mucho tiempo innecesario en la silla de montar? En lugar de hacerlo, llego hasta interrogar a Lucas de Marston. - La respuesta le llego, en una explosiva intuicion, con tanta claridad que casi le dejo sin aliento.

– ?Dios mio! No estaba en Winchester a peticion de Juan, ?me equivoco? Fuisteis vos quien lo mandasteis en pos de mi.

– He estado pensando -contesto la reina- cuanto tardariais en daros cuenta de eso.

Justino tenia tantas preguntas que hacer que decidio reunirias todas en una: «?Por que?».

– Erais el unico que habia visto a los asesinos. Eso os convertia en el objetivo primordial. Pero erais todavia un desconocido para mi, y si me disculpais el que lo diga, aun muy joven. Queria estar segura de que no estaba arrojando un cordero a la cueva de los leones. Asi que pense que lo mejor era que Durand os vigilara, al menos hasta que demostrarais que erais perfectamente capaz de cuidar de vuestra seguridad.

– Y hasta que vos estuvierais segura de que no iba a meter la pata en el asunto -anadio Justino, y Leonor se echo a reir.

– Si, eso tambien. Con un tanto en el tablero, necesitaba saber que podia confiar en vos. Afortunadamente, mis instintos me guiaron acertadamente. Siempre he tenido buena intuicion en lo referente a los hombres. -Sus labios se curvaron y anadio ironicamente-: ?Excepto en cuestion de maridos, por supuesto!

Las nubes cruzaban veloces el firmamento y a intervalos ocultaban la luna. Cuando Justino saco a Copper de los establos al patio de la Torre, era como sumergirse en un mar negro y profundo. Monto, y poco antes de llegar a Land Cate vio a varios jinetes que entraban por las puertas de la ciudad. Levanto su antorcha al pasar por su lado y se encontro frente a frente con Durand de Curzon.

Durand iba montado sobre un semental de gran alzada, un animal inquieto y levantisco a juzgar por las orejas aplastadas y los ojos ribeteados de blanco. Espoleando al caballo, viro bruscamente hacia donde estaba Justino. Este paro a su caballo en seco. Por suerte, su semental castano, por temperamento, no se espantaba facilmente. Justino no dudo que la accion de Durand habia sido deliberada, una advertencia de que se apartara de su camino. El lobo domesticado de la reina iba a ser un aliado provocador, si no queremos decir peligroso.

Justino exhalo un profundo suspiro, preguntandose en que lios se habia metido, porque en aquel momento el futuro parecia tan oscuro y turbio como esta noche de primavera sin luna. Pero miro hacia arriba y vio las luces que aun brillaban en las ventanas de los aposentos de la reina, como un faro resplandeciente en medio de la oscuridad del patio.

– Vamos, Copper -dijo-, Al demonio con Durand y con Juan tambien.

Y dejando atras la Torre, cabalgo hacia Gracechurch Street, hacia casa. Y cada vez que miraba hacia atras veia los destellos de luz procedentes de los aposentos de la reina, por encima de la ciudad dormida.

Sharon Kay Penman

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