– Asi que pasas anos desarrollando el sistema de organizacion perfecto, que hasta tiene un apartado adecuado para tu libro de viajes autobiografico historico de ficcion. Los secretarios y tu pasais decadas identificando, seleccionando y reordenando decenas de miles de libros. -Me miro a los ojos-. Y entonces vas y te mueres. ?Que pasa a continuacion?

Empece a entender adonde queria llegar Fela.

– Bueno, en un mundo perfecto, el siguiente maestro archivero continuaria desde donde yo lo habia dejado.

– Si, eso en un mundo perfecto -dijo Fela con sarcasmo; se dio la vuelta y empezo a guiarme de nuevo entre las estanterias.

– Supongo que muchas veces el nuevo maestro archivero tiene sus propias ideas sobre como hay que organizado todo, ?no? -apunte.

– Muchas veces no -admitio Fela-. A veces hay varios maestros archiveros seguidos que trabajan aplicando el mismo sistema. Pero tarde o temprano aparece alguien que esta convencido de que sabe una manera mejor de hacer las cosas, y hay que volver a empezar desde cero.

– ?Cuantos sistemas diferentes ha habido? -Vi una debil luz roja que avanzaba a lo lejos entre los estantes, y apunte hacia ella.

Fela cambio de direccion para alejarnos de la luz y de quienquiera que fuese que la llevaba.

– Eso depende de como los cuentes -dijo en voz baja-. Como minimo nueve en los ultimos trescientos anos. La peor epoca fue hace unos cincuenta anos: hubo cuatro maestros archiveros nuevos cada cinco anos. El resultado fue que aparecieron tres facciones diferentes entre los secretarios; cada una utilizaba un sistema de catalogacion diferente, y cada una creia que el suyo era el mejor.

– Parece una guerra civil -comente.

– Una guerra santa -me corrigio Fela-. Una cruzada muy discreta y circunspecta donde cada bando estaba convencido de que lo que hacia era proteger el alma inmortal del Archivo. Robaban libros que ya habian sido catalogados segun otro sistema. Se escondian los libros unos a otros, o los cambiaban de orden en los estantes.

– ?Cuanto tiempo duro eso?

– Casi quince anos. Quiza durara todavia si los secretarios del maestro Tolem no hubieran conseguido, por fin, robar los libros de registro de Larkin y quemarlos. Despues de eso, los Larkin tuvieron que rendirse.

– Y la moraleja de la historia es que la gente se apasiona mucho con los libros, ?no? -bromee-. De ahi la necesidad de realizar controles al azar de los Rincones de Lectura.

Fela me saco la lengua.

– La moraleja de la historia es que esto es un lio. Cuando Tolem quemo los registros de Larkin, «perdimos» casi doscientos mil libros. Esos registros eran el unico sitio donde estaba anotada la localizacion de aquellos libros. Y Tolem murio cinco anos mas tarde. ?Adivinas que paso entonces?

– ?Llego un nuevo maestro archivero dispuesto a empezar desde cero?

– Es como una cadena interminable de casas a medio construir -prosiguio Fela con exasperacion-. Resulta facil encontrar los libros segun el viejo sistema, de modo que asi es como construyen el nuevo sistema. El que construye la casa nueva siempre roba madera de lo que ya esta construido. Los sistemas viejos siguen ahi, en forma de piezas y trozos desperdigados. Todavia encontramos bolsas de libros que unos secretarios se escondieron a otros hace anos.

– Tengo la impresion de que estas un poco picada con este asunto -dije esbozando una sonrisa.

Llegamos a una escalera, y Fela se dio la vuelta y me dijo:

– Todos los secretarios que aguantan mas de dos dias trabajando en el Archivo acaban picados. En Volumenes, la gente se queja cuando tardas una hora en llevarles lo que nos han pedido. No se dan cuenta de que no es tan facil como ir al estante de «Historia de los Amyr» y coger un libro.

Se volvio y empezo a subir por la escalera. La segui en silencio, apreciando la nueva perspectiva.

91 Persecucion

Despues de eso, el bimestre de otono se me hizo mucho mas agradable. Poco a poco, Fela fue desvelandome el funcionamiento del Archivo, y yo pasaba todo mi tiempo libre merodeando por alli, tratando de encontrar respuestas para mis mil preguntas.

Elodin hacia algo que podriamos llamar ensenar, pero por lo general parecia mas interesado en confundirme que en hacerme entender la nominacion. Mis progresos eran tan insignificantes que a veces me preguntaba si existia la posibilidad de progresar.

El tiempo que no pasaba estudiando en el Archivo lo pasaba en el camino de Imre, haciendole frente al viento, cada vez mas frio, ya que no podia buscar su nombre. El Eolio era el sitio donde tenia mas probabilidades de encontrar a Denna, y a medida que el clima empeoraba, cada vez la veia alli con mas frecuencia. Para cuando cayo la primera nevada, soliamos encontrarnos en uno de cada tres de mis viajes.

Por desgracia, raramente la tenia para mi solo, pues ella casi siempre estaba con alguien. Como habia mencionado Deoch, Denna no era de esa clase de mujeres que pasan mucho tiempo a solas.

Y sin embargo, yo seguia yendo a Imre. ?Por que? Porque siempre que Denna me veia, se encendia una luz en su interior que la hacia resplandecer unos instantes. Se levantaba de un brinco, corria hacia mi y me agarraba por el brazo. Entonces, sonriente, me llevaba a su mesa y me presentaba a su ultimo acompanante.

Acabe por conocerlos a casi todos. Ninguno era lo bastante bueno para ella, asi que yo los despreciaba y los odiaba. Ellos, a su vez, me odiaban y me temian.

Pero eramos cordiales y educados. Era una especie de juego. El tipo me invitaba a sentarme, y yo le invitaba a una copa. Nos poniamos a hablar los tres, y los ojos de el iban oscureciendose poco a poco al ver como Denna me sonreia. Su boca se estrechaba cuando oia la risa que brotaba de ella cuando yo bromeaba, contaba historias, cantaba…

Todos esos tipos reaccionaban igual, tratando de demostrar mediante pequenos gestos que Denna les pertenecia: le cogian la mano, le daban un beso, le acariciaban distraidamente un hombro.

Se aferraban a ella con denuedo. A algunos sencillamente les molestaba mi presencia, porque me consideraban un rival. Pero otros tenian un miedo y una certeza soterrados en la mirada desde el principio. Sabian que Denna se marcharia, y no sabian por que. De modo que se aferraban a ella como marineros naufragos que se agarran a las rocas pese a que las olas los estrellen contra ellas. Casi sentia lastima por ellos. Casi.

Asi que ellos me odiaban, y ese odio brillaba en sus ojos cuando Denna no miraba. Yo me ofrecia para pagar otra ronda, pero ellos insistian, y yo aceptaba con elegancia y les daba las gracias y sonreia.

«Yo la conozco desde hace mas tiempo», decia mi sonrisa. «Si, tu has estado entre sus brazos, has probado el sabor de su boca, has sentido su calor, y eso es algo que yo nunca he tenido. Pero hay una parte de ella que es solo para mi. Tu no puedes tocarla, por mucho que te esfuerces. Y cuando te deje, yo seguire estando aqui, haciendola reir. Y mi luz brillara en ella. Yo seguire estando aqui mucho despues de que ella haya olvidado tu nombre.»

Eran muchos. Denna los atravesaba como atraviesa una pluma el papel mojado. Los dejaba, decepcionada. O ellos, frustrados, la abandonaban y la dejaban dolida y triste, pero nunca lo suficiente para llorar.

La vi llorar una o dos veces. Pero no por los hombres a los que habia perdido, ni por los hombres a los que habia abandonado.

Lloraba en silencio por ella misma, porque habia algo profundamente herido en su interior. Yo ignoraba que era, ni me atrevia a preguntarselo. Me limitaba a decir lo que podia para calmar su dolor y la ayudaba a cerrar los ojos para rehuir la realidad.

A veces hablaba de Denna con Wilem y Simmon. Como eran verdaderos amigos, ellos me daban consejos sensatos y me ofrecian su comprension, mas o menos a partes iguales.

La comprension la agradecia, pero sus consejos eran inutiles, o algo peor. Me empujaban hacia la verdad, me instaban a abrirle mi corazon a Denna. A perseguirla. A escribirle poemas. A enviarle rosas.

Rosas. Ellos no la conocian. Pese a que yo los odiaba, los amigos de Denna me ensenaron una leccion que, de

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