dia de competicion y que habia muchas cosas que hacer. Tampoco entendia que Fanny necesitara alejarse. Las cuadras eran su cuerda de salvacion. Si no tuviera los caballos, ya habria sucumbido.

La inquietud se apodero de ella cuando se imagino un escenario aun peor: que su madre quiza no estuviera sola. Si estaba alli su «novio» Jack, estarian aun mas bebidos y a ella le costaria conciliar el sueno.

A la manana siguiente tenia que madrugar para ir a la escuela y necesitaba dormir para poder sobrellevarlo. Octavo estaba siendo un suplicio del que ansiaba librarse cuanto antes. Fanny trato de esforzarse al comenzar el curso, pero iba cada vez peor. Le costaba concentrarse y habia empezado a faltar bastante a clase. No se sentia con fuerzas, sencillamente.

Ya tenia mas que suficiente con la carga que llevaba a sus espaldas.

Lunes 12 de Noviembre

Se le habia formado una pompa de saliva en la comisura de los labios. Cada vez que respiraba, esta se iba haciendo mas grande, hasta que exploto y se le fue resbalando por la barbilla hasta acabar en la almohada.

Habia claridad en la habitacion. Las persianas estaban subidas y las marcas de suciedad de los cristales de la ventana se veian perfectamente. En el alfeizar habia un solitario tiesto con una violeta africana marchita desde hacia bastante tiempo.

Henry Dahlstrom fue recuperando lentamente la conciencia ante los insistentes timbrazos del telefono, que rompian el espeso silencio del piso, resonando entre las paredes de aquel deslucido apartamento de dos habitaciones y cocina, hasta sacarlo por fin del sueno. En su interior fueron aflorando algunos pensamientos sueltos que lo devolvieron inexorablemente a la realidad. Tenia una ligera sensacion de felicidad, pero no lograba recordar a que se debia.

El dolor de cabeza lo asalto en cuanto saco las piernas de la cama. Se incorporo despacio. Veia borroso el dibujo impreciso de la colcha. La sed lo obligo a levantarse y fue dando tumbos hasta la cocina. El suelo se movia. Se apoyo en el marco de la puerta y contemplo el caos.

Los armarios de la cocina estaban abiertos de par en par y la encimera estaba abarrotada de vasos sucios y platos con restos de comida, y en la jarra de la cafetera electrica solo quedaba cafe requemado. Alguien habia dejado caer un plato al suelo. Pudo distinguir algo de arenques fritos y de pure de patatas entre los trozos de porcelana. La mesa estaba llena de latas de cerveza y de botellas vacias, ademas de un cenicero repleto de colillas y un monton de boletos de apuestas de las carreras de caballos.

De repente, recordo a que se debia esa ligera sensacion de felicidad. Habia acertado una quiniela V5, y fue el unico acertante. El premio era de vertigo, al menos para el. Le habian pagado mas de ochenta mil coronas en dinero contante y sonante, que fueron a parar directamente a su bolsillo. Nunca habia tenido tanto dinero.

Al momento advirtio que no sabia lo que habia hecho con el dinero. Sintio una punzada en el estomago ante el temor de que hubiera desaparecido. Semejante fortuna.

Angustiado, recorrio de arriba abajo las baldas medio vacias de los armarios de la cocina con la mirada inquieta. Deberia haber tenido la suficiente prudencia como para guardarlo. A no ser que alguno de ellos… No, se negaba a creerlo. Aunque, tratandose de alcohol o de dinero, uno nunca podia estar seguro.

Desecho esa idea y trato de recordar lo que habia hecho la noche anterior cuando llegaron a casa despues de las carreras. ?Donde demonios…?

Ah, si, claro, en el armario de la limpieza. Con las manos temblorosas consiguio sacar el paquete de bolsas de papel para la aspiradora. Cuando toco el monton de billetes, respiro aliviado. Se sento en el suelo con el envoltorio entre las manos, como si fuera un jarron de porcelana de gran valor, al tiempo que en la cabeza se le agolpaban las ideas de lo que iba a hacer con ese dinero. Un viaje a Gran Canaria y tomar copas de esas con sombrillitas. Quiza invitar a Monica o a Bengan, ?y por que no a los dos?

Se acordo de su hija. La verdad es que deberia mandarle algo. Su hija ya era mayor y vivia en Malmo. La relacion entre ellos estaba rota desde hacia mucho tiempo.

Henry volvio a colocar el paquete en el armario y se levanto. Miles de estrellas bailaban ante sus ojos.

Lo acuciaba la necesidad de beber algo. Las latas de cerveza estaban vacias y lo mismo sucedia con las botellas de licor. Encendio una de las colillas mas largas que encontro en el cenicero y solto una maldicion cuando se quemo el dedo.

Entonces descubrio una botella de vodka debajo de la mesa en la que aun quedaba un buen trago. Se lo echo al coleto con ansiedad y el carrusel que le daba vueltas en la cabeza se calmo un poco. Salio a la terraza y aspiro el frio y humedo aire de noviembre.

En el cesped, mira por donde, habia una lata de cerveza sin abrir. Se la bebio de un trago y se sintio definitivamente mejor. En el frigorifico encontro un trozo de salchicha y una cazuela con restos resecos de pure de patata.

Era lunes por la tarde. Eran mas de las seis y el Systembolaget [1] estaba cerrado. Tenia que salir a buscar algo de beber.

Henry subio al autobus para ir hasta el centro. El conductor era un tipo simpatico que le permitio viajar gratis, aunque ahora, sin duda, tenia dinero para pagar el billete. Cuando se bajo en Ostercentrum, era el unico pasajero. La lluvia flotaba en el aire, era de noche y la ciudad parecia bastante desierta. La mayoria de las tiendas ya estaban cerradas a esa hora.

En uno de los bancos que habia junto al puesto de salchichas de Ali estaba sentado Bengan con ese tal Orjan recien llegado de la Peninsula. Un tipo desagradable; palido y con el pelo negro, peinado hacia atras con gomina, y con una expresion penetrante en los ojos; los musculos de los brazos revelaban como habia matado el tiempo en el trullo, del que hacia poco que lo habian soltado. Habia cumplido condena por un delito de lesiones graves. Tenia los brazos y el pecho cubiertos de tatuajes y una parte del dibujo le sobresalia por debajo del mugriento cuello de la camisa. Henry se sentia cualquier cosa menos comodo con el, y no contribuia a mejorar las cosas el hecho de que este siempre llevara consigo a ese perro de pelea grunon, blanco, con los ojos rojos y el hocico cuadrado. Feo como un demonio. Se jactaba de que habia matado a un caniche en Ostermalm, justo en el centro de Estocolmo. La duena del perro, una pija de clase alta, se puso como loca y sacudio a Orjan con el paraguas antes de que llegara la policia y se hiciera cargo de ella. El se habia librado, con la advertencia de que le comprara al perro una correa mas fuerte. Hasta la television se habia hecho eco del incidente.

Cuando Henry se acercaba se oyo un grunido sordo procedente de la garganta del perro, que estaba echado a los pies de Orjan. Bengan lo saludo haciendo una temblorosa senal con la mano. Se veia a la legua que su amigo estaba muy borracho.

– Hola, ?que tal? Enhorabuena otra vez, tronco, joder que bien.

Miraba a su amigo con ojos turbios.

– Gracias.

Orjan saco una botella de plastico cuyo contenido era transparente, imposible de identificar.

– ?Quieres?

– Si, claro.

Aquella bebida tenia un olor penetrante. Despues de darle varios largos tragos dejaron de temblarle las manos.

– Esto te ha sentado bien, ?no?

Orjan hizo la pregunta sin sonreir.

– Ya lo creo -dijo Henry, sentandose en el banco al lado de los otros dos.

– ?Como va la cosa?

– Bueno, la cabeza arriba y los pies en el suelo.

Bengan se acerco mas a Henry y le resoplo en la oreja.

– Joder, oye, lo de la pasta -le silbo-. Vaya historia. ?Que vas a hacer?

– No se.

Henry lanzo una rapida mirada hacia Orjan, que habia encendido un cigarrillo. Estaba mirando hacia Ostergravar, en la zona este de la muralla, y parecia que habia dejado de escuchar.

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