Ningun otro personaje de los que aparecen en las cartas de los Browning – aparte de los protagonistas – despierta mas nuestra curiosidad, burlandola al mismo tiempo. Su nombre era Lily; y su apellido Wilson. Esto es cuanto sabemos de su origen y su educacion.

Quiza fuese hija de un labrador de las cercanias de Hope End, y mereciese una buena acogida por parte de la cocinera de los Bartett debido a sus modales comedidos y a la limpieza de su delantal, de modo que al hallarse un dia en la gran casa, adonde hubiera ido con algun encargo, la senora Barrett entrase en la cocina con cualquier motivo y le causara la muchacha tan buena impresion que la tomase para doncella de miss Elisabeth; o quiza fuera una cockney; o puede que fuera escocesa… Vaya usted a saber… Lo cierto es que se hallaba al servicio de miss Barrett en el verano de 1846. Era «una criada cara», pues le pagaban un sueldo anual de 16 libras. Se conoce muy poco su manera de ser, ya que hablaba casi tan escasas veces como Flush; y como quiera que miss Barrett nunca escribio un poema sobre ella, nos resulta menos familiar que aquel. No obstante, se deduce claramente de algunas referencias en la correspondencia de su ama que en un principio esa una de esas criadas britanicas muy serias y correctas, casi hasta un grado inhumano, que constituian por aquel entonces la gloria de los sotanos ingleses. Es indudable que Wilson era partidaria acerrima de las prerrogativas y las ceremonias. Es evidente que Wilson reverenciaba «la habitacion»; Wilson hubiera sido la primera en insistir en que los criados de menos categoria debian comer su pudin en un sitio y los de mas categoria en otro. Todo esto va implicito en su observacion de que pego a Flush con la mano «porque era de justicia». Semejante respeto por los convencionalismos – no es preciso ni decirlo – lleva consigo un extremado horror ante cualquier infraccion de ellos. Asi, cuando Wilson se hallo frente a las clases inferiores en la calle Manning, se alarmo muchisimo mas, y estaba mucho mas convencida de la condicion de asesinos de los ladrones de perros que la misma miss Barrett. Al mismo tiempo, el modo heroico de vencer su terror y acompanar a miss Barrett en el coche muestra lo profundamente que habia arraigado en ella otro principio: el carino a su ama. Adonde iba miss Barren, alli iba tambien Wilson. Este principio quedo triunfalmente demostrado por su conducta con ocasion del secuestro. Miss Barrett habia dudado del valor de Wilson; pero sus dudas resultaron injustificadas. «Wilson», escribio, y estas fueron las ultimas palabras que escribiera a mister Browning siendo aun miss Barrett, «se ha portado conmigo perfectamente. ?Y yo, que la llamaba «timida», y asustandome de su timidez! Empiezo a creer que nadie es mas audaz que los timidos, cuando una causa justa los estimula». Merece la pena, entre parentesis, ocuparse unos instantes de lo extremadamente precaria que es la vida de una criada. Si Wilson no se hubiera marchado con miss Barrett, «la hubieran puesto en la calle – miss Barrett estaba segura de ello – antes de anochecer», con unos cuantos chelines, ahorrados de sus dieciseis libras anuales, por todo capital. ?Y cual habria sido entonces su sino? Este problema quedara sin resolver, ya que las novelas inglesas de la cuarta decada del siglo pasado apenas se ocupan de las vidas de las doncellas que servian a las damas, y los biografos no han proyectado sus reflectores hasta un lugar tan bajo. Pero el caso es que Wilson se zambullo en la aventura. Declaro que «iria conmigo a cualquier parte del mundo». Abandono el sotano, la habitacion, el mundo de Wimpole Street entero, que significaba para Wilson cuanto pueda haber de civilizacion – la vida ponderada y decente -, cambiando todo esto por el desenfreno y la irreligiosidad de un pais extranjero. Es curiosisimo observar el conflicto que tuvo lugar -hallandose en Italia – entre la compostura britanica de Wilson y sus impulsos naturales. Se mofo de la Corte italiana; la indignaron los cuadros italianos. Pero, aunque la hiciera retroceder, escandalizada, «la indecencia de las Venus», Wilson – dicho sea en favor suyo – parece haberse parado a considerar que todas las mujeres se quedan desnudas cuando se quitan los vestidos. Hasta yo misma – es posible que pensara – estoy desnuda dos o tres segundos al dia. Por eso «probara otra vez, y quien sabe si entonces podra vencer su embarazoso pudor». Es indudable que este cedio rapidamente. Al poco tiempo no solo le parecia muy bien Italia, sino que se enamoro del signor Righi, de la Guardia Ducal («Todos ellos son personas muy respetables y morales, y algunos llegan a los seis pies de estatura», decia mistress Browning.) Wilson llevo un anillo de prometida, dio calabazas a un pretendiente londinense y empezo a aprender italiano. Luego se nos vuelven a nublar las fuentes de informacion, y cuando se alejan las nubes nos descubren a Wilson abandonada…, «el infiel Righi ha roto su compromiso con Wilson». Se sospecha que el culpable de aquello fue su hermano, un mercero al por mayor establecido en Prato. Cuando Righi se licencio de la Guardia Ducal, se hizo – por consejo de su hermano – mercero al por menor en Prato. Bien fuera que su situacion requiriese en su futura mujer un conocimiento de la merceria, o bien encontrase en Prato una joven con esas disposiciones, lo cierto es que no escribia ya a Wilson con la frecuencia debida. Nos es imposible determinar con exactitud cual fue la conducta de este hombre tan moral y respetable, conducta que hizo exclamar a mistress Browning, en 1850: «[Wilson] esta curada definitivamente de aquello. ?Como iba a seguir amando a un hombre semejante?» Imposible aclarar por que habia descendido en tan poco tiempo a ser «un hombre semejante». Abandonada por Righi, Wilson se unio cada vez mas a la familia Browning. No solo desempenaba sus deberes de criada al servicio de la senora, sino que hacia pasteles, confeccionaba vestidos, y dedico sus solicitos cuidados a Penini, el pequenin de la casa. De modo que, con el tiempo, el nino llego a elevarla a la categoria de familiar – lo cual se merecia con toda justicia – insistiendo en llamarla solo Lily. En 1855 casose Wilson con Romagnoli, criado de los Browning, «un hombre de tierno corazon»; y ambos siguieron sirviendo a los Browning durante algun tiempo. Pero en 1859 acepto Robert Browning «el cargo de tutor de Landor», funcion muy delicada y de gran responsabilidad, pues Landor era de natural dificil y «no sabia contenerse en nada», segun escribio mistress Browning. En estas circustancias, nombraron a Wilson «su senora de compania», con un salario de veintidos libras al ano. Mas adelante le subieron el sueldo a treinta libras, pues el hacer de «senora de compania» de un «viejo leon», que posee ademas «los impulsos de un tigre», arrojando los platos por la ventana o al suelo si no le gustaba la comida, y sospechando que los criados abren los cajones, entranaba – como observo la senora Browning – «ciertos riesgos, y no seria yo quien me expusiera a ellos». Pero a Wilson, que habia tratado a mister Barrett y a los espiritus, no le importaba mucho que salieran volando por la ventana unos platos mas o menos… Eran gajes del oficio.

Sus dias – por lo que aun podemos distinguir de ellos -formaron una extrana sucesion. Empezaran o no en algun remoto pueblecito ingles, lo cierto es que terminaron en Venecia, en el Palazzo Rezzonico. Alii, por lo menos, vivia aun en el ano 1897, ya viuda, en una casa del muchachito a quien tanto cuido y quiso: mister Barrett Browning. Muy extrana procesion de dias… es posible que pensara aquella anciana, sonando a la luz roja del ocaso veneciano. Sus amigas, casadas con labriegos, venian aun -pisando inseguras el cesped ingles- a tomarse un vaso de cerveza. Se habia fugado con miss Barrett a Italia; habia visto las cosas mas extranas: revoluciones, guardias, espiritus, mister Landor tirando los platos por la ventana…

Luego, la muerte de mistress Browning… No, no le faltarian a la vieja cabeza de Wilson cosas en que pensar cuando se sentaba por las tardes junto a una ventana del Palazzo Rezzonico. Pero seria inutil que pretendieramos saber en que consistian esos pensamientos, pues era una tipica representante de ese gran ejercito formado por las criadas inescrutables, silenciosas e invisibles, que en la historia han sido. «No podria hallarse un corazon mas honrado, fiel y carinoso que el de Wilson.» Estas palabras de su ama pueden servirle de epitafio. (N. de A.)

[8] Parece ser que a mediados del siglo XIX era Italia famosa por sus pulgas. Desde luego, servian para romper con muchos convencionalismos, muy dificiles de evitar de otra manera. Por ejemplo, cuando Nathaniel Hawthorne fue a tomar el te en casa de miss Bremen, en Roma (1858), «hablamos de las pulgas, insectos que en Roma estan a la orden del dia; abundan tanto y es tan dificil librarse de ellas, que no se siente embarazo alguno para aludir a las grandes molestias que causan. A la pobrecita miss Bremen la estuvo atormentando una mientras nos servia el te…» (N. de A.)

[9] Neron (1849-60, aproximadamente), era, segun Carlyle, un «perrito cubano, blanco casi todo el, muy vivo y afectuoso; pero, aparte de eso, no tenia gran merito…» Se dispone de abundante material para reconstruir su vida, pero no es esta la ocasion de utilizarlo. Baste decir que lo robaron; que volvio con un cheque, destinado a Carlyle, atado al cuello; que «dos o tres veces lo eche a nadar en el mar (en Aberdour), lo cual no le hizo ni pizca de gracia», y que en 1850 se arrojo por la ventana de la biblioteca y se estrello contra el suelo. «Fue despues del desayuno», dice mistress Carlyle; «habia estado asomado a la ventana, que estaba abierta, contemplando los pajaros… Yo me hallaba aun en la cama, cuando oi gritar a Elizabeth: '?Oh, Dios mio! ?Oh, Neron!' Y sali como un

Вы читаете Flush
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату