pregunte si mi declaracion podria afectar positivamente a su causa. Sin embargo, gracias a su conexion con Von Loringhoven me habian permitido cantar la cancion de Africa para la Resistencia y salvar a Odette y a la pequena Simone.

– Quiza pueda declarar en su favor -comente.

Monsieur Villeret parecio sorprendido. Arqueo las cejas.

– ?Es usted consciente de que fue ella quien la denuncio a las FFI?

Me quede tan horrorizada durante un momento que me olvide de donde estaba. Mi mente se puso a cien por hora intentando encontrar alguna excusa para la conducta de Camille, pero no logre hallar ninguna.

– ?Ella me denuncio a mi? ?Por que haria tal cosa?

– Ella siempre ha estado en contra de usted, mademoiselle Fleurier.

– Eso no es cierto -replique, negando con la cabeza-. Asi es unicamente como lo ha retratado la prensa.

– No esta al tanto, ?verdad? -comento monsieur Villeret, frunciendo el entrecejo. Se reclino hacia atras y suspiro, como si estuviera valorando las consecuencias de lo que me iba a decir a continuacion-. ?Puedo confiar en su discrecion?

Todavia me sentia demasiado mareada por la revelacion de que Camille me hubiera denunciado como para asimilar su pregunta. Debio de hacerlo para protegerse a si misma o a su hija. ?Quiza habia pensado que yo la denunciaria a ella primero?

Volvi a mirar a monsieur Villeret. Saco una caja de un armario y la coloco sobre su escritorio con la gravedad que el director de una funeraria emplearia para manipular una urna.

– Cuando detuvieron a Andre, revise los archivos de su padre para reunir apoyos para defender su inocencia -me conto- y me encontre con una serie de antiguas cartas que provenian de la correspondencia entre monsieur Blanchard y Camille Casal. Ella le estaba chantajeando.

Las paredes de la habitacion se me volvieron borrosas. No tenia ni la menor idea de que Camille conociera al padre de Andre.

– ?Le estaba chantajeando? ?Cuando? -En 1936.

Ese fue el ano en el que Andre cumplio los treinta anos; el ano en el que se suponia que ibamos a casarnos.

– ?Queria dinero?

Monsieur Villeret nego con la cabeza.

– Queria arruinarle a usted su felicidad. Pretendia que monsieur Blanchard no dejara que Andre se casara con usted.

Pense que aquella sugerencia resultaba totalmente ridicula. Incluso aunque Camille hubiera sido tan malevola, no lograba entender por que habria tenido tal poder sobre monsieur Blanchard. Al contrario de lo que habia predicho su esposa sobre que nos sobreviviria a todos, el anciano habia sucumbido a la demencia poco despues de jubilarse y ahora vivia bajo los cuidados de una enfermera. No obstante, alla por 1936, era una persona arrogante y chulesca. Incluso una mujer tan manipuladora con los hombres como Camille no hubiera logrado manejarlo tan facilmente.

– ?Por que alguien con la fama y la belleza de Camille querria herirme de ese modo? -le pregunte.

Pero tan pronto como pronuncie aquella pregunta en voz alta, la verdad de lo que monsieur Villeret estaba insinuando me golpeo de lleno. Recorde la reaccion de Camille cuando le conte la propuesta de matrimonio de Andre en Cannes. Y nadie habia podido dar explicacion al repentino cambio de opinion de monsieur Blanchard cuando ya habia accedido a permitir que Andre se casara conmigo.

– Era el resentimiento lo que la movia -me explico monsieur Villeret-. Todo eran maquinaciones de una mente celosa. Habia unos trapos sucios en la historia de la familia Blanchard. Ella se entero por medio de alguien que ocupaba un alto cargo en el ejercito y decidio usarlo contra usted.

No podia apartar la vista del rostro de monsieur Villeret.

– Laurent Blanchard no murio siendo un heroe en Verdun -me aclaro-. Aquello fue una tapadera del gobierno en vista de la importancia de la familia Blanchard para Francia. Laurent Blanchard incito a sus hombres a amotinarse. Otro oficial le disparo mientras huia de la batalla.

Se me corto la respiracion en la garganta.

– ?Le fusilaron por traicion?

– No, le dispararon sin haberlo juzgado -repuso monsieur Villeret-. Y encubrieron lo que hizo.

Me levante de la silla y note que las piernas me fallaban bajo el peso de mi cuerpo, asi que fui trastabillando hasta la ventana. Fuera, en la calle, unos soldados estadounidenses supervisaban el derrumbe de un edificio calcinado. Habian atado cuerdas alrededor de la estructura y los soldados tiraban de ellas. ?Camille habia destruido mi felicidad con Andre porque estaba celosa?

A traves del aturdimiento producido por la confusion que me embotaba la mente, escuche que monsieur Villeret me preguntaba:

– ?Cree usted que deberia contarselo a Andre?

Varios grupos de espectadores se reunieron en la calle para contemplar a los estadounidenses tirando abajo el inestable edificio. Al principio, me parecio que la madera no cederia. Pero tras unos minutos de decididos tirones por parte de los soldados, la estructura se derrumbo. La multitud aplaudio.

Me volvi hacia monsieur Villeret, apenas capaz de verle a traves de las lagrimas. Si el abogado le relataba a Andre la historia de Camille, tambien tendria que contarle la de Laurent. Recorde la imagen del hombre de ojos sonadores de la salita de madame Blanchard. Sospeche que Laurent no habia traicionado a sus compatriotas, sino que habia sido como muchos de los jovenes oficiales que mi padre me habia descrito: hombres inteligentes que no veian la utilidad de enviar a miles de soldados a una carniceria solo porque un general lo ordenara. Pero ninguno de nosotros llegariamos a saberlo nunca con certeza. La acusacion de traicion y cobardia podria manchar la figura de Laurent si se llegaban a conocer las verdaderas circunstancias de su muerte.

Evoque aquella fria manana en Neuilly, cuando Andre y yo rompimos para siempre. ?Que utilidad tendria que lo supiera ahora? ?Que ventaja habria en que saliera todo a la luz? Pense en la princesa de Letellier y en las hijas de Andre, en madame Blanchard y en Veronique. Andre y yo tendriamos que haber puesto nuestra felicidad por encima de todo entonces, todos aquellos anos antes. Ahora le hariamos dano a demasiada gente. Parte de mi amaria a Andre para siempre y el probablemente seguia amandome, pero yo pertenecia a Roger.

– No -le dije a monsieur Villeret-. No debemos decirselo jamas.

Lleve a la prision de Fresnes un paquete con ropa limpia, sabanas y mantas, jabon y comida para Andre. Lo trajeron hasta mi vestido con el mono de la carcel y con cadenas alrededor de los tobillos. Me quede horrorizada por su aspecto demacrado.

– ?Simone! -exclamo, iluminandosele la cara-. ?Te han dejado salir? ?Estas bien?

Senti que mi propia sonrisa resultaba forzada. Todo lo que monsieur Villeret me habia contado pesaba sobre mi conciencia. Le pregunte al guardia si podia hablar con Andre a solas. Observo la Cruz de Lorena que yo llevaba en la solapa, asintio y se marcho.

– No te juzgaran, Andre. Te liberaran tan pronto como tu abogado rellene el papeleo correspondiente.

Andre exhalo un suspiro de alivio y presiono los dedos contra la reja de la ventana que nos separaba. No pude encontrar el valor de levantar la mano para tocarle. Delante de mi tenia al hombre al que habia amado con todo mi corazon. Nunca haria nada para herirle a el, ni a su esposa ni a sus hijas.

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