Le parecia que Sara habia plantado una semilla. Quiza llegara a germinar.

Un equipo estupendo.

Encontro el nombre en el libro de los nombres. Sara. La princesa.

Mas tarde, estaba en la cama, mirando al techo, mientras mantenia con ella una conversacion imaginaria.

Sabia que llegarias. Te he estado esperando.

Cuentame algo sobre ti, sonrio ella.

?Que quieres oir?

Un recuerdo de infancia. Uno bonito.

Este es bonito. El verano en que cumpli cinco anos, mi padre me llevo a ver la catedral de Roskilde. Yo no sabia lo que ocultaba el edificio, deje el caluroso sol de fuera y entre en la catedral sin haberme preparado. Estaba llena de ataudes. Mi padre me explico que habia personas dentro de ellos, todos los sacerdotes que habian prestado sus servicios en esa iglesia. Los tenian expuestos en una fila infinita, a cada lado de los bancos de los fieles para que todo el mundo pudiera verlos. Los ataudes estaban hechos de marmol y eran increiblemente hermosos. Hacia frio alli dentro y empece a tiritar. Me puse a tirar una y otra vez de la mano de mi padre porque queria salir. Luego, el se puso triste. Ahi duermen su sueno eterno, sonrio. Pero nosotros tenemos que volver a casa a trabajar en el jardin, a pesar del calor. Yo cortare el cesped, y tu quitaras la mala hierba.

El recuerdo de los ataudes no me abandono hasta que mi madre salio al jardin y nos sirvio compota de mermelada. Estaba fresca porque la guardaba en el sotano, pero la nata estaba tibia. Me comi la compota pensando que habia algo que no encajaba. Dentro de los ataudes no habia nada, solo telaranas y polvo. Y la compota sabia tan bien que me parecia imposible que la vida no durara para siempre. Mire el cielo azul y descubri de repente una legion de angeles con alas blancas volando. ?Tal vez vinieran a recogernos, y nosotros aun no habiamos acabado la compota! Mi padre tambien los vio. Levanto la vista y sonrio con entusiasmo. ?Mira, Konrad, lo bonitos que son!

El Ministerio de Defensa habia soltado quince paracaidistas que aterrizaron en el campo de futbol, muy cerca de casa. Nunca pude olvidar lo hermosos que eran, y lo silenciosos que bajaban.

Luego permanecio despierto un buen rato. Tenia mucho sueno, pero sus ojos estaban como iluminados desde dentro y miraban, abiertos como platos, la oscuridad. Daba vueltas en la cama y cada vez que se movia, Kollberg aguzaba el oido. Hacia demasiado calor para dormir. El cuerpo le empezo a picar. Se levanto resignado de la cama, se vistio y se fue al cuarto de estar. Kollberg lo siguio. ?Deseaba realmente tener a una persona tan cerca, a su lado en la cama cada manana, ano tras ano? ?Que diria Kollberg? Y dos perros machos no congeniarian.

– ?Salimos? -susurro. El perro contesto con un pequeno ladrido y fue delante hasta la puerta. Eran las dos. El bloque de viviendas parecia una columna solitaria en la noche sin estrellas.

Primero penso en ir al centro y pasar por el cementerio, pero luego cambio de idea. Tenia mala conciencia, era increible. Habia leido sobre esas cosas y no sabia como actuar. Luego penso: Tal vez deberia cambiar de casa o de coche, hacer borron y cuenta nueva, antes y despues de Elise. Pero no puedo avanzar. Hay algo que me lo impide.

Llevaba una camisa de manga corta. El soplo del aire nocturno en los brazos desnudos le alivio en parte el picor. Andaba sin cesar, como habia andado Errki.

Si uno quiere vivir en el mundo, hay que hacer lo que hacen los vivos, penso de repente. Se volvio y miro el bloque. Habia algo en el edificio, en esa enorme columna de hormigon gris con las luces apagadas, que recordaba a la angustia de los seres humanos. Quiero mudarme de casa, penso, quiero volver a ras de suelo. Quiero estar en la hierba, levantar la vista y ver las copas de los arboles.

– ?Nos cambiamos de casa, Kollberg? ?Nos vamos al campo?

Los ojos del perro se clavaron en los de su amo.

– ?No entiendes lo que te quiero decir, verdad? Vives en otro mundo. Y, sin embargo, nos lo pasamos bien juntos. Aunque eres un poco tonto.

Kollberg husmeo su mano, feliz. Konrad se la metio en el bolsillo del pantalon y saco una galleta para perros. Kollberg no entendia por que le daba un premio, pero la engullo moviendo el rabo con gran energia.

– Lo peor es que nunca sabre por que -murmuro-. ?Que sucedio realmente entre ellos? ?Que fue lo que Halldis dijo o hizo que pudo asustarle tanto? Los dos estan muertos, jamas lo averiguaremos. Pero asi es, de la mayoria de las cosas jamas te enteraras. Es curioso que lo aceptemos, como si durante toda la vida estuvieramos esperando algo que vendra despues, algo diferente y esclarecedor. Pero tu, tontito -dijo mirando al perro-, tu solo esperas la proxima comida.

El perro dio un brinco alocado y continuo su paseo.

– Estoy cansado -dijo Sejer en voz alta-. Volvamos a casa.

Dio la espalda a la ciudad y emprendio el camino de vuelta.

Dio la espalda al cementerio. Algo le dolia por dentro.

Skarre aparecio muy fresco, recien duchado y bronceado.

– ?Que te pasa? -pregunto Sejer.

– Nada, solo que tengo una sensacion de bienestar general.

– Me parece estupendo -dijo Sejer-. ?Sabes algo del laboratorio? ?Han comparado las huellas?

– Las huellas de Errki estan por toda la casa, hasta en el espejo. Las de la azada no son tan claras, pero siguen trabajando en ello.

– ?Has transcrito el interrogatorio de anoche?

– Aqui esta, jefe -contesto Skarre alcanzando a Sejer una carpeta de plastico con hojas-. ?Y que va a pasar con el chico? -pregunto.

– No mucho. Morgan confirmo que fue un accidente. Seguramente le permitan quedarse en la Colina de los Muchachos. Parece que es lo mejor. Ya ha tenido bastante por algun tiempo. Necesita tranquilidad, no que vuelvan a cambiarlo otra vez de sitio. Ire a verlo ahora. No estara en muy buena forma, pero tengo una pequena esperanza de que haya captado algo de Errki que Morgan no ha descubierto. Ojala pueda explicarnos algo.

– ?Crees que eso es probable? No es mas que un chico asustado -senalo Skarre, mirando a Sejer.

– Los chicos son observadores -sentencio Sejer.

– No tanto. Simplemente observan cosas diferentes a las que observan los adultos -dijo Skarre, reafirmandose en su idea.

– Y eso puede resultarnos util.

Skarre fruncio el ceno.

– Algo te pasa.

– ?Que quieres decir?

– Es como si no quisieras aceptar lo sucedido. Eso no es propio de ti.

– Solo tengo curiosidad -contesto Sejer cortante.

– Pareces cansado.

– Esta noche -dijo muy serio- he tenido muchos picores.

Y con esta dramatica informacion se metio en su despacho.

– ?Te llamas Morten Garpe?

– Asi es.

– Pero dices llamarte Morgan.

– Entre los amigos que no tengo me llaman Morgan.

– ?Que no tienes? ?Por que usas ese nombre?

– Porque es un poco mas interesante, ?no?

En este punto, Skarre habia omitido anotar que los dos se rieron.

– Bueno, Morten. ?Eso quiere decir que estas solo en el mundo?

Вы читаете ?Quien teme al lobo?
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату