– ?Ooohhhhhhh…! -grito la mujer.

O algo parecido. Una especie de llanto, quiza. Jeremy no estaba seguro, porque el lamento fue interrumpido por un repentino aplauso entusiasta. De pronto, el microfono se alejo de la mujer, y las camaras tambien se alejaron de ella. Su minuto de gloria habia culminado, y la mujer se desmorono en su silla completamente exhausta por tantas emociones. En el escenario, la presentadora se levanto del sofa y miro fijamente a la camara.

– Recuerden, todo lo que ven aqui es real. Ninguna de estas personas conocia a Timothy Clausen con anterioridad. -Sonrio-. No cambien de canal; volvemos en unos minutos con otras historias tan fascinantes como la que acaban de oir.

Acto seguido, el plato se lleno con mas aplausos mientras llegaba la pausa para la publicidad. Jeremy aprovecho para acomodarse en el asiento.

Como periodista con un interes especifico por los temas cientificos, Jeremy se habia labrado una reputacion escribiendo articulos sobre gente de la calana de Clausen. Casi siempre disfrutaba con lo que hacia, y se sentia orgulloso del valioso servicio publico que prestaba, en una profesion tan especial como para tener todos los derechos enumerados en la Primera Enmienda de la Constitucion de Estados Unidos. Para su columna periodica en la revista Scientific American, habia entrevistado a varios premios Nobel, explicado las teorias de Stephen Hawking y Einstein en unos terminos inteligibles, y una vez habia conseguido convencer a la opinion publica para que las autoridades sanitarias estadounidenses retiraran un antidepresivo peligroso del mercado. Habia escrito una pletora de articulos sobre el proyecto Cassini, el espejo defectuoso en la lente de la nave espacial Hubble, y habia sido uno de los primeros en criticar abiertamente el experimento fraudulento de fusion fria en Utah.

Lamentablemente, aunque todo eso sonara impresionante, su columna en la revista no le reportaba demasiado dinero. Era su trabajo como autonomo lo que le ayudaba a pagar las facturas a final de mes, y al igual que la mayoria de los trabajadores por cuenta propia, siempre estaba buscando historias que pudieran interesar a los editores de revistas o de periodicos. Su nicho se habia ampliado hasta incluir «cualquier cosa que fuera inusual», y en los ultimos quince anos habia seguido e investigado a videntes, espiritistas, curanderos que se basaban en la fe y mediums. Habia expuesto fraudes, trucos y falsificaciones. Habia visitado casas encantadas, perseguido criaturas misticas y rastreado los origenes de un sinfin de leyendas urbanas. Esceptico por naturaleza, tambien tenia la rara habilidad de explicar conceptos cientificos dificiles de un modo inteligible para que el lector medio pudiera comprenderlos, y sus articulos habian sido publicados en numerosos periodicos y revistas del mundo entero. Pensaba que desenmascarar fraudes cientificos era una labor noble e importante, aunque a veces el publico no supiera apreciarlo. Frecuentemente, las cartas que recibia despues de publicar alguno de sus articulos estaban salpicadas de palabras tales como «idiota», «imbecil», y su favorita: «lameculos».

Despues de tantos anos habia aprendido que el periodismo de investigacion era un trabajo desagradecido.

Con el ceno fruncido como prueba de sus pensamientos, observo a la audiencia charlando animadamente y se pregunto a quien elegiria Clausen a continuacion. Jeremy lanzo otra mirada furtiva hacia la rubia, que examinaba el carmin de sus labios en un espejo de bolsillo.

Jeremy sabia que las personas que Clausen elegia no formaban parte del acto oficialmente, aunque la aparicion de Clausen fuera anunciada con antelacion y la gente se peleara desesperadamente con el fin de obtener una entrada para el programa. Lo que significaba, claro, que la mayor parte de la audiencia la formaban personas que creian fehacientemente en la vida despues de la muerte. Para ellos Clausen era legitimo. ?Como si no podia saber cosas tan personales sobre seres desconocidos, a no ser que se comunicara con los espiritus? Pero del mismo modo que un mago profesional exhibia su repertorio de una forma magistral, la ilusion continuaba siendo unicamente eso: una ilusion, y justo antes de que se iniciara el espectaculo, Jeremy no solo habia adivinado los trucos de Clausen, sino que ademas tenia una prueba fotografica para testificarlo.

Desenmascarar a Clausen seria el golpe de efecto mas impresionante que Jeremy habria conseguido hasta la fecha, y ese tipo tendria su merecido. Clausen era un estafador de la peor calana. Sin embargo, la vertiente pragmatica de Jeremy tambien le indicaba que ese era el tipo de historia que dificilmente captaria la atencion del lector, y el deseaba sacar el maximo partido de la ocasion. Despues de todo, Clausen gozaba de una enorme celebridad, y en Estados Unidos la fama era lo mas importante. A pesar de que sabia que practicamente no tenia ninguna posibilidad, fantaseo pensando que pasaria si Clausen lo eligiera a el a continuacion. No, imposible. Salir elegido era tan dificil como ganar un premio en una tombola; aunque eso no sucediera, Jeremy sabia que continuaba teniendo una historia de calidad entre las manos. Pero calidad y excepcionalidad eran dos conceptos que a menudo iban separados por la fuerza del destino, y mientras la pausa para la publicidad se acercaba a su fin, sintio un ligero nerviosismo ante la esperanza injustificada de que alguien como Clausen lo senalara con el dedo.

Y, como si Dios no estuviera suficientemente satisfecho con la labor que Clausen estaba llevando a cabo, eso fue exactamente lo que sucedio.

Tres semanas mas tarde, la garra del invierno se cernia sobre Manhattan. Un frente frio del Canada habia irrumpido sin compasion, y las temperaturas habian descendido practicamente hasta alcanzar los cero grados. De las rejillas de las alcantarillas emergian nubes de vapor que coronaban graciosamente las aceras heladas. Pero a nadie parecia importarle ese detalle. Los endurecidos ciudadanos de Nueva York mostraban su habitual indiferencia hacia cualquier evento relacionado con el tiempo atmosferico, y no era cuestion de malgastar un viernes por la noche con cualquier excusa irrisoria. Todo el mundo trabajaba muy duro durante la semana para desaprovechar una noche de fiesta, especialmente cuando habia un motivo de celebracion. Nate Johnson y Alvin Bernstein llevaban mas de una hora celebrandolo, al igual que un par de docenas de amigos y periodistas -algunos de la revista Scientific American- que se habian reunido en honor a Jeremy. La mayoria se hallaba en la fase mas animada de la noche y lo estaba pasando en grande, basicamente porque los periodistas tienden a ser muy conscientes de sus gastos y en esa ocasion las rondas iban a cargo de Nate.

Nate era el agente de Jeremy. El mejor amigo de Jeremy se llamaba Alvin y trabajaba de camara independiente. El grupo se habia congregado en un bar de moda situado en el Upper West Side de Manhattan para celebrar la intervencion de Jeremy en el programa Primetime Live de la ABC. Durante toda la semana habian ido apareciendo anuncios de Primetime Live -la mayoria de ellos con un primer plano de Jeremy y la promesa de una confesion explosiva-, y a Nate no paraban de lloverle las ofertas desde todos los puntos cardinales del pais para entrevistar a Jeremy. Un poco antes, esa misma tarde, habia recibido una llamada de la reputada revista People y finalmente habia concertado una entrevista para el lunes siguiente.

A nadie parecia importarle el hecho de que no se hubiera organizado una fiesta privada para celebrar la ocasion. Con la interminable barra de granito y una iluminacion impresionante, el abarrotado local parecia el paraiso de los yuppies. Mientras los periodistas de la revista Scientific American, agrupados en una de las esquinas del local y concentrados en una conversacion acerca de fotones, mostraban una tendencia casi enfermiza por las americanas de tweed con bolsillos ribeteados de piel, el resto de la concurrencia parecia que se habia dejado caer por alli despues de un arduo dia de trabajo en Wall Street o en Madison Avenue. Con las americanas de impecables trajes italianos reposando sobre el respaldo de las sillas y corbatas Hermes aflojadas en los cuellos, esos individuos parecian no buscar otra cosa mas que atraer la atencion de las mujeres mediante una exhibicion descarada de sus Rolex. Ellas, por su parte, tenian aspecto de haber venido directamente desde la empresa de mercadotecnia o la agencia de publicidad en la que trabajaban. Con faldas sofisticadas y zapatos con tacones vertiginosamente altos, sorbian su martini impasiblemente, simulando no prestar atencion a los hombres que copaban el local. Por su parte, Jeremy habia puesto el ojo en una llamativa pelirroja, que estaba de pie al otro extremo de la barra y parecia mirar hacia la direccion donde se hallaba el. Se pregunto si lo habria reconocido de los anuncios de la television, o si simplemente estaria buscando un poco de compania. La mujer se dio la vuelta, aparentando una absoluta falta de interes hacia el, pero de repente volvio a girarse y miro insistentemente en la misma direccion. Esta vez mantuvo la mirada un poco mas de tiempo, y Jeremy se llevo la jarra de cerveza a los labios.

– ?Vamos, Jeremy, presta atencion! -dijo Nate al tiempo que lo zarandeaba por el brazo-. ?Estas saliendo por la tele! ?No quieres ver tu magistral intervencion?

Jeremy dio la espalda a la pelirroja. Levanto la vista y la fijo en la pantalla, entonces se vio sentado delante de Diane Sawyer. Que sensacion tan extrana, como estar en dos lugares a la vez. Todavia no se lo acababa de creer. A pesar de llevar tantos anos trabajando en los medios de comunicacion, nada de lo que le habia pasado en las tres

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