moriria con dolor. Lo unico que Kannick temia era el dolor fisico. Su cuerpo temblaba de tal manera que la grasa se movia. Ojala se desmayara y desapareciera, sumergiendose lentamente en el suelo del bosque, cualquier cosa con tal de escapar a ese sueno negro en el que se encontraba. Pero no tenia por donde desaparecer y no se desmayo. Errki esperaba paciente. Era porque estaba seguro de ganar, ya que el chico no tenia la mas minima posibilidad de escapar.
Entonces descubrio el revolver. En medio de la desesperacion se le ocurrio una idea, una idea de un alma casi moribunda, la idea de que una bala en la cabeza lo salvaria de tormentos y torturas. Esa era la ultima esperanza de Kannick. Empezo a caminar despacio por la hierba. No entendia como le obedecian los pies, andaban contra su voluntad hacia la casa, adonde no queria ir, hacia el fin. Errki lo seguia. Se habia metido el revolver en el cinturon de la gran aguila, mientras se tapaba la herida con la mano. Sangraba mucho, pero con un vendaje podria cortarse la hemorragia.
– Tienes miedo -dijo Errki.
Kannick se paro, intentando comprender lo que queria decir el loco. Tal vez se trataba de un elemento de la tortura, el hacer que se sintiera seguro para, a continuacion, asestarle el golpe de gracia y alegrarse de su pavor, cuando Kannick se diera cuenta de que iba a morir de todos modos. Estaba tan absorto en sus pensamientos que seguia parado en el sendero. Errki tuvo que darle un empujon. Se estremecio y gimio por lo bajo, pero el tiro no llego. Echo a andar de nuevo, hasta que la casa se hizo visible entre los arboles. Tenia la sensacion de haber corrido durante una eternidad, pero en realidad solo habian sido unos doscientos metros. Se pararon delante de la casa. Entonces Kannick recibio el segundo susto. Un hombre rubio estaba en la puerta.
– Es el que quiere que le llamen Morgan.
Morgan los miro con los ojos abiertos de par en par.
– Hola, Errki. ?Has ido al carnicero a por manteca o que?
Apoyado contra el marco de la puerta, miraba incredulo la impresionante papada y los muslos del chico, que tenian el mismo diametro que la cintura de Errki.
Kannick le miro de reojo la nariz.
– Me ha dado en el muslo.
– ?Joder, Errki, estas sangrando como un cerdo!
– Te estoy diciendo que me ha dado.
Se agacho a recoger la flecha.