– No, senora, no lo era. Fue asesinado por un golpe de mala suerte, porque creian que era otro hombre. El murio creyendo que estaban buscando vuestra carta, pero no era asi.

– ?Estais seguro de eso? -Los ojos de Leonor escudrinaron su rostro.

Cuando Justino le aseguro que si, la reina se aparto de el. Cruzando hacia el altar, se inclino hacia adelante, apoyando sus manos con las palmas hacia arriba en el mantel bordado del altar. Justino se quedo anonadado; esta era la primera vez que veia aflorar las emociones de la reina. ?Constituia el rey de Francia un peligro tan grande como suponia?

Leonor se volvio. Su rostro irradiaba tal alivio que Justino contuvo el aliento al darse cuenta, tardiamente, de la razon que obligaba a la reina a mantener ese comportamiento. No era la implicacion del rey de Francia lo que temia, ?era la de su hijo Juan! Habia sido Juan lo que desde el principio la preocupo. Temia que Felipe le hubiera avisado y que el hubiera contratado asesinos para asegurarse de que la carta no llegaria nunca a manos de su madre.

?Por que no se habia dado cuenta de la verdad hasta ahora? Era todo muy plausible. Si el arzobispo de Ruan tenia espias en la corte francesa, ?por que no iba a tener Felipe sus propios espias? ?Que habia dicho Leonor del rey de Francia? ?Ah, si, que tenia mas espias que escrupulos!

Esto explicaba muchas cosas. Tal vez no estaba de Dios que se supiera la verdad. Hasta ese criptico comentario de la reina tenia ahora explicacion. Si no podia probar que Juan era inocente, tendria que contentarse con mantener su culpabilidad en secreto. Al recordar sus encuentros con Juan que le producian tal desasosiego, Justino estaba seguro de que el mas joven de los hijos de Leonor era capaz de asesinar si el crimen iba en interes propio. Los temores de la reina estaban bien fundados. Dandose cuenta de cuanto se ventilaba en el juego, se alegro subitamente de su propia ignorancia. Porque si hubiera sabido cuanta importancia tenia esto para Leonor, ?habria sentido la tentacion de decirle lo que ella necesitaba oir?

– Me habeis traido buenas noticias, Justino. Ahora decidme el resto, por que murio el orfebre y como os enterasteis de la verdad.

Asi lo hizo Justino, sin omitir nada. El interrogatorio en la carcel de Newgate. La trampa en el juego de dados. El jugador resentido dispuesto a la venganza. Dos caballos, uno tordo y otro castano. Los forajidos esperando, escondidos, tan despreocupados en su asesinato.

– La buena suerte de Fulk de Chesney fue la perdicion de Fitz Randolph -concluyo con gravedad-. Senti al principio un acceso de colera ante una muerte tan arbitraria y tan sin sentido. Pero creo que a su familia lo que mas le preocupa ahora es que se la libere de toda sospecha. Al menos se le podra evitar a su viuda la prolongacion de su desconsuelo.

– Es asombroso -repuso Leonor- que hayais podido esclarecer este crimen con tan pocas pruebas. Habeis justificado con creces la fe que tengo en vos. Me imagino que incurristeis en gastos en el curso de vuestra investigacion, ?no es asi? Dare ordenes a Pedro para que os reembolse lo que os gastasteis en mi nombre.

– Gracias, senora. -Justino espero, seguro de que la reina ofreceria alguna compensacion extra, una recompensa por los servicios tan favorablemente prestados.

– Supongo que he de ser yo quien fije el importe -dijo Leonor con una sonrisa-. Yo estaba pensando en dos chelines. La cantidad me parece justa.

– Dos chelines… -Justino esperaba mas, mucho mas. Ahora que iba a estar otra vez solo, el dinero tenia importancia. Pero se trago cualquier palabra que expresara desilusion o descontento. A las reinas no se les presentan quejas.

Pero su desilusion era tan evidente que la sonrisa de Leonor se le helo en los labios.

– No estariais esperando mas que eso, ?verdad? ?Dios Santo, Justino, yo les pago a los caballeros de mi corte dos chelines al dia!

– ?Al dia? Senora, ?estais hablando de salario?

– Por supuesto -contesto Leonor con impaciencia-, ?Que creiais que quise decir?

– ?Es que quereis que permanezca a vuestro servicio?

– Si, lo quiero. ?Os sorprende eso tanto? Habeis demostrado ser un hombre de recursos, osado y digno de confianza. -Volvio a sonreir-. ?Cometeria una tonteria si os dejara marchar!

– ?Y que? ?Que puedo hacer por vos?

– Lo que yo necesite que se haga. -Su irritacion habia desaparecido y sus ojos brillaban con risa contenida-, Pero nada ilegal, muchacho, al menos no ostensiblemente ilegal.

– ?Senora, yo no queria decir eso! -dijo Justino apresuradamente.

– ?Claro que lo queriais decir! -Leonor estaba ahora riendose sin disimulo-. Pero no me he ofendido. Siempre he admirado la manera en que los gatos miran antes de saltar. Asi que, ?cual es vuestra respuesta? ?Os agrada mi ofrecimiento?

Justino asintio en silencio, incapaz todavia de encontrar la palabra adecuada.

– No teneis por que aparecer tan deslumbrado, Justino, porque tendreis mucho trabajo en vuestra nueva posicion. Os puedo garantizar largas horas en la silla de vuestro caballo y noches en vela a mi servicio, mas a menudo tal vez de lo que pensais.

El humor de Leonor habia sido siempre muy cambiante. Mientras Justino la observaba, su risa se mitigo y aquellos ojos color de avellana se encontraron con los suyos con una expresion de candor.

– He de reconocer ahora que temia que Juan estuviera implicado en el asesinato del orfebre. Sospecho que eso lo adivinasteis.

Perplejo, lo unico que Justino pudo hacer fue asentir otra vez. La mirada de la reina tenia un poder hipnotico; el experimentaba la estremecedora sensacion de que podia ver hasta las profundidades de su alma.

– Juan era inocente… esta vez. Pero se donde se ha ido y lo que quiere hacer. Apuesto la seguridad de mi salvacion a que esta en la corte del rey de Francia, ahora mismo, mientras estamos hablando, tramando con Felipe la manera de asegurarse de que Ricardo no vuelva a ver la luz del dia. A Inglaterra, y a todos nosotros, nos esperan tiempos dificiles. Voy a necesitar hombres en quienes pueda confiar total e incondicionalmente. Hombres como vos, Justino de Quincy.

– No os defraudare, senora.

Pero las palabras sonaban huecas en sus oidos, porque la estaba ya defraudando con su silencio. Tenia la intencion de compartir con ella sus sospechas, de advertirla que Claudine era espia de Juan. La reina necesitaba saber que no podia confiar en su familiar. Y si despedia a Claudine, la deshonra no era mas de lo que Claudine merecia. Pero ahora que habia llegado el momento, las palabras no le salian de la garganta.

– ?Justino? -Leonor lo estaba mirando con una expresion de perplejidad-. Pareciais estar a punto de hablar. ?Teneis algo mas que decirme?

Trago saliva y desvio la mirada.

– No, senora -dijo-, nada mas…

20. WINCHESTE

Marzo de 1193

Winchester habia levantado el cadalso mas alla de las murallas de la ciudad, en el camino de Andover. Se habia congregado ya una multitud ingente cuando Justino y sus companeros llegaron. No les sorprendio la muchedumbre de espectadores porque las ejecuciones publicas atraian generalmente mucho publico, ya que ofrecian tanto un entretenimiento truculento como la tranquilizadora prueba de que llega siempre la hora de la verdad para los que hacen el mal, sus, nunca mejor dicho, Dies Irae.

Para presenciar el dia del juicio de Gilbert el Flamenco habia venido una gran muchedumbre de Winchester: hombres, mujeres y hasta ninos. Justino sabia que habia quien opinaba que esta era una buena manera de

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