– ?Simone? ?Que sucede?

– Seramejor que le comunique a tu esposa que te van a liberar -le dijeDebe de estar preocupada. ?Tienes algun mensaje para ella?

Andre bajo la cabeza. Senti como si algo estuviera cambiando entre nosotros. Como dos placas tectonicas realineandose entre si para alcanzar una posicion mas estable. Levanto la mirada de nuevo y me miro a los ojos.

– Solo que… la quiero, y a las ninas tambien -me dijo.

Ambos sonreimos.

– Y tu, Simone -pregunto-, ?cuales son tus planes ahora?

– Me marchare al sur con mi familia y esperare a que Roger regrese.

Andre fruncio el entrecejo cuando mencione el nombre de Roger, pero esta vez se trataba de preocupacion mas que de celos.

– Monsieur Villeret ha estado tratando de rastrear el paradero de Roger Delpierre. Era cierto que el fue el contacto para que tu cantaras tu cancion en el Adriana, pero lo capturaron antes de que pudiera regresar a Londres. Lo enviaron a un campo de concentracion. Nadie sabe donde esta ahora.

Me dio un vuelco el corazon. Seguramente, aquello no podia ser posible. No podia perder a Roger por segunda vez.

– ?No! -exclame, apretando los punos.

Andre acerco su rostro a la reja.

– Tu le amas, ?verdad, Simone?

Asenti, apartandome las lagrimas con el borde de la mano.

– Queria volver a por mi despues de la guerra.

– Simone, no llores -me consolo Andre-. Tan pronto como salga de aqui te ayudare en todo lo que pueda.

Cuando me encaminaba hacia la salida de la carcel, el guardia que me acompanaba me pregunto si podia esperar en el pasillo un momento. Desaparecio en un despacho y yo me apoye contra la pared. Habia un grupo de hombres sentados en bancos, con los rostros ensangrentados y amoratados. Pasee hasta la ventana y mire al exterior. Un grupo de mujeres se encontraba en el patio. Yo apenas estaba un piso mas arriba, por lo que podia ver claramente sus rostros. Ninguna de ellas llevaba el uniforme de la prision; iban vestidas con ropas de civiles y tenian un aspecto sucio y desalinado. Pero no eran mujeres de clase obrera: todas ellas llevaban los vestidos hechos a medida y los zapatos de tacon alto tipicos de la alta sociedad parisina. Algunas llevaban afeitada la cabeza.

Mi mirada recayo sobre una mujer rubia de pie en la esquina del patio, fumando. Sus duros ojos azules parecian ajenos al miedo y al caos que la rodeaban. Me acerque mas a la ventana. Sin maquillaje, el rostro de Camille tenia un aspecto estropeado y demacrado. La recorde deslizandose al entrar en el escenario del Casino de Paris y contemplando al publico, majestuosa, con su vestido cenido al cuerpo y la capa, que dejaba caer hasta el suelo. En su momento, me habia sentido cautivada por su belleza, pero la podredumbre que corroia sus entranas ahora estaba empezando a aflorar. Recorde la expresion de serena mofa en los ojos de Camille cuando miraba al publico y comprendi que ella nunca habia padecido de miedo escenico: habia practicado con antelacion cada mohin y cada batida de pestanas con precision militar. Camille nunca compartia nada de si misma, al igual que la amistad que me habia demostrado, que no tenia fundamento ni era en absoluto real. Habia hecho lo peor que podia para herirme. Pero yo tambien tenia parte de culpa. Habia un proverbio provenzal que decia: «Quienes son tan necios como para mantener una serpiente por acompanante acabaran recibiendo un mordisco mas tarde o mas temprano».

Camille levanto la vista y me miro a los ojos. Me contemplo sin rastro de duda ni miedo. Comprendio entonces que yo habia descubierto lo que me habia hecho y no le importaba ni lo mas minimo.

– ?A quien esta mirando? -me pregunto el guardia, saliendo del despacho. Miro por encima de mi hombro y profirio un ruido de burla-. ?Camille Casal? ?Su antigua rival? Ahora ya no tiene un aspecto tan glamuroso, ?verdad que no?

– Nunca fue mi rival -replique, recordando lo que monsieur Etienne siempre me decia-. Yo siempre cante y baile mejor que ella.

– Y siempre ha sido usted mas guapa tambien -comento el guardia, separandome de la ventana y conduciendome pasillo abajo-. Camille Casal es una arpia despiadada. Yo asisti a su interrogatorio. ?Sabia que tuvo un bebe? Era una nina. La abandono en un convento y nunca regreso a por ella.

Me detuve en seco y mire al guardia fijamente. Tenia las mejillas sonrosadas y una oronda barriga, senales de que se trataba de un hombre felizmente casado.

– ?Donde esta ahora la muchacha? -le pregunte-. Ya debe de ser toda una jovencita.

El guardia nego con la cabeza.

– No llego a crecer. La nina murio de fiebre cuando tenia cinco anos. Camille Casal ya era una estrella, pero no cedio ni un centimo para que le compraran las medicinas a la cria. La enterraron en una fosa comun.

El guardia me abrio la puerta de la prision y sali a la luz del sol. Me quede de pie en la acera durante largo rato, tratando de asimilar todo de lo que me habia enterado esa manana. Repase en mi mente todas las cosas que Camille me habia contado a lo largo de los anos sobre la manutencion de su hija. Ninguna de ellas habia sido cierta. Se me quedo grabada en la memoria la imagen del rostro de Camille observandome directamente desde el patio. Habia sido una desvergonzada hasta el final. Me habia utilizado para volver a los escenarios de Paris con Les Femmes, sabiendo que era ella la culpable de haber destruido mi felicidad con Andre. No era de extranar que nunca se molestara en mencionarle.

Se me formo un nudo en la garganta y comence a toser. Me deje caer hasta sentarme en los adoquines de la acera y me tape los ojos. Queria regresar y escupirle a Camille a la cara, arrancarle su arrogante carne con mis propias unas. No podia imaginarme poniendome en pie otra vez por miedo a que, si lo hacia, la mataria, pero senti un hormigueo en el corazon y se me paso la ira. Si me enfrentaba a Camille ahora, ?eso que cambiaria? Habia arruinado mi pasado, pero no la dejaria inmiscuirse en mi futuro.

Lentamente, se me fue aclarando la cabeza y mi corazon recupero un ritmo normal. Me puse en pie y me arregle el abrigo. Taparia el recuerdo de Camille del mismo modo que un perro cubre sus excrementos. Habia terminado con ella para siempre. No tenia intencion de asistir a su juicio; no habia nada que pudiera hacer para condenar a Camille mas de lo que se habia ganado con sus propios actos. En lo que tenia que pensar ahora era en el futuro, y ese futuro eran Roger y mi familia en la finca.

Capitulo 35

Escribi al general De Gaulle para ver si desde su oficina podian hacer algo para investigar el paradero de Roger. Le proporcione instrucciones a madame Goux para hacer averiguaciones mediante la Cruz Roja sobre el en mi nombre, asi como sobre monsieur Etienne y Joseph, y mientras tratamos de enterarnos de todo lo que pudimos a traves de nuestros contactos de la red. Von Loringhoven se nego a dar la confirmacion de que Odette y la pequena Simone hubieran abandonado realmente el pais y lo mas que pude hacer fue desear que Odette me escribiera. Monsieur Dargent venia a mi apartamento todos los dias para ayudarme en mi busqueda. Los periodicos clandestinos ahora se publicaban legalmente y alli fue donde vi por primera vez una borrosa fotografia de los cuerpos esqueleticos amontonados en fosas comunes

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