llegaban antes incluso de que se hubiesen formulado las preguntas. Por debajo del paralelo veinte los pueblos se habian armado de valor y los paises intentaban reorganizarse en condiciones catastroficas. Susan y sus companeros habian establecido un primer campo de refugiados. Se habian instalado en el valle de Sula, entre las montanas de San Ildefonso y de Cabeceras de Naco. El mes de enero preludiaba una vasta campana de vacunacion. Con ayuda de un viejo camion, Susan recorria las carreteras para distribuir alimentos, sacos de semillas y medicinas. Cuando no estaba al volante del viejo Dodge, dedicaba su tiempo a la organizacion del campamento base. El primer barracon que edificaron haria las veces de dispensario, y el siguiente, de oficina administrativa. Diez casas de tierra y ladrillos acogian ya a una treintena de familias. A finales del mes de febrero la aldea de Susan, distribuida en tres calles, se componia de dos edificios, veintiuna casuchas y doscientos habitantes, de los que dos tercios tenian de nuevo un techo sobre sus cabezas; el resto dormia en tiendas de campana. Sobre lo que ya se habia convertido en la plaza principal comenzaban a levantarse las bases de una escuela. Cada manana, despues de haber comido una galleta de maiz, Susan se dirigia al almacen, un hangar de madera acabado en Navidad, para cargar el camion y salir a hacer su recorrido. Cuando el motor tosia con las vueltas de manivela de Juan, toda la cabina temblaba. Ella tenia que soltar el volante, puesto que las vibraciones le hacian saltar las manos, y esperar a que los cilindros volviesen a animarse y los pistones se pusiesen en movimiento.

Juan todavia no habia cumplido los dieciocho anos. Habia nacido en Puerto Cortes y ya no recordaba el rostro de sus padres. Cuando tenia nueve anos trabajaba como descargador en el muelle, a los once y medio recogia redes en un barco de pesca y a los trece habia llegado solo al valle, donde ahora todo el mundo le conocia. El adolescente con aires de hombre habia visto a la que llamaba la «Senora Blanca» en cuanto esta bajo del autobus de Sula. Le siguio los pasos. En un primer momento Susan lo tomo por un mendigo, pero el era demasiado orgulloso para pedir. Juan vivia del trueque, ofreciendo pequenos trabajos a cambio de un poco de alimento o un techo bajo en el que pasar la noche durante las lluvias torrenciales. Asi habia reparado tejados, pintado vallas, cepillado caballos, escoltado rebanos, transportado toda suerte de sacos sobre sus hombros, vaciado graneros. Ya se tratase de poner en marcha el Dodge azul palido, cargar cajas en el camion, trepar a la trasera para ayudar en el reparto, ahi estaba Juan. El muchacho observaba e interpretaba los gestos de Susan, que significaban: «Necesito que alguien me eche una mano». Desde el mes de noviembre, ella preparaba cada manana dos galletas de maiz, que a veces completaba con una barra de chocolate, y ambos compartian el alimento antes de emprender viaje. Incluso siendo optimistas, la tierra no daria fruto antes de una estacion, y las carreteras cortadas impedian que los productos frescos circulasen por el pais. Habia que contentarse con viveres llamados «de subsistencia», que los habitantes de los pueblos consideraban los regalos de Dios. La presencia de Juan, tumbado bajo la lona de la trasera, tranquilizaba a Susan en aquellos caminos de un paisaje devastado. Si bien el silencio seguia reinando en su ruta, en los cruces siempre de luto.

8 de enero de 1975

Philip:

Primer fin de ano lejos de ti, lejos de casa, lejos de todo. Un momento extrano en el que todo se mezcla en mi cabeza: un sentimiento de soledad que me invade, a veces aliviado por la alegria de vivir tantas cosas singulares. Aquel momento a medianoche que pasamos juntos durante muchos anos, haciendonos regalos, lo he pasado en medio de gentes a las que les falta de todo. Los ninos de aqui se pelearian tan solo por las cajas de regalo, por una simple cinta. Y, sin embargo, deberias ver el clima de fiesta que invade las calles. Los hombres disparaban al aire con viejas armas para celebrar la esperanza que les hace sobrevivir. Las mujeres han bailado en la calle con sus ninos en rondas delirantes de felicidad. Yo estaba atonita. Recuerdo aquella tristeza que nos invadia al aproximarse el fin de ano. Recuerdo las horas que pase intentando traspasarte mi melancolia, con la excusa de que no todo giraba muy bien en torno a mi ombligo. Aqui todos estan de luto, viudos o huerfanos, y se aferran a la vida con una dignidad alucinante. ?Que hermoso es este pueblo en su desolacion! Mi regalo de Navidad me lo ha hecho Juan y ?menudo regalo! Es mi primera casa, sera muy hermosa y podre trasladarme a ella en unas pocas semanas. Juan espera a que paren las lluvias, a final de mes, para pintar la fachada.

Tengo que describirtela. Juan ha construido los cimientos con una mezcla de tierra, paja y piedras. Luego ha levantado las paredes con ladrillos. Con la ayuda de la gente del pueblo, ha recuperado marcos de ventanas entre los escombros. Pondra una ventana a cada lado de una bonita puerta azul. El suelo de la unica habitacion todavia es de tierra. A la izquierda habra una chimenea adosada a una de las paredes. Al lado habra una pila de piedra, que sera el rincon para cocinar. Para la ducha, colocara una cisterna sobre el tejado plano; tirando de una cadena habra agua fria o tibia, segun la hora del dia. Descrito de este modo mi cuarto de bano no parece gran cosa y mi casa resulta espartana, pero se que estara llena de vida. Pondre mi despacho en un rincon del salon ahi donde Juan quiere colocar el piso en cuanto encuentre con que hacerlo. Una escalera sube a un altillo, donde pondre mi colchon. Bien, ya basta. Ahora te toca a ti escribirme. Cuentame como has pasado las fiestas, que es de tu vida. Te echo de menos. Sobre tu cama cae una lluvia de besos.

Tu Susan

29 de enero de 1975

Susan:

?No he recibido tus felicitaciones! En fin, todavia no. Espero que el dibujo que te envio no llegue muy estropeado. Te preguntaras que representa esa perspectiva de una calle al amanecer. Pues bien, tengo que anunciarte una gran noticia: ya estoy en el taller en Broome Street y, mientras te escribo desde mi ventana veo la calle desierta del Soho. Es la vista que te he dibujado. No te puedes imaginar hasta que punto ha cambiado mi vida desde que me fui de Montclair; es como si hubiese perdido mis referencias. Pero al mismo tiempo se que el cambio me hara mucho bien.

Me levanto temprano y salgo a desayunar al cafe Reggio. Me desvio un poco, pero me gusta disfrutar de la luz de la manana en esas callejue las de grandes adoquines irregulares, aceras deformadas con sus grandes placas de hierro rundido, y fachadas con escaleras metalicas. Y, ademas, tu adoras este lugar. Sabes, creo que te escribire lo que sea para que de vez en cuando pienses en mi, para que me respondas y me hables de ti. No me imaginaba que te echaria tanto de menos. Me aferro a mis cursos y todos los dias me digo que el tiempo sin ti es demasiado largo, que deberia subirme a un avion e ir a tu lado. Aunque, como me has dicho varias veces, no es mi vida. Sin embargo a veces me pregunto que sera de mi vida lejos de ti.

Bien, si esta carta no acaba en la papelera es que el bourbon que me acabo de tomar habra hecho su efecto, que me habre prohibido releer mis palabras manana por la manana o que esta misma noche la he echado en el buzon de correos que hay en la esquina de mi calle. Cuando salgo de casa por la manana, lo miro con el rabillo del ojo, como si el buzon fuera el encargado de entregarme una carta tuya un poco mas tarde; una carta que encontrare al regresar de la facultad. A veces tengo la impresion de que me sonrie y se burla de mi, flematico. Hace un frio terrible. Besos.

Philip

25 de febrero de 1975

Philip:

Una carta breve. Perdona que no escriba mas a menudo. Estoy desbordada por el trabajo en este momento y cuando llego a casa ya no tengo fuerzas para escribir, apenas para meterme en la cama y dormir unas cuantas horas. Febrero se acaba, tres semanas sin lluvia, es casi un milagro. Tras el barro ahora llega el polvo. Por fin nos hemos podido poner a trabajar de verdad, y tengo la impresion de que veo mis primeros esfuerzos recompensados: la vida vuelve.

Es la primera vez que estoy sentada en mi despacho, donde he pegado tu dibujo sobre la chimenea. De esta forma tenemos la misma vista. Estoy muy contenta de que te hayas mudado a Manhattan. ?Como te va en la universidad? ?Debes de estar rodeado de chicas que sucumben a tus encantos! Aprovechate, amiguito, pero no las hagas muy desgraciadas. Muchos besitos.

Susan

4 de abril

Susan:

Hace tiempo que retiraron la iluminacion de las fiestas y ya hemos

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