Como si pudiera leer sus pensamientos, Leonor dijo:

– Teneis aspecto de estar agotado. Habeis debido de dormir en la misma montura para poder llegar aqui tan pronto. Una vez mas, me habeis servido bien.

La boca de Justino estaba seca. Tomo un breve trago de vino y despues puso la copa en la estera del suelo.

– No, senora, la verdad es que no os he servido tan bien. Durante mas de quince dias os he ocultado algo, algo que debeis saber. Tengo buenas razones para pensar que lady Claudine esta haciendo de espia de vuestro hijo.

Leonor continuo tomando sorbitos de vino.

– ?De verdad?

Justino estaba preparado para una reaccion de colera, incredulidad, y hasta de absoluto rechazo. Pero no indiferencia, nunca indiferencia.

– Senora… ?me habeis oido?

Se mostraba tan sorprendido, que la reina casi sonrio.

– Si os he oido, Justino. Has dicho que Claudine es espia de Juan.

Justino respiraba fatigosamente.

– ?Vuestra Alteza lo sabia!

– Si, de hecho lo he sabido hace tiempo -asintio la reina.

Justino estaba atonito.

– Pero… ?pero por que…?

– ?Que por que no revele su doble juego? Seguramente habreis oido el refran de que «mas vale malo conocido que bueno por conocer». Pues bien, eso se puede aplicar tambien a los espias. Ademas, el espionaje de Claudine no era mas que una irritacion, porque no es lo suficientemente implacable como para desempenar bien esa mision. Y mientras Juan crea que confio en ella, no buscara por otra parte.

Justino penso que, despues de todo esto, necesitaba una copa.

– Senora, pareceis aceptar la traicion con una calma asombrosa. ?Por que no estais indignada?

– La indignacion es una indulgencia propia de la juventud y la inexperiencia. No es un vicio de la madurez…, ni de una reina.

Antes de darse cuenta, Justino habia apurado su copa.

– Vos la conoceis mejor que yo, senora. ?Por que lo hacia?

Leonor se encogio de hombros.

– Hay muchas razones por las que la gente siente la tentacion de danzar con el demonio. Unos lo hacen por dinero. A otros se les fuerza, a otros se les seduce, y mi hijo puede ser muy persuasivo. Pero si tuviera que hacer una conjetura, diria que a Claudine la atrajo el espiritu de aventura.

– ?El espiritu de aventura? -repitio Justino, con tanta acritud que las palabras, inofensivas de por si, tomaron el tono de una salvaje blasfemia.

– Si, aventura -insistio Leonor-, porque asi es como ella lo ve. Estoy segura de que se ha convencido de que ningun perjuicio puede derivarse de sus averiguaciones. Le da a Juan lo que el quiere, ella recibe tambien lo que quiere y nadie resulta herido. Para Claudine esto es un juego, solo un juego.

Justino meneo lentamente la cabeza, un gesto tan revelador para Leonor como hubiera podido ser cualquier explosion de colera. Lo observo mientras volvia a la mesa y servia mas vino para los dos. Aceptando una de las copas, dijo:

– Por si os sirve de algo, muchacho, a Claudine le gustasteis desde la primera vez que os vio. Dudo que se hubiera llevado al lecho a un hombre que no encontrara deseable. Ella se considera una espia, no una prostituta.

Para Justino eso fue un minimo consuelo y bebio otro trago tan rapidamente que ella tuvo que advertirle que fuera mas despacio.

– No tengo la menor intencion de emborracharme -dijo tenso-. Ya lo he hecho antes. -Al oir sus propias palabras, se dio cuenta de que el vino le estaba desatando la lengua mas de lo debido, y puso la copa a un lado-. ?Sabiais, senora, que yo habia descubierto la traicion de Claudine?

– Si, lo sabia.

– Entonces, ?por que quisisteis tenerme a vuestro servicio?

– Tenia confianza en que vendriais a contarme la verdad. Supongo, he de confesarlo, que tenia tambien curiosidad de ver cuanto tiempo ibais a tardar en hacerlo -dijo Leonor con una leve sonrisa.

– ?Me estabais poniendo a prueba?

– ?Que opinais?

– ?Quereis que os diga la verdad? -contesto Justino con una risa tremula-. Que todo esto es superior a mi, que no lo entiendo.

Ella le sonrio por encima del borde de la copa.

– Creo que os habeis mantenido a flote bastante bien. No solo eso, creo que sois mejor nadador de lo que vos creeis, Justino. Lo demostrasteis con la historia del naufragio que inventasteis para tentar a Claudine.

– ?Como podeis saber eso? ?No es muy probable que Claudine os lo haya contado! -pregunto Justino mirandola a los ojos.

– No, pero Durand si lo hizo.

Esto era ya demasiado para Justino.

– No lo comprendo -dijo el, haciendo uso, con estas breves palabras, del mayor eufemismo de su vida-. ?Por que os lo iba a contar Durand? ?Durand es el lobo domesticado de Juan!

– No -contesto la reina con un leve destello de ironia, a pesar de la gravedad de la situacion-, ?Durand es mi lobo domesticado!

– ?Quereis decir que Durand no era el espia de Juan?

– No, ha estado espiando a favor de Juan durante meses. Pero lo que Juan no sabe es que Durand le dice solo lo que yo quiero que el sepa.

Justino estaba tratando aun de asimilar esta nueva realidad.

– Pero Claudine sabia lo de Gilbert el Flamenco. ?Como pudo Juan enterarse de esto si no fue por Durand?

– Si, asi es, esa informacion procedia de Durand -confirmo la reina-, ?Pero de que le servia a Juan si no le proporcionaba alguna informacion valiosa? Le proporciona la suficiente para que Juan siga acudiendo a el en busca de mas noticias.

– Asi que cuando Durand se enfrento conmigo en el gran salon, ?toda su actitud era una especie de farsa?

– No, no exactamente. Por supuesto, estaba haciendo lo que vos esperabais que hiciera. Os habria sorprendido, y hasta os habria hecho sentir suspicaz si no os hubiera echado la culpa de su supuesta perdida del favor de la reina. Pero el hecho de que no le caeis bien es indiscutible. Le molesto mucho el que lo sorprendierais en Winchester. Pocas veces comete errores como ese y no acepta con elegancia el fracaso. Es evidente que vos le pagais esa hostilidad con la misma moneda, y esa es una de las razones por la que os estoy contando esto. Es muy probable que tengais que trabajar con Durand en el futuro y no quisiera que vuestras sospechas os cieguen y os conduzcan a otros peligros.

Justino se quedo mirando a Leonor con verdadero asombro. Si la familia pudiera igualarse a ese «castillo en la colina» que el se habia imaginado una vez, el de la reina era de una magnifica estructura, lujosa y majestuosa, pero con los muros internos salpicados de sangre. Aun maravillandose de que pudiera afrontar la traicion de un hijo sin estremecerse, se daba cuenta tambien de que las necesidades de la reina prevalecerian siempre sobre las de la madre. No estaba seguro de si el mismo habia escogido formar parte del mundo de la reina -tan cegador, tan deslumbrante, tan peligroso-, pero tampoco podia hacerse a la idea de escaparse ahora de el. Para bien o para mal, era demasiado tarde.

Pensando que a Durand le debia de gustar cabalgar al borde del precipicio y dormir en edificios en llamas, dijo:

– Estoy todavia perplejo sobre el papel que Durand desempena en esto. Creo que lo llamasteis una «danza del diablo». Puesto que Durand no era realmente el hombre de Juan, ?por que se molesto en seguirme hasta Winchester, no solo una vez, sino dos? ?Por que no decirle simplemente a Juan que lo habia hecho y ahorrarse

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