Antoine subio las escaleras, entro en la habitacion de su hijo, que dormia desde hacia tiempo. Lo arropo, le dio un beso lleno de ternura en la frente, acerco su nariz al cuello del nino para notar su olor infantil y volvio a salir de la habitacion cerrando la puerta con suavidad.
La luz de las ventanas de Antoine acababa de apagarse. Mathias subio algunos peldanos de la escalera, introdujo la llave en la cerradura de su puerta y entro en su casa.
La planta baja estaba totalmente vacia. Colgada del techo, una bombilla se balanceaba al final de un cable retorcido y proporcionaba una luz triste. Dejo el paquete en el suelo y subio a ver el piso de arriba. Habia dos habitaciones que se comunicaban con un cuarto de bano. Dejo la maleta sobre la cama turca que le habia instalado Antoine. Sobre una caja, que hacia las veces de mesita de noche, encontro una nota de bienvenida a su nueva casa de su amigo Antoine. Se acerco a la ventana; en la parte de abajo, la parcela de jardin tenia una extension de varios metros cubiertos de cesped. Una lluvia fina empezo a golpear el cristal de la ventana. Mathias arrugo en su mano la nota de Antoine y la dejo caer al suelo.
Los peldanos de la escalera crujian de nuevo bajo sus pies.
Recogio el paquete que habia dejado en la entrada, volvio a salir y recorrio la calle en sentido inverso. Tras el, una cortina se cerraba en la ventana de Antoine.
De regreso en Bute Street, Mathias entreabrio la puerta de la libreria, que olia todavia a pintura. Empezo a quitar una a una las fundas que protegian los estantes. Ciertamente, el sitio no era muy grande, pero las estanterias conseguian aprovechar plenamente la altura que habia hasta el techo. Mathias vio la escalera antigua que se deslizaba por su rail de cobre. Dado que estaba aquejado desde la adolescencia de un vertigo acusado e incurable, decidio que toda aquella obra que no estuviera al alcance de la mano, es decir, mas arriba del tercer estante, no estaria disponible, sino que seria parte de la decoracion. Volvio a salir y se arrodillo en la acera para desenvolver su paquete. Contemplo la placa de esmalte que contenia y, ayudandose del dedo, dejo a la vista la inscripcion Libraire Francaise. El hueco de la puerta tenia las medidas adecuadas para colocarla en el. Cogio de su bolsillo cuatro largos tornillos, tan viejos como el rotulo, y desplego su navaja suiza. Una mano se poso sobre su hombro.
– Toma -dijo Antoine, ofreciendole un destornillador-. Vas a necesitar uno mas grande.
Asi, mientras Antoine sujetaba la placa, Mathias se esforzaba para que los tornillos se clavaran en la madera.
– Mi abuelo tenia una libreria en Esmirna. El dia que la ciudad fue pasto de las llamas, esta placa fue lo unico que pudo llevarse con el. Cuando era nino, la sacaba de vez en cuando de un cajon de su alacena, la dejaba en la mesa del comedor y me contaba como habia conocido a mi abuela, como se habia enamorado de ella y que, a pesar de la guerra, nunca habian dejado de amarse. Nunca conoci a mi abuela, no volvio de los campos.
Tras colocar la placa, los dos amigos se sentaron en la puerta de la libreria. Bajo la palida luz de un farol de Bute Street, cada uno escucho el silencio del otro.
Capitulo 3
El sol banaba la planta baja de la casa. Antoine cogio la leche de la nevera y bano los cereales de Louis.
– No eches demasiada, papa, que si no se reblandecen -dijo Louis, apartandole el brazo a su padre.
– ?Esa no es razon para derramar el resto por la mesa! -repuso Antoine a la vez que cogia una bayeta del borde del fregadero.
Llamaron a la puerta, y Antoine cruzo el salon. Mathias, en pijama, se colo por la puerta apenas entreabierta con paso firme.
– ?Hay cafe?
– ?Buenos dias!
– ?Buenos dias! -respondio Mathias mientras se sentaba junto a Louis.
El nino hundio su cabeza en el bol.
– ?Con mucho sueno? -pregunto Antoine.
– Mi lado izquierdo ha dormido bien, pero el derecho no tenia suficiente sitio.
Mathias cogio una tostada de la cesta del pan y la unto generosamente de mantequilla y mermelada.
– ?Que te ha traido aqui de buena manana? -pregunto Antoine tras dejar la taza de cafe frente a su amigo.
– ?Me has hecho inmigrar al Reino Unido o al reino de los liliputienses?
– ?Que pasa?
– ?Un rayo de sol ha entrado en mi cocina, y como los dos no cabiamos en ella, he venido a desayunar a tu casa! ?Tienes miel?
– ?La tienes delante!
– De hecho, me parece que por fin lo entiendo -repuso Mathias mientras mordia su tostada-. Aqui los kilometros se convierten en millas; los grados Celsius, en Fahrenheit, y lo pequeno, en minusculo.
– ?He estado tomando el te en casa de mi vecino dos o tres veces, y el sitio me parecia mas bien acogedor!
– ?Pues no es nada acogedor, es simplemente minusculo!
Louis se levanto de la mesa y subio a buscar el cartabon a su habitacion. Unos minutos despues, volvio a bajar.
– Si no tienes inconveniente, voy a dejar a mi hijo en la escuela. ?No vas a la libreria?
– Tengo que esperar al camion de mudanzas.
– ?Necesitas ayuda?
– No, que va, solo me llevara unos segundos, lo que me cueste bajar dos cajas y un puf; ?con eso mi chocilla estara ya llena a reventar!
– Como quieras -respondio Antoine secamente-. Cierra la puerta cuando te vayas.
Mathias alcanzo a Antoine, que se habia reunido con Louis en la escalera.
– ?Tienes toallas limpias en algun sitio? Voy a ducharme aqui; en mi casa, hay que estar a la pata coja para caber.
– ?Me tienes harto! -respondio Antoine al irse de casa.
Louis ocupo su sitio en el asiento del Austin Healey y se abrocho solo el cinturon de seguridad.
– Me tiene verdaderamente harto -murmuro Antoine mientras daba marcha atras.
Un camion de la Delahaye Moving hacia maniobras para estacionarse frente a su casa.
Diez minutos mas tarde, Mathias llamo a Antoine para que acudiera en su ayuda. Habia cerrado bien la puerta, tal y como el le habia pedido, pero se habia dejado sus llaves en la mesa del comedor. Los de la mudanza esperaban frente a la casa, y el estaba en pijama en medio de la calle. Antoine, que acababa de dejar a Louis en la escuela, deshizo el camino andado.
El responsable de la compania Delahaye Moving habia conseguido convencer a Mathias de que dejara a sus hombres trabajar en paz, tras hacerle entender que con sus aspavientos en medio de los operarios lo unico que conseguia era retrasar su trabajo. Le prometio que cuando volviera por la noche, todo estaria instalado.
Antoine espero a que Mathias se duchara; cuando estuvo listo, se volvieron a ir juntos en el viejo cabriole descapotado.
– Te dejo y me voy, que ya llego muy tarde -dijo Antoine cuando salian de Clareville Grove.
– ?Te vas al despacho? -pregunto Mathias.
– No, tengo que pasarme por una obra.
– No es necesario dar una vuelta por la libreria, todavia debe de oler demasiado a pintura. Te acompano.
– Esta bien, ven conmigo, ?pero ten mucho cuidado!
– ?Por que dices eso?
El Austin Healey se lanzo por Oid Brompton.
– ?Tranquilo! -grito Mathias.