– ?Te encuentras bien?
– Si -respondio el-. Estaba pensando.
– ?Te duele la cabeza?
Hizo gestos de negacion. Durante el otono habia sufrido continuos ataques de terribles dolores en la frente; el ultimo, hacia unas cuantas semanas. ?Habria notado ella su indecision? No lo creia.
– Hoy nos envian a un chico nuevo a la brigada. Es de Gotemburgo.
– Desarmalo -dijo Rebecka en tono seco.
No se preocupo de responder, sino que de pronto le entro prisa, salio de la cocina y desaparecio en el cuarto contiguo que servia de despacho y biblioteca.
– Volvere tarde -dijo practicamente desde el interior del armario.
Tiro a un lado un chandal, un par de zapatos y un jersey que le habia hecho Rebecka. Debajo de unas cuantas cajas de carton habia una bolsa de plastico de Kapp-Ahl. La cogio, cerro la puerta y cruzo apresurado la cocina.
– Volvere tarde -repitio, y se quedo parado un instante en el vestibulo antes de cerrar la puerta tras de si y salir a la fria manana de diciembre; respiro hondo un par de veces, inclino un poco la cabeza como para tomar impulso.
Diciembre. Tiempo de oscuridad. A Rebecka le parecia que aquella oscuridad era mas impenetrable que nunca. Haver no recordaba haberla visto antes tan deprimida. Habia observado sus tenaces esfuerzos por conservar la mascara, pero bajo la fragil superficie anidaba la angustia otonal, o lo que fuera, y tironeaba de la delicada membrana que cubria su rostro.
Caian algunos copos de nieve. En el numero 3 se encontro a Josefsson con su caniche. El vecino, que siempre expresaba con entusiasmo su admiracion por la policia, sonrio y comento algo sobre el proximo invierno. A Haver le costaba aguantar el eterno entusiasmo campechano de Josefsson y murmuro algo sobre las duras semanas de trabajo.
Penso en Rebecka. Deberia volver a trabajar. Necesitaba tener gente a su alrededor, el estres de la planta, el contacto con pacientes y companeros de trabajo. Las pequenas conversaciones que mantenian por la noche, cuando intercambiaban unas palabras sobre lo que habia sucedido en el trabajo durante la jornada, habian sido sustituidas por el mal humor y una tensa espera a que sucediera algo. Algo nuevo, algo que diera un nuevo impulso a sus vidas. Despues de tener a Sara, su segunda hija, su existencia habia perdido mucha de la emocion que hasta entonces condimentaba sus vidas.
Haver sentia que la rutina del trabajo ahora se complementaba tambien con la del hogar, en una especie de soporifero punto muerto. Hubo un tiempo en el cual el regresaba a casa lleno de alegria, echando de menos a Rebecka, deseando estar junto a ella.
?Era ella la unica culpable? Haver habia pensado en ello. Sammy Nilsson, su companero en la unidad, decia que se trataba de un sintoma de vejez.
– Estais en la crisis de la edad madura, esa epoca en la que las parejas descubren que la vida no va a mejorar -expuso con una sonrisa en los labios.
Haver rechazo la idea.
– Que chorrada.
Ahora ya no estaba tan seguro de ello. Amaba a Rebecka desde el primer instante. ?Sentia ella lo mismo por el? Habia descubierto en su rostro una expresion desconocida, critica. Como si ella lo observara con ojos nuevos. Era cierto que desde que Ann Lindell estaba de baja por maternidad el trabajaba mucho mas, pero ya antes habian pasado por periodos en los cuales el trabajaba tanto como ahora y, sin embargo, Rebecka no se habia quejado.
Sono el movil.
– Hola, soy yo -dijo Ottosson, el jefe de la unidad-. Hoy te puedes olvidar de las practicas de tiro. Tenemos un cadaver.
Haver se detuvo. El caniche de Josefsson ladro en la distancia. Se habria encontrado con el labrador del vecino del 5.
– ?Donde?
– En Libroback. Un tipo que hacia jogging se tropezo con el cuerpo.
– ?Un tipo que hacia jogging?
El sol apenas habia aparecido en el horizonte. ?La gente salia a correr tan temprano con este tiempo?
– La cientifica esta en camino -dijo Ottosson.
Sonaba cansado, casi ausente, desinteresado, como si fuera habitual que la gente que hacia jogging tropezara con cadaveres.
– ?Se trata de un asesinato?
– Es posible -empezo Ottosson, pero se corrigio de inmediato-. Seguro. Esta mutilado.
Haver noto desesperacion en la voz de su jefe. No se trataba de cansancio; era la resignacion ante la maldad humana lo que hacia que el buenazo de Ottosson pareciera desmotivado.
– ?En que lugar de Libro?
– Justo a la salida de la ciudad, a la derecha, despues de pasar el almacen del ayuntamiento.
Haver reflexiono mientras abria la puerta del coche; intento recordar como era la prolongacion de la calle Borjegatan.
– ?En la ITV?
– Mas lejos. El ayuntamiento suele verter ahi la nieve.
– Entonces ya se donde es -dijo Haver-. ?Va alguien mas?
– Fredriksson y Bea.
Finalizaron la conversacion. Le habia dicho a Rebecka que volveria tarde y ahora era seguro que lo haria, pero por una razon completamente diferente a la que habia pensado hacia solo un cuarto de hora. La reunion con los representantes locales del sindicato de la policia seria reemplazada por una reunion de trabajo o cualquier otra actividad. El sindicalismo tendria que esperar. Al igual que la sesion de tiro con el arma oficial.
John Harald Jonsson habia sangrado mucho. La chaqueta, que en un principio era de color claro, estaba embadurnada de sangre seca. La muerte debio de llegarle como una liberacion. Le faltaban tres dedos en la mano derecha, cortados a la altura de la segunda falange. Los cardenales y los hematomas en el cuello y el rostro daban fe del sufrimiento de John Jonsson.
Eskil Ryde, de la policia cientifica, se encontraba a unos metros del cadaver, pero dirigia la mirada hacia el norte. A Haver le recordaba a Sean Connery, los rasgos severos, la media barba y las entradas. Observaba la planicie de Uppsala como si la repuesta se encontrara alli. En realidad estudiaba un caza Viggen que se separaba de su flotilla.
Beatrice y Fredriksson estaban en cuclillas. Corria viento del este, un colega uniformado delimitaba el perimetro policial. Un olor dulce, indefinido, hizo que Haver se diera la vuelta.
Fredriksson alzo la mirada, asintio hacia Haver.
– Es Johny -dijo Fredriksson.
Haver tambien reconocio el cadaver de inmediato. Hacia dos anos habia interrogado a John en relacion con un caso en el que su hermano estaba inculpado. El hermano habia involucrado a John en su coartada. Haver lo recordaba como un tipo bastante agradable, un antiguo ratero que nunca habia utilizado la violencia. Como era de esperar, confirmo la declaracion de su hermano. Haver estaba seguro de que habia mentido, pero no hubo manera alguna de desmontar la coartada de Lennart Jonsson.
Hablaron de pesca, recordo Haver. Johny sentia pasion por los peces de acuario y de ahi a la pesca habia un par de pasos.
– Joder -dijo Beatrice, y haciendo un esfuerzo se puso en pie.
El coche de Ottosson se detuvo junto al arcen. Los tres policias de la Brigada Criminal observaron que su jefe hablaba con algunos curiosos que se habian congregado en la carretera 272, a una cincuentena de metros de distancia. Hacia movimientos con la mano para indicarles que no podian aparcar sus coches en el arcen.
– ?Donde esta el corredor? -pregunto Haver mientras miraba a su alrededor.