– Ya hablaremos de eso -le dijo en voz baja-. Quiero que mantengas la boca cerrada sobre lo del dinero, no quiero que se entere nadie mas. ?Entendido?
– Claro, tranquilo -le prometio Bengan-. No faltaba mas, colega.
Dio una palmadita en el hombro a Henry y se volvio hacia Orjan.
– Anda, pasa un trago -dijo agarrando la botella.
– Bebe mas despacio, joder.
«Tipico de Orjan -penso Henry-. Siempre tiene que hacerse el interesante. ?De que piano habla?» El perro ensenaba los dientes.
Lo unico que queria Henry ahora era comprar bebida y largarse de alli cuanto antes.
– ?Teneis algo para vender?
Orjan empezo a rebuscar en un viejo bolso de piel de imitacion. Saco una botella de plastico con aguardiente de fabricacion casera.
– Cincuenta coronas. Aunque puede que tengas dinero para soltar un poco mas, ?no?
– Pues no. Solo tengo un billete de cincuenta.
Henry le dio el billete y echo mano a la botella. Orjan no la soltaba.
– ?Seguro?
– Si.
– ?Y si no te creo? ?Y si creo que tienes mas, solo que no tienes ganas de pagar mas?
– ?Que cono! ?Corta el rollo!
Tiro de la botella levantandose al mismo tiempo. Orjan sonreia burlon.
– ?No aguantas una pequena broma?
– Tengo que irme. Adios, nos vemos.
Se dirigio hacia la parada del autobus sin volverse. Sentia los ojos de Orjan clavados en su espalda como alfileres.
Estaba comodamente recostado en el unico sillon que habia en el cuarto de estar. De vuelta a casa habia comprado en el kiosco un refresco de pomelo, Grape Tonic, y mezclandolo con el aguardiente habia conseguido un cubata que sabia bastante bien. En la mesa delante de el estaba el vaso lleno, con sus tintineantes hielos. Henry observaba el ascua del cigarrillo en la semipenumbra del cuarto disfrutando de su soledad.
Que el piso estuviera sin limpiar tras la juerga de la noche anterior era algo que no le preocupaba.
Puso en el estereo un viejo disco de Johnny Cash. La vecina protesto dando unos golpes en la pared, probablemente porque le molestaba la musica en mitad de la telenovela sueca que echaban en la television. Ni se inmuto, detestaba todo lo que pudiera considerarse la vida normal de un ciudadano sueco corriente.
Incluso en la epoca en que aun estaba activo profesionalmente, evito caer en la rutina. Como fotografo principal del Gotlands Tidningar, normalmente podia organizarse el mismo el horario. Y cuando, andando el tiempo, monto su propia empresa, hacia, claro esta, lo que le daba la gana.
En algunos momentos de lucidez pensaba que esa libertad habia sido el principio del fin. Eso habia permitido que se diera a la bebida y que esta, de forma lenta pero implacable, hubiera ido restandole tiempo al trabajo, a la familia, al ocio y que, al final, se hubiera antepuesto a todo lo demas; su matrimonio se rompio, los encargos desaparecieron y la relacion con su hija se volvio cada vez mas esporadica y, despues de unos anos, se interrumpio del todo. Al final acabo sin dinero y sin trabajo. Los unicos amigos que le quedaban eran sus companeros de borrachera.
Lo saco de sus cavilaciones un ruido procedente de la terraza. Se quedo parado a medio camino mientras se llevaba el vaso a la boca. ?Seria alguno de los malditos chavales de la zona que se dedicaban a robar bicicletas para luego pintarlas y venderlas? Tenia la suya fuera sin el candado puesto. Ya habian intentado robarsela antes.
Otro ruido. Miro el reloj. Las once menos cuarto. Alguien andaba por ahi fuera, no cabia duda.
Podia tratarse de algun animal, evidentemente, un gato quiza.
Abrio la puerta de la terraza y escudrino la oscuridad. La exigua franja de cesped que habia en la esquina de la casa estaba iluminada por el frio resplandor de la farola. La bicicleta estaba apoyada contra la pared como siempre. Cerca del camino peatonal una sombra desaparecio entre los arboles. Probablemente solo se trataba de alguien que habia salido a dar una vuelta con el perro. Para mayor seguridad, cerro la puerta del patio con llave.
Esa interrupcion lo irrito. Encendio la lampara del techo y echo un vistazo por el piso con aversion. No se sentia con fuerzas para contemplar aquel desastre, asi que metio los pies en las zapatillas y bajo al cuarto de revelado que tenia en el sotano, para comprobar como habian salido las fotografias que tomo en las carreras. Habia sacado un carrete entero de Ginger Star, un par de ellas justo cuando cruzaba la linea de meta. Con la cabeza estirada hacia delante, las crines al viento y el hocico por delante de todas las demas. ?Que sensacion!
El portero de la casa habia sido muy amable y le habia permitido utilizar un cuarto trastero que antes se empleaba para guardar las bicicletas. Henry lo habia arreglado y habia colocado alli el aparato para hacer las copias, las cubetas para los liquidos y un tendedero para secar las fotografias. La ventana del sotano estaba tapada con trozos de carton negro para impedir que pasara la luz del sol.
La unica fuente de luz que habia era una bombilla roja en la pared. Bajo el debil reflejo de esta lamparilla podia trabajar sin dificultades. Le gustaba estar en el cuarto de revelado. Concentrarse en una cosa envuelto en un silencio y una oscuridad casi totales. Esa sensacion de calma solo la habia experimentado antes en otra ocasion, durante su luna de miel en Israel. Un dia Ann-Sofie y el salieron a bucear con esnorquel. Deslizarse bajo la superficie del mar, entre sus aguas silenciosas, fue como hallarse en otra dimension. Tranquilos, donde el bullicio constante del exterior no podia alcanzarlos. Era la unica vez que habia practicado esa modalidad de buceo, pero aun conservaba nitido el recuerdo de aquella experiencia.
Llevaba trabajando un buen rato cuando lo interrumpieron unos golpes discretos en la puerta. Instintivamente se paro y aguzo el oido. ?Quien podia ser? Ya debia de ser casi medianoche.
Volvieron a llamar, mas despacio y durante mas tiempo. Saco del liquido fijador la fotografia con la que estaba trabajando y la colgo para que se secara, mientras los pensamientos se agolpaban en su mente.
?Deberia abrir la puerta? La prudencia le decia que lo mejor era no hacerlo. Que podia estar relacionado con el premio. Alguien que queria el dinero. La noticia de que habia ganado en las carreras ya se habria propagado. El ruido al otro lado de la puerta escondia un peligro. La boca se le quedo seca. Aunque a lo mejor solo era Bengan.
– ?Quien es? -grito.
La pregunta quedo flotando en la oscuridad. No hubo respuesta, solo un espeso silencio. Se dejo caer en el taburete, busco a tientas la botella de aguardiente y dio unos tragos rapidos. Pasaron algunos minutos sin que ocurriera nada. El permanecia sentado completamente quieto esperando, sin saber que.
De repente empezaron a aporrear con fuerza la ventana del otro lado. Pego un salto tan brusco que estuvo a punto de dejar caer la botella al suelo. Los ultimos restos de la resaca desaparecieron y clavo los ojos en el trozo de carton que cubria la ventana. Casi no se atrevia a respirar.
Entonces se repitieron. Fuertes, atronadores. Como si la persona que estaba ahi fuera no usara los nudillos sino algun objeto. El techo y las paredes amenazaban con venirsele encima. El miedo se apodero de el. Ahi estaba, atrapado como una rata, mientras alguien en el exterior jugaba con el. La frente se le cubrio de sudor y se le revolvieron las tripas. Tenia que ir al servicio.
Los porrazos dieron paso a un ritmico golpeteo, una monotona sucesion de golpes contra la ventana. En el edificio nadie iba a oir sus gritos pidiendo ayuda. Un dia de diario a medianoche. La persona o personas que estaban ahi fuera, ?pensaban romper la ventana? De todos modos era imposible entrar por ella, era demasiado pequena. La puerta estaba cerrada con llave, de eso estaba seguro.
De pronto se quedo todo en silencio. Tenia todos los musculos del cuerpo en tension. Aguzo el oido tratando de captar algun ruido que no llego.
Permanecio durante casi una hora paralizado en la misma posicion, antes de que se atreviera a levantarse. El rapido movimiento hizo que se sintiera algo mareado y que empezara a tambalearse. Veia estrellas blancas que centelleaban en medio de la oscuridad. Necesitaba ir al servicio, ya no podia aguantarse mas. Las piernas lo sujetaban a duras penas.