diferencia, maldita sea.

Sintiendose culpable por aquel destello repentino de rabia, miro las veintitantas cajas azules que, en pilas de dos y tres, abarrotaban casi todas las zonas del suelo enmoquetado de su despacho que no estaban ocupadas ya por la pequena mesa de reuniones y las cuatro sillas.

Cada caja contenia expedientes clave de un asesinato sin resolver: eran casos abiertos. El resto de archivos atestaban los armarios situados en otras partes de la central del Departamento de Investigacion Criminal, o estaban cerrados bajo llave, cogiendo polvo, en un garaje humedo de la policia en el area donde tuvo lugar el asesinato, o archivados en un sotano olvidado, junto con todas las pruebas, etiquetadas y guardadas en bolsas.

Y tenia la sensacion, nacida de casi veinte anos de experiencia investigando asesinatos, de que lo que le esperaba ahora en el desague tenia muchas probabilidades de acabar siendo otra caja azul en el suelo.

Estaba tan saturado de papeleo en estos momentos que apenas habia un centimetro cuadrado de su mesa que no estuviera enterrado bajo montones de documentos. Tenia que repasar las cronologias, pruebas, declaraciones y todo lo que necesitaba la fiscalia para dos juicios por asesinato que iban a celebrarse el ano proximo. Uno estaba relacionado con un delincuente asqueroso de Internet llamado Carl Venner, el otro con un psicopata llamado Norman Jecks.

Mientras revisaba un documento preparado por Emily Gaylor, una joven de la Unidad de Juicios de Brighton, descolgo el telefono y marco una extension. Estar a punto de arruinarle el fin de semana a otra persona solo le proporciono un minimo de satisfaccion.

Contestaron casi de inmediato.

– Sargento Branson.

– ?Que estas haciendo?

– Iba a irme a casa, viejo, gracias por preguntar -dijo Glenn Branson.

– Respuesta equivocada.

– No, respuesta correcta -insistio el sargento-. Ari tiene clase de doma y me toca cuidar de los ninos.

– ?Doma? ?Y eso que es?

– Algo que hace con su caballo y que cuesta treinta libras la hora.

– Pues tendra que llevarse a los ninos con ella. Te veo en el aparcamiento dentro de cinco minutos. Tenemos que echar un vistazo a un cadaver.

– Preferiria irme a casa, en serio.

– Y yo. E imagino que el cadaver tambien preferiria estar en casa -contesto Grace-. En casa viendo la tele con una buena taza de te en lugar de descomponiendose en un desague.

4

Octubre de 2007

Al cabo de tan solo unos segundos, el ascensor se detuvo con una sacudida y se balanceo de un lado a otro, golpeando las paredes con un ruido que resono como si dos bidones de aceite chocaran entre si. Luego, se mecio hacia delante y tiro a Abby contra la puerta.

Casi al instante, volvio a bajar bruscamente en caida libre. Abby solto un quejido. Por una milesima de segundo, el suelo enmoquetado se alejo de ella, como si fuera ingravida. Entonces hubo un estrepito, el suelo parecio subir y le golpeo en los pies con tanta fuerza que se quedo sin respiracion y noto como si las piernas le subieran hasta el cuello.

El ascensor se torcio, la lanzo como un titere roto contra el espejo de la pared de atras y volvio a sacudirse antes de quedarse casi parado, columpiandose ligeramente, el suelo inclinado en un angulo extrano.

– Dios mio -susurro Abby.

Las luces del techo parpadearon, se apagaron, volvieron a encenderse. Percibio un hedor acre a instalacion electrica quemada y vio pasar una columna fina de humo, despacio, delante de ella.

Aguanto la respiracion, atrapando otro grito en su garganta. Era como si aquella maldita cosa estuviera suspendida de un hilo muy fino y desgastado.

De repente, oyo como si algo se desgarrara encima de ella. Metal rasgandose. Sus ojos miraron hacia arriba absolutamente aterrorizados. No entendia mucho de ascensores, pero parecia como si algo estuviera rompiendose. Poniendose en lo peor, se imagino que la argolla que sujetaba el cable al tejado se partia.

El ascensor cayo unos centimetros.

Abby chillo.

Luego descendio unos centimetros mas, el suelo estaba cada vez mas inclinado.

Dio un bandazo hacia la izquierda con un estrepito metalico, despues se hundio un poco mas. Oyo un crujido brusco sobre su cabeza, como si algo se soltara.

El ascensor cayo unos centimetros mas.

Cuando Abby se movio para intentar recuperar el equilibrio, se cayo y se golpeo el hombro contra una pared, luego la cabeza contra las puertas. Se quedo quieta un momento, con el polvo de la moqueta entrandole en la nariz, sin atreverse a moverse, mirando al techo. Habia un cristal opaco en el centro con franjas iluminadas a cada lado. Tenia que salir de esta cosa, lo sabia, tenia que salir deprisa. En las peliculas, los ascensores tenian una trampilla en el techo. ?Por que este no?

No llegaba al panel de botones. Intento ponerse de rodillas y alcanzarlo, pero el ascensor comenzo a balancearse con tanta fuerza, golpeando otra vez los lados del hueco como si realmente pendiera de un hilo, que se detuvo, temerosa de que un movimiento mas pudiera soltarlo.

Se quedo quieta unos momentos, hiperventilando, presa del terror mas absoluto, escuchando cualquier sonido que indicara que alguien acudia en su ayuda. No oyo nada. Si Hassan, su vecino de dos pisos mas abajo, estaba fuera, y si el resto de residentes tambien lo estaban, o en sus pisos con los televisores a todo volumen, nadie sabria lo que estaba ocurriendo.

«La alarma. Debo tocar la alarma.»

Respiro hondo varias veces. Tenia la cabeza tensa, como si el cuero cabelludo le estuviera pequeno. Las paredes se cerraban sobre ella de repente y luego se expandian, alejandose antes de volver a contraerse, como si fueran pulmones. Se acercaban, luego se alejaban otra vez, pulmones que respiraban, que latian. Tenia un ataque de panico.

– Hola -dijo en voz baja, en un susurro ronco, repitiendo las palabras que le habia ensenado su terapeuta para cuando sintiera que iba a tener un ataque de panico-. Me llamo Abby Dawson. Estoy bien. Solo es una reaccion quimica chunga. Estoy bien, estoy en mi cuerpo, no estoy muerta, se me pasara.

Se arrastro unos centimetros hacia el boton de alarma. El suelo se mecio, giro, como si estuviera sobre una tabla que se mantenia en equilibrio sobre la punta de un palo puntiagudo y fuera a caer en cualquier momento. Espero a que se estabilizara y volvio a avanzar un poco. Luego un poco mas. Otra voluta de humo azul, acre, paso a su lado, en silencio, como un genio. Alargo el brazo, estirandose tanto como pudo, y clavo con fuerza el dedo tembloroso en el boton metalico gris donde habia impresa en rojo la palabra Alarma.

No sucedio nada.

5

Octubre de 2007

La luz del dia empezaba a apagarse cuando, sumido en sus pensamientos, Roy Grace giro el Hyundai gris camuflado de la policia en Trafalgar Street. La calle tal vez llevara con orgullo el nombre de una gran victoria naval, pero esta parte era cutre y estaba flanqueada de tiendas y edificios mugrientos y dejados de la mano de Dios y, durante casi todo el dia y la noche, de traficantes de drogas. Menos mal que esta tarde el tiempo espantoso los

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