senale una cifra decente, pongamos las once. Entonces, y solo entonces, me vuelves a hacer esa estupida pregunta.

Paul se dio la vuelta y su cabeza desaparecio bajo la gran almohada. Su amigo abandono la habitacion pero, una vez en el pasillo, se lo penso mejor y volvio sobre sus pasos.

– ?Quieres que vaya a comprar el pan para el desayuno?

– ?Fuera! -aullo Paul.

Lauren acciono el mando a distancia del garaje y apago el motor en cuanto hubo aparcado el coche. Kali detestaba el Triumph y ladraba en cuanto oia las explosiones del motor. Entro en el edificio por el corredor interior, subio de cuatro en cuatro los peldanos de la escalera principal y abrio la puerta de su apartamento.

Las cifras del reloj que habia encima de la chimenea marcaban las seis y media de la manana. Kali abandono el sofa para ir a darle la bienvenida a su duena y Lauren la estrecho entre sus brazos. Despues de los mimos, la perra volvio a la alfombra de coco en mitad del salon y Lauren fue a la cocina para prepararse una infusion. Una nota de su madre sujeta a la puerta del frigorifico con una rana imantada le informaba de que Kali habia cenado y salido a pasear. Se puso una chaqueta de pijama demasiado grande para ella y se acurruco debajo de la colcha. Se durmio de inmediato.

Capitulo 4

Paul bajo la escalera con su equipaje en la mano. Cogio el de Arthur, que estaba en el pasillo, y le comunico que lo esperaria fuera. Fue a instalarse en el asiento delantero del Ford, miro alrededor y se puso a silbar. Luego, salto discretamente por encima del cambio de marchas y se escabullo detras del volante.

Arthur cerro la puerta de entrada desde el interior. Entro en el despacho de Lili, abrio el armario y miro la maleta de cuero negro que seguia en el estante. Acaricio los cierres de cobre con la yema de los dedos y guardo el sobre que tenia en el bolsillo delantero antes de devolver la llave a su lugar.

Salio por la ventana. Cuando encajo el calce que atascaba la persiana, oyo las imprecaciones de su madre cada vez que se marchaban los dos de compras a la ciudad, porque Antoine seguia sin reparar el condenado postigo. Y vio a Lili de nuevo en el jardin, encogiendose de hombros y diciendo que, despues de todo, las casas tambien tenian derecho a las arrugas. Ese trocito de madera en la piedra atestiguaba un tiempo que nunca desapareceria del todo.

– ?Correte! -le dijo a Paul al abrir la puerta.

Entro en el coche y fruncio la nariz.

– Que olor tan extrano, ?no?

Arthur arranco. Un poco mas adelante, Paul bajo la ventanilla, saco la mano que sostenia con la punta de los dedos una bolsa de plastico con la marca de una carniceria y la arrojo a una papelera situada a la salida. Faltaba bastante para la hora de comer, asi se ahorrarian los atascos del regreso del fin de semana. Pronto, por la tarde, estarian en San Francisco.

Lauren estiro los brazos hacia el techo. Abandono la cama y el dormitorio a reganadientes. Como tenia por costumbre, primero preparo la comida de la perra en la gran escudilla de terracota y a continuacion dispuso la bandeja para ella. Fue a sentarse a la galeria del salon, donde el sol de la manana entraba por la ventana. Desde alli podia admirar el Golden Gate, que se extendia como un guion entre las dos orillas de la bahia, las casitas aferradas a las colinas de Zarzalito y hasta Tiburon y su pequeno puerto pesquero. Solo las sirenas antiniebla de los grandes cargueros que zarpaban, mezcladas con los gritos de las gaviotas, marcaban el compas de aquella languidez de domingo por la manana.

Despues de devorar gran parte del copioso desayuno, dejo los cacharros en el lavaplatos y fue al cuarto de bano. El poderoso chorro de agua de la ducha, que jamas borraria las cicatrices de su piel, acabo de despertarla.

– Kali, deja de dar vueltas de esa forma, ahora te llevo de paseo.

Lauren se envolvio en una toalla hasta la cintura, dejando libres los pechos desnudos. Renuncio al maquillaje, abrio el armario, se puso unos vaqueros y un polo, se lo quito, se puso una blusa, se quito la blusa y volvio a ponerse el polo. Consulto el reloj: habia quedado con su madre en Marina al cabo de una hora y Kali se habia vuelto a dormir sobre la alfombra de color crudo. Asi que Lauren se sento al lado de la perra, cogio un grueso manual de neurocirugia de entre todas las carpetas esparcidas en la mesa de centro y se sumio en la lectura mordisqueando un lapiz.

El Ford aparco delante del numero 27 de Cervantes Boulevard. Paul cogio la bolsa del asiento trasero y bajo del coche.

– ?Quieres ir al cine esta noche? -dijo, inclinandose hacia la puerta de Arthur.

– Imposible, tengo un compromiso.

– ?Hombre o mujer? -pregunto Paul, radiante.

– ?Cena y tele para dos!

– Eso si que es una buena noticia. ?Y con quien, si no es indiscrecion?

– ?Lo es!

– ?El que?

– ?Indiscrecion!

El coche se alejo por Fillmore Street. En la interseccion con Union Street, Arthur se paro para ceder el paso a un camion que habia llegado al cruce antes que el. Un Triumph cabriole oculto detras del remolque aprovecho para colarse sin detenerse; el coche verde bajaba hacia Marina. Un perro atado al asiento delantero ladraba como un loco. El camion atraveso el cruce y el Ford subio por la colina de Pacific Height.

Los movimientos sincopados del rabo indicaban que Kali era feliz. Olisqueaba la hierba con gran seriedad en busca de algun animal que hubiera pisado el terreno antes que ella. De vez en cuando, levantaba la cabeza y corria a reunirse con su familia. Despues de corretear entre las piernas de Lauren y de la senora Kline, se puso otra vez en marcha para inspeccionar otra parcela de tierra. Cuando demostraba un carino excesivo a las parejas que paseaban o a sus hijos, la madre de Lauren la llamaba al orden.

– ?Has visto que le duelen las ancas? -dijo Lauren, viendo a Kali alejarse.

– ?Se esta haciendo vieja! Igual que nosotras, por otra parte, por si no te has dado cuenta.

– Estas de un humor estupendo. ?Perdiste en la partida de bridge?

– ?Bromeas? ?Gane a todas esas abuelas! Solo me preocupo por ti.

– Pues ya ves que es inutil: estoy bien, hago un trabajo que me encanta, ya casi no tengo migranas y soy feliz.

– Si, tienes razon, deberia ver las cosas por el lado bueno. Esta semana, has conseguido dos horas libres para ocuparte de ti misma, ?eso esta bien!

Lauren senalo a una pareja que caminaba delante de ellas por el muelle del puerto.

– ?Se parecia? -le pregunto a su madre.

– ?Quien?

– No se por que, pero ayer volvi a pensar en el. Y deja de eludir esta conversacion cada vez que toco el tema.

La senora Kline suspiro.

– No tengo nada que decirte, carino. No se quien era ese individuo que venia a verte al hospital. Era amable, muy educado, sin duda un paciente que se aburria y le gustaba estar alli.

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