otra forma, quiza nunca habria aprendido.

– Lo que no entiendes -le explique a Simmon una tarde que estabamos sentados bajo el poste del banderin- es que los hombres se enamoran continuamente de Denna. ?Te imaginas lo que eso supone para ella? ?Lo tedioso que resulta? Yo soy uno de los pocos amigos que tiene. No quiero arriesgarme a perder eso. No pienso abalanzarme sobre ella. Ella no quiere que lo haga. No voy a convertirme en uno mas del centenar de pretendientes de mirada languida que se pasan el dia persiguiendola como un borrego enamorado.

– Mira, no entiendo que ves en ella -dijo Sim escogiendo sus palabras con cuidado-. Ya se que es encantadora, fascinante y demas. Pero parece… -vacilo un momento- cruel.

Asenti.

– Es que lo es.

Simmon me miro, expectante, y al final dijo:

– Pero ?como? ?No vas a defenderla?

– No. «Cruel» es un buen calificativo para Denna. Pero creo que cuando dices «cruel», tu quieres decir otra cosa. Denna no es mala, ni retorcida, ni rencorosa. Es cruel.

Sim se quedo largo rato callado. Luego replico:

– Creo que es algunas de esas cosas, y tambien cruel.

El bueno de Sim, tan sincero y diplomatico. Le costaba mucho hablar mal de los demas; solo hacia insinuaciones. Y hasta eso le costaba.

Levanto la cabeza y me miro.

– He hablado con Sovoy. Todavia no se la ha quitado de la cabeza. La amaba de verdad. La trataba como a una princesa. Habria hecho cualquier cosa por ella. Y aun asi, ella lo dejo sin darle ninguna explicacion.

– Denna es una criatura salvaje -explique-. Como una cierva o una tormenta de verano. Si una tormenta derribara tu casa, o derribara un arbol, no dirias que la tormenta era mala. Era cruel. Actuo conforme a su naturaleza y, desgraciadamente, produjo danos. Con Denna pasa lo mismo.

»?Sabes de que sirve perseguir a una criatura salvaje? De nada. Si persigues a una cierva, solo consigues asustarla. Lo unico que puedes hacer es quedarte quieto donde estas, y confiar en que, con el tiempo, la cierva vaya hacia ti.

Sim asintio, pero vi que no me entendia.

– ?Sabes que este sitio se llamaba Patio de las Interrogaciones? -pregunte cambiando deliberadamente de tema-. Los alumnos escribian preguntas en trozos de papel y dejaban que el viento los arrastrara. Segun la direccion en que el papel saliera de la plaza, obtenias diferentes respuestas. -Senale los espacios entre los grises edificios que me habia ensenado Elodin-. Si. No. Quiza. En otro sitio. Pronto.

La campana de la torre dio la hora, y Simmon suspiro; se daba cuenta de que era inutil prolongar la conversacion.

– ?Jugamos a esquinas esta noche?

Asenti. Cuando Sim se hubo marchado, meti una mano en mi capa y saque la nota que Denna habia dejado en mi ventana. La relei, despacio. Entonces recorte con cuidado la parte de debajo de la hoja, donde Denna habia firmado.

Doble la tira de papel con el nombre de Denna, la retorci y deje que el viento me la arrancara de la mano y la hiciera girar entre las pocas hojas de otono que quedaban esparcidas por el suelo.

El trozo de papel danzo por los adoquines. Giraba y giraba, trazando caoticos dibujos que yo no podia entender. Espere hasta el anochecer, pero el viento no se lo llevo. Cuando me marche, mi pregunta todavia daba vueltas por la Casa del Viento; no me daba respuestas, pero insinuaba muchas. «Si.» «No.» «Quiza.» «En otro sitio.» «Pronto.»

Por ultimo, estaba el problema de mi enemistad con Ambrose. Yo no bajaba nunca la guardia: sabia que acabaria vengandose. Pero pasaron los meses y no sucedio nada. Al final llegue a la conclusion de que por fin habia aprendido la leccion y preferia mantener las distancias.

Estaba equivocado, por supuesto. Completamente equivocado. Ambrose solo habia aprendido a aguardar el momento oportuno. Consiguio vengarse, y cuando lo hizo, me pillo desprevenido y me vi obligado a marcharme de la Universidad.

Pero, como suele decirse, cada cosa a su tiempo.

92 La musica que suena

Creo que, de momento, eso es todo -dijo Kvothe indicandole a Cronista que dejara la pluma-. Ahora ya tenemos todo el trabajo preliminar hecho. Los cimientos sobre los que construir la historia.

Kvothe se levanto, movio los hombros y estiro la espalda.

– Manana os contare una de mis historias favoritas. Mi viaje a la corte de Alveron. Como aprendi a luchar con los Adem. Felu-rian… -Cogio un trapo limpio y se volvio hacia Cronista-. ?Necesitas algo antes de acostarte?

El escribano nego con la cabeza; sabia cuando tenia que retirarse.

– No, gracias. No necesito nada. -Lo guardo todo en su cartera de piel y subio a su habitacion.

– Tu tambien, Bast -dijo Kvothe-. Yo me encargare de recoger. -Hizo un ademan anticipandose a las protestas de su pupilo-. Vete. Necesito tiempo para pensar en la historia de manana. Estas cosas no se planean ellas solas.

Bast se encogio de hombros y se dirigio tambien hacia la escalera; sus pasos producian un fuerte ruido en los peldanos de madera.

Kvothe inicio su ritual nocturno. Retiro la ceniza de la gran chimenea de piedra y fue a buscar lena para el dia siguiente. Salio a apagar las lamparas que habia junto al letrero de la Roca de Guia, y vio que habia olvidado encenderlas al anochecer. Cerro la puerta de la posada con llave, y tras pensarlo un momento, dejo la llave en la puerta para que Cronista pudiera salir si se levantaba temprano.

A continuacion barrio el suelo, limpio las mesas y le saco brillo a la barra, moviendose con una metodica eficacia. Por ultimo, limpio las botellas. Mientras realizaba esas tareas, tenia la mirada extraviada, como si estuviera perdido en sus recuerdos. No silbo ni tarareo melodia alguna. Tampoco canto.

En su habitacion, Cronista iba inquieto de un lado para otro; estaba cansado, pero demasiado nervioso para conciliar el sueno. Saco las hojas escritas de su cartera y las dejo encima de la gran comoda de madera. Limpio todos sus plumines y los puso a secar. Con cuidado, se quito el vendaje del hombro, tiro la apestosa venda en el orinal y lo tapo; por ultimo, se lavo el hombro en el lavamanos.

Bostezando, se acerco a la ventana y contemplo el pueblo, pero no habia nada que ver. Ni luces, ni nada que se moviera. Abrio un poco la ventana y dejo que entrara el fresco aire otonal. Corrio las cortinas y se desvistio para acostarse, dejando la ropa en el respaldo de una silla. Por ultimo se quito la sencilla rueda de hierro que llevaba colgada del cuello y la puso en la mesilla de noche.

Cronista se acosto y le sorprendio comprobar que durante el dia le habian cambiado las sabanas, que estaban frescas y olian a lavanda.

Tras vacilar un momento, Cronista se levanto y cerro con llave la puerta de la habitacion. Dejo la llave en la mesilla de noche; fruncio el ceno, cogio la estilizada rueda de hierro y volvio a colgarsela del cuello; entonces apago la lampara y se metio en la cama.

Cronista paso casi una hora tumbado en su aromatica cama, despierto, volviendose hacia uno y otro lado. Al final suspiro y se destapo. Volvio a encender la lampara con una cerilla de azufre y se levanto de la cama. Fue hasta la pesada comoda, que estaba junto a la ventana, y la empujo. Al principio la comoda no se movio, pero cuando la empujo con la espalda, consiguio deslizaria lentamente por el liso suelo de madera.

Un minuto mas tarde, el pesado mueble estaba apoyado contra la puerta de la habitacion. Cronista volvio a acostarse, apago la lampara y se sumio en un profundo y placido sueno.

Cronista desperto y noto algo blando apretado contra su cara. La habitacion estaba completamente a oscuras. El escribano se retorcio, mas por un reflejo instintivo que por el impulso de huir. La mano que le tapaba

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