– ?Podemos subir a explorarlo?

– Lo averiguaremos despues de mis reuniones de manana. No parece que esas torres sean seguras ni para alojar un pajaro, pero nunca se sabe.

Aparco el coche cerca del Ayuntamiento y me ayudo a bajar con galanteria, su mano huesuda enfundada en un guante de piel.

– Es un poco pronto para presentarnos en el hotel. ?Te apetece un te bien caliente? Si no, podriamos tomar algo solido en esa gastronomia. La lluvia ha arreciado -anadio en tono dubitativo, al tiempo que lanzaba una mirada a mi chaqueta y falda de lana.

Saque al instante la capa impermeable con capucha que mi padre me habia traido de Inglaterra el ano anterior. El viaje en tren desde Viena habia durado casi un dia, y yo volvia a estar hambrienta, pese a que habiamos comido en el coche restaurante.

Pero no fue la gastronomia, con sus luces rojas y azules que brillaban a traves de una sucia ventana, las camareras con sus sandalias de plataforma azul marino (como no), ni el hosco retrato del camarada Tito lo que nos sedujo. Mientras nos abriamos paso entre la multitud empapada, mi padre se lanzo hacia delante de repente.

– ?Aqui!

Le segui corriendo, con la capucha aleteando, hasta el punto de que casi me cegaba. Habia descubierto la entrada de un salon de te art nouveau, un gran ventanal adornado con volutas en el que habia dibujadas ciguenas, puertas de bronce verde en forma de cien tallos de nenufares. Las puertas se cerraron a nuestra espalda y la lluvia se redujo a una neblina, simple vapor en las ventanas, que a traves de aquellas aves plateadas se veia como agua borrosa.

– Es asombroso que haya sobrevivido a estos ultimos treinta anos. -Mi padre se estaba desprendiendo de su niebla londinense-. El socialismo no siempre es amable con sus tesoros.

En una mesa cercana a la ventana bebimos te con limon, que quemaba a traves de las gruesas tazas, y comimos sardinas sobre pan blanco con mantequilla, e incluso unos cuantos pedazos de torta.

– Sera mejor que paremos -dijo mi padre. En los ultimos tiempos yo habia llegado a detestar su costumbre de soplar sobre el te una y otra vez para que se enfriara, y a temer el inevitable momento en que diria que debiamos parar de comer, parar de hacer algo agradable, hacer sitio para la cena. Mientras le miraba, con su chaqueta de tweed y el jersey de cuello alto, pense que se habia negado todas las aventuras de la vida, excepto la diplomacia, que le absorbia. Habria sido mas feliz de haber vivido un poco, pense. Para el, todo era serio.

Pero guarde silencio, porque sabia que detestaba mis criticas, y yo tenia que preguntarle algo. Primero debia dejar que terminara su te, de modo que me recline en la silla, solo lo suficiente para que mi padre no me reprendiera. A traves de la ventana moteada de plata vi una ciudad mojada, tenebrosa en el atardecer, y la gente atravesaba a toda prisa la lluvia horizontal. El salon de te, que deberia estar lleno de senoras con vestidos largos de raso marfileno, o caballeros de barba puntiaguda y abrigos de terciopelo, estaba vacio.

– No me habia dado cuenta de que conducir me habia agotado tanto. -Mi padre dejo la taza en el platillo-. ?Te has fijado? -Senalo el castillo, apenas visible entre la lluvia-.

Vinimos de esa direccion, del otro lado de la colina. Podremos ver los Alpes desde lo alto.

Recorde las montanas nevadas y pense que respiraban sobre esta ciudad. Estabamos solos en su extremo mas alejado. Vacile, respire hondo.

– ?Me cuentas un cuento?

Los cuentos eran uno de los consuelos que mi padre siempre habia ofrecido a su hija huerfana de madre. Algunos se inspiraban en su placida ninez en Boston, y otros en sus viajes exoticos. Algunos los inventaba sin mas, pero yo habia empezado a cansarme de esos, pues los consideraba menos asombrosos de lo que habia pensado en otro tiempo.

– ?Un cuento sobre los Alpes? -pregunto mi padre.

– No. -Experimente una inexplicable oleada de miedo-. Encontre algo sobre lo que queria preguntarte.

Se volvio y me miro con placidez, al tiempo que enarcaba sus cejas grises.

– Estaba en tu biblioteca -dije-. Lo siento. Estaba fisgoneando y encontre unos papeles y un libro. No mire los papeles… mucho. Pense…

– ?Un libro?

Seguia con su expresion placida, buscando la ultima gota de te, escuchando a medias.

– Parecian… El libro era muy antiguo, con un dragon impreso en el centro.

Inclino el cuerpo hacia delante, se quedo inmovil, y luego se estremecio visiblemente. Este alarmante gesto adusto me puso en guardia al instante. Si me contaba un cuento, seria muy distinto de los que me habia contado hasta aquel momento. Me miro, y me sorprendio su aspecto demacrado y triste.

– ?Estas enfadado?

Yo tambien tenia la vista clavada en la taza.

– No, carino.

Exhalo un profundo suspiro, un sonido casi henchido de dolor. La menuda camarera rubia volvio a llenar nuestras tazas y nos dejo solos de nuevo, pero a mi padre le costo mucho empezar.

2

Como ya sabes -dijo mi padre-, antes de que tu nacieras yo daba clases en una universidad de Estados Unidos. Antes de eso, estudie durante muchos anos para llegar a ser profesor. Al principio pense en estudiar literatura. Despues, sin embargo, me di cuenta de que me gustaban mas las historias verdaderas que las imaginarias. Todas las historias literarias que lei me condujeron a una especie de exploracion de la historia. Al final me entregue a ello. Y estoy muy contento de que la historia te guste a ti tambien.

Una noche de primavera, cuando todavia era estudiante, estaba en mi cubiculo de la biblioteca de la universidad, solo, a una hora ya avanzada, entre hileras e hileras de libros.

Levante la vista de mi trabajo y me di cuenta de repente de que alguien habia dejado un libro, cuyo lomo nunca habia visto, entre mis libros de texto, que descansaban sobre un estante encima de mi escritorio. El lomo de este nuevo libro plasmaba un pequeno dragon muy elegante, verde sobre piel clara.

No recordaba haber visto el libro, ni alli ni en ninguna otra parte, de manera que lo baje y examine sin pensarlo dos veces. Estaba encuadernado en piel suave y descolorida, y las paginas del interior parecian muy antiguas. Se abrio con facilidad por el centro exacto.

Ambas paginas estaban ocupadas por la xilografia de un dragon con las alas desplegadas y una larga cola enroscada, una bestia rabiosa y enfurecida, con las garras extendidas. De las garras del dragon colgaba una bandera con una sola palabra en letras goticas:

DRAKULYA.

Reconoci la palabra al instante y pense en la novela de Bram Stoker, que aun no habia leido, y en aquellas noches en el cine de mi infancia, con Bela Lugosi al acecho del blanco cuello de alguna estrella en ciernes. Pero la ortografia de la palabra era rara, y el libro muy viejo. Ademas, yo era un estudioso, muy interesado en la historia de Europa, y despues de contemplarla unos segundos, recorde algo que habia leido. El nombre procedia de la raiz latina de «dragon» o «demonio», el titulo honorario de Vlad Tepes, el «Empalador», de Valaquia, un senor feudal de los Carpatos que torturo a sus subditos y a sus prisioneros de guerra de las formas mas crueles imaginables. Yo estaba estudiando el comercio en la Amsterdam del siglo XVII, de modo que no se me ocurrio ningun motivo para que un libro sobre ese tema estuviera mezclado con los mios, y decidi que lo habrian dejado alli sin querer, tal vez alguien que estaba trabajando en la historia de la Europa Central, o en simbolos feudales.

Pase el resto de las paginas (cuando manejas libros todo el dia, cada uno supone un nuevo amigo y una tentacion). Comprobe con sorpresa que las demas, todas aquellas hermosas hojas antiguas de color marfil, estaban en blanco. No habia ni la pagina del titulo, ni la menor informacion sobre donde o cuando se habia impreso el libro, ni mapas, guardas o mas ilustraciones. No vi pie de imprenta, ni ficha, sello o etiqueta de la biblioteca. Despues de mirar el libro unos minutos mas, lo deje sobre la mesa y baje al primer piso, al fichero. Habia, en efecto, una ficha tematica sobre «Vlad III ('Tepes') de Valaquia, 1431-1476. Vease tambien Valaquia, Transilvania y Dracula». Pense que debia consultar un mapa ante todo; rapidamente descubri que Valaquia y

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