Cronista fruncio un poco el ceno.

– No se si…

– Se que funcionara -insistio Bast-. Yo probe algo parecido hace un par de meses. Consegui que empezara una autobiografia.

Cronista se enderezo.

– ?Escribio una autobiografia?

– Empezo a escribirla -puntualizo Bast-. Estaba muy emocionado, no hablaba de otra cosa. Se preguntaba por donde tenia que empezar. Despues de la primera noche escribiendo, volvio a ser el de antes. Parecia que hubiera crecido un metro y que llevara un relampago sobre los hombros. -Bast suspiro-. Pero algo salio mal. Al dia siguiente, leyo lo que habia escrito y le cambio el humor. Dijo que aquella era la peor idea que habia tenido jamas.

– ?Donde estan las hojas que escribio?

Bast hizo como si arrugara una hoja y la lanzara.

– ?Que ponia? -pregunto el escribano.

Bast nego con la cabeza.

– No se deshizo de ellas. Solo… las tiro. Llevan meses encima de su mesa.

La curiosidad de Cronista era casi palpable.

– ?Por que no…? -Agito los dedos-. Ya sabes, podrias recuperarlas.

– Anpauen. No. -Bast estaba horrorizado-. Despues de leerlas se puso furioso. -Se estremecio un poco-. No sabes como se pone cuando se enfada de verdad. No soy tan tonto como para hacerlo enfadar por una cosa asi.

– Si, supongo que tu lo conoces mejor que yo -dijo Cronista sin conviccion.

Bast asintio con impetu.

– Exacto. Por eso he venido a hablar contigo. Porque yo lo conozco mejor. Tienes que impedir que se concentre en las cosas oscuras. Si no… -Bast se encogio de hombros y repitio la mimica de arrugar y lanzar una hoja de papel.

– Pero yo estoy registrando la historia de su vida. La verdadera historia. Sin las partes oscuras, solo seria un estupido cuen… -Cronista no termino la palabra, y, nervioso, desvio la mirada hacia un lado.

Bast sonrio como un nino que sorprende a un sacerdote blasfemando.

– Sigue -dijo con una mirada que denotaba un profundo placer. Una mirada dura, terrible-. Dilo.

– Un estupido cuento de hadas -obedecio Cronista con un hilo de voz.

Bast esbozo una amplia sonrisa.

– Si crees que nuestras historias no tienen tambien su lado oscuro, es que no sabes nada de los Fata. Pero aparte de eso, esto es un cuento de seres Fata, porque tu los estas recopilando para mi.

Cronista trago saliva y se recompuso un poco.

– Lo que quiero decir es que lo que el esta contando es una historia veridica, y que todas las historias veridicas tienen partes desagradables. La suya mas que ninguna, me imagino. Son desordenadas, complicadas y…

– Ya se que no puedes hacer que no las mencione -le interrumpio Bast-. Pero puedes hacer que no se detenga en ellas. Puedes ayudarlo a recordar lo bueno: las aventuras, las mujeres, las peleas, los viajes, la musica… -Bast paro en seco-. Bueno, la musica no. No le preguntes sobre eso, ni por que ya no hace magia.

Cronista fruncio el ceno.

– ?Por que no? Por lo visto, la musica…

Bast adopto una expresion sombria.

– No -dijo con firmeza-. No son materias productivas. Antes te he hecho parar -le dio unos golpecitos en el hombro- porque ibas a preguntarle que habia pasado con su simpatia. Antes no lo sabias. Ahora ya lo sabes. Concentrate en las proezas, en su astucia. -Agito las manos-. En ese tipo de cosas.

– En realidad, a mi no me corresponde guiarlo hacia un sitio o hacia otro -dijo Cronista con fria formalidad-. Yo solo soy un recopilador. Solo estoy aqui para registrar la historia. Al fin y al cabo, lo que importa es la historia.

– Al cuerno con tu historia -le espeto Bast-. Haras lo que yo te mande, o te partire como si fueras una astilla.

Cronista se quedo helado.

– ?Me estas diciendo que trabajo para ti?

– Te estoy diciendo que me perteneces. -Bast se habia puesto muy serio-. Hasta la medula. Yo te traje hasta aqui para alcanzar mi objetivo. Has comido en mi mesa, y te he salvado la vida. -Apunto al desnudo pecho de Cronista-. Me perteneces tres veces. Eso hace que seas mio. Un instrumento de mi voluntad. Haras lo que yo te ordene.

Cronista levanto un poco la barbilla y su expresion se endurecio.

– Hare lo que crea conveniente -dijo, y lentamente, llevo una mano hasta el trozo de metal que colgaba de su cuello.

Bast bajo un momento la vista, y luego volvio a alzarla.

– ?Crees que estoy jugando? -pregunto con gesto de incredulidad-. ?Crees que el hierro te protegera? -Bast se inclino hacia delante, aparto la mano de Cronista de un manotazo y asio el disco de oscuro metal antes de que el escribano pudiera reaccionar. Inmediatamente, el brazo de Bast se puso rigido, y sus ojos se cerraron en un gesto de dolor. Cuando los abrio, se habian vuelto de un azul solido, el color de las aguas profundas o del cielo al anochecer.

Bast se inclino hacia delante y acerco su rostro a la cara de Cronista. El escribano, presa del panico, intento hacerse a un lado y levantarse de la cama, pero Bast lo sujeto por el hombro.

– Escucha lo que voy a decirte, hombrecito -susurro-. No dejes que mi mascara te confunda. Ves motitas de luz en la superficie del agua y olvidas la honda y fria oscuridad que hay debajo. -Los tendones de la mano de Bast crujieron cuando apreto el disco de hierro-. Escuchame. Tu no puedes hacerme dano. No puedes huir ni esconderte. No permitire que me desobedezcas.

Mientras hablaba, los ojos de Bast palidecieron, hasta volverse del puro azul del cielo a mediodia.

– Te lo juro por toda la sal que hay en mi: si contravienes mis deseos, el resto de tu breve existencia sera una orquesta de desgracias. Lo juro por la piedra, el roble y el olmo: te convertire en mi blanco. Te seguire sin que me veas y apagare cualquier chispa de placer que encuentres. Jamas conoceras la caricia de una mujer, un momento de descanso, un instante de paz.

Los ojos de Bast tenian la palidez azulada del relampago, y su voz era tersa y feroz.

– Y juro por el cielo nocturno y por la luna que si perjudicas a mi maestro, te abrire en canal y saltare en tus entranas como un nino en un charco. Encordare un violin con tus tripas y te hare tocarlo mientras bailo.

Bast se inclino un poco mas, hasta que sus caras quedaron a solo unos centimetros de distancia; tenia los ojos blancos como el opalo, blancos como la luna llena.

– Eres un hombre instruido. Sabes que no existen los demonios. -Bast compuso una sonrisa terrible-. Solo estamos los de mi raza. -Se inclino un poco mas, y Cronista percibio su aliento, que olia a flores-. No eres lo bastante sabio para temerme como deberias temerme. No has oido ni la primera nota de la musica que me impulsa.

Bast se aparto bruscamente de Cronista y se retiro unos pasos de la cama. Se quedo plantado al borde de la parpadeante luz de la lampara, abrio la mano y el disco de hierro cayo al suelo de madera, resonando debilmente. Al cabo de un momento, Bast inspiro hondo y se paso las manos por el cabello.

Cronista se quedo donde estaba, palido y sudoroso.

Bast se agacho y recogio el anillo sujetandolo por el cordel, roto. Le hizo un nudo al cordel con dedos agiles.

– Mira, no hay ninguna razon para que no seamos amigos -dijo con naturalidad tendiendole el collar a Cronista. Sus ojos volvian a ser de un azul humano, y su sonrisa, dulce y encantadora-. No hay ninguna razon para que no obtengamos todos lo que queremos. Tu consigues tu historia. El consigue narrarla. Tu consigues saber la verdad. El consigue recordar quien es en realidad. Ganamos todos, y cada cual sigue su camino, mas contento que unas pascuas.

Cronista alargo un brazo para coger el collar. Le temblaba un poco la mano.

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