Canada! De todos modos, te envio un beso.
Susan
P. D.: Puesto que juramos decirnos la verdad, hace falta que te confiese algo: ?Nueva York y tu: me aburren vuestras historias de vagabundos!
La carta que recibio de Philip llego mucho despues. Sin embargo, el la habia escrito antes de recibir la de ella.
10 de mayo de 1975
Susan:
Yo tambien he tardado en responderte. He trabajado como un loco, acabo de aprobar los parciales. La ciudad recupera los colores de mayo y el verde le sienta muy bien. El domingo fui con unos amigos a pasear por Central Park. Los primeros abrazos sobre el cesped anuncian que por fin la primavera esta aqui para quedarse. Subo a la azotea del edificio y dibujo mirando el barrio que se extiende a mis pies. Me gustaria que estuvieses aqui. He conseguido un trabajo de becario para este verano en una agencia de publicidad. Dime algo de tu vida, ?donde estas? Escribeme pronto. Cuando llevo un tiempo sin saber de ti, comienzo a preocuparme.
Hasta muy pronto, te quiero.
Philip
Desde el fondo del valle, Susan vio como las primeras luces del alba penetraban en la oscuridad de la noche. Al poco rato el sol hizo brillar la pista, que se extendia como un trazo largo, atravesando los inmensos campos todavia humedos de rocio. Algunos pajaros comenzaban a revolotear en el cielo palido. Se estiro, la espalda le dolia y suspiro. Bajo por la escalera y se dirigio, caminando con los pies descalzos sobre el suelo de tierra, hacia el fregadero. Se calento las manos encima de algunas brasas que todavia ardian en la chimenea. Cogio una caja de madera de la estanteria que Juan habia colocado en la pared y echo una medida de cafe en la cafetera de metal esmaltado; la lleno de agua y la puso en un equilibrio precario sobre los hierros torcidos de la parrilla que habia sobre las cenizas.
Mientras se hacia el cafe, se cepillo los dientes y se miro la cara en el pequeno pedazo de espejo que colgaba de un clavo. Hizo una mueca al contemplar su reflejo y se paso la mano por el pelo. Se estiro la camiseta, descubriendo el hombro para examinar una picada de arana. «?Que asco!»
Subio al altillo y a cuatro patas dio energicamente la vuelta al colchon para descubrir a su agresor. El ruido del agua hirviendo hizo que renunciase y bajo. Rodeo el mango de la cafetera con un trapo y vertio el liquido negro en la taza, cogio un platano de la mesa y fue a tomarse el desayuno afuera. Sentada sobre la escalinata, se llevo la taza a los labios mientras dirigia la mirada al lejano horizonte. Susan se acaricio la pantorrilla y le recorrio un ligero escalofrio. Incorporandose de un salto se dirigio a su despacho y cogio un boligrafo.
Philip:
Espero que esta nota te llegue rapidamente. Tengo que pedirte un favor: ?Podrias enviarme alguna crema hidratante para el cuerpo y un poco de champu?
Confio en ti. Te lo pagare cuando nos veamos. Besos.
Susan
La jornada del sabado concluia y las calles estaban llenas de gente. Philip se instalo en la terraza de una cafeteria para dar los ultimos retoques a un boceto. Pidio un cafe al estilo americano; el cafe expreso aun no habia cruzado el Atlantico. Siguio con la mirada a una mujer rubia que atravesaba la calle en direccion a los cines, y de pronto, le entraron ganas de ir a ver una pelicula. Pago la consumicion y se levanto. Salio de la sala dos horas mas tarde. El mes de junio ofrecia a la ciudad sus mas bellos atardeceres. En el cruce, fiel a la costumbre que habia adquirido en estos ultimos meses, saludo al buzon de correos. Dudo sobre si reunirse o no con sus amigos, que comian en un restaurante de Mercer Street, y prefirio volver a casa.
Introdujo la llave en la cerradura, adopto la unica postura que le permitia accionar el pestillo y empujo la pesada puerta de madera del inmueble. En cuanto dio al interruptor, el estrecho pasillo que conducia a la escalera se ilumino con un amarillo palido. Un sobre de color azul sobresalia del buzon; lo cogio y subio corriendo por la escalera. Cuando se tiro sobre el sofa, ya habia abierto la carta y desdoblado la hoja de papel.
Philip:
Si estas letras te llegan en quince dias, estaremos a finales de agosto y solo tendremos que esperar un ano para volver a vernos. En fin, lo que quiero decirte es que ya habremos recorrido la mitad del camino. No he tenido tiempo de contartelo, pero voy a ascender de categoria. Se habla de establecer un nuevo campamento en la montana y circula el rumor de que quiza yo seria la responsable del mismo. Gracias por tu envio. Ya sabes que te echo de menos, aunque no te escriba a menudo. ?Debes de haber envejecido en todo este tiempo! Espero recibir pronto noticias tuyas.
Susan
10 de septiembre de 1975
Susan:
Nunca mas podre ver de forma inocente las palabras «un ano mas tarde…» que a veces aparecen en las pantallas de cine. Jamas habia prestado atencion a la emocion discreta, oculta tras los tres pequenos puntos suspensivos, que solo comprenden los que saben en que medida la espera puede generar soledad. ?Que largos son esos minutos que se resumen entre comillas! El verano esta acabando, mi trabajo de becario tambien, y me han comunicado que cuando tenga el titulo me contrataran. Solo he ido a la playa una vez.
Cometi la tonteria de ir a ver una pelicula en la que un tiburon blanco sembraba el terror en nuestras playas. Es del mismo realizador de
Philip
Un dia de noviembre de 1975, no se bien cual
Querido Philip:
Han transcurrido pocas semanas desde mi ultima carta, pero aqui el tiempo no corre de la misma manera. ?Te acuerdas de la ninita de la que te hable en una de mis cartas anteriores? La he llevado a casa de su nuevo papa. No pudieron salvarle la pierna. Yo tenia miedo de la reaccion de el al encontrarla asi. Fuimos a buscarla a Puerto Cortes. Juan me acompano. Dispuse varios sacos de harina en la trasera del Dodge a modo de colchon. Al llegar al hospital, vi a la nina que esperaba al final del pasillo, estirada sobre una camilla.
Me obligue a concentrarme en su cara y a no mirar la zona amputada. ?Por que prestar mas atencion a lo que no existe que a todo el resto, que si esta? ?Por que dar mas importancia a lo que no funciona que a lo que va bien? No podia dejar de preguntarme como iba a vivir con su minusvalia. Juan comprendio mi silencio y, antes de que me dirigiese a ella, me murmuro al oido: «No le manifiestes tu pena, deberias alegrarte. Lo importante no es su pierna cortada, sino su historia, su supervivencia».