otono, lo que impidio su busqueda con equipos de buceo. Las olas fueron muy fuertes por toda la costa aquel noviembre, y debieron de arrastrarla kilometros mar adentro. Al principio casi no pude soportarlo, pero a medida que paso el tiempo comprendi que quiza fue lo mejor. Eso me permitio recordarla en momentos mejores. Me preguntaste por que te he contado esta historia, ?verdad?

– Asi es.

– Por dos motivos. El primero, porque ella fue mas valiente de lo que nadie podia esperar, y quiero que se sepa. -Catherine sonrio tras las lagrimas y senalo el bolsillo donde me habia guardado el papel.

– ?Y el segundo motivo?

– Te quedara claro muy pronto -dijo.

Los dos guardamos silencio y ella sonrio.

– Una historia de amor -repitio-. Una historia de amor alrededor de la muerte.

El decorado difiere, dependiendo de la antiguedad de la prision, y cuanto dinero este dispuesto el estado a invertir en tecnologia penal moderna. Pero, quitando las luces, los detectores de movimiento, los ojos electronicos y los monitores de video, una prision sigue siendo lo mismo de siempre: cerrojos.

Me cachearon en una antesala, primero con una vara electronica y luego a la manera clasica. Me pidieron que firmara una declaracion de que si por algun motivo me tomaban como rehen renunciaba a que el estado adoptara medidas extraordinarias para rescatarme. Inspeccionaron mi maletin. Examinaron todos los boligrafos que llevaba, asi como las hojas de mi cuaderno de notas, para asegurarse de que no intentaba colar algo entre las paginas. Luego me condujeron por un largo pasillo, a traves de puertas de cierre electronico. El guardia me condujo hasta una sala pequena, al lado de la biblioteca de la prision. Normalmente, se usaba para los encuentros entre los reclusos y sus abogados, pero un escritor en busca de una historia merecia el mismo trato.

Habia brillantes luces en el techo y una sola ventana que daba a una cerca de alambre de espino y un trozo de cielo azul. Una recia mesa de metal y sillas plegables eran el unico mobiliario. El guardia me indico que me sentara y luego senalo una puerta lateral.

– Vendra dentro de un minuto. Recuerde, puede darle un paquete de cigarrillos, si lo ha traido, pero nada mas. ?De acuerdo? Puede estrecharle la mano, pero ese sera todo el contacto fisico. Segun las reglas fijadas por el Tribunal Supremo del estado, no se nos permite escuchar su conversacion, pero esa camara de ahi arriba en el rincon -senalo el otro extremo de la sala-, bueno, grabara todo el encuentro. Incluyendome a mi dandole este aviso. ?Entendido?

– Claro.

– Podria ser peor -dijo-. Somos mas amables que en otros estados. Imagine como lo tratarian en Georgia, Texas o Alabama.

Asenti.

– ?Sabe?, el monitor es tambien para su proteccion -anadio-. Tenemos a algunos tipos aqui dentro que probablemente le rajarian la garganta si dice algo que no debe. Asi que vigilamos de cerca esta clase de entrevistas.

– Lo tendre en cuenta.

– Pero no tiene que preocuparse. En este lugar, O'Connell se comporta como todo un caballero. Lo unico que hace es insistir en su inocencia.

– ?Eso dice?

El guardia sonrio mientras la puerta se abria y Michael O'Connell, esposado, con una camisa azul y vaqueros oscuros, era escoltado al interior de la habitacion.

– Es lo que dicen todos -observo el guardia, y se acerco a quitarle las esposas.

Nos estrechamos la mano y nos sentamos uno frente al otro en la mesa. El se habia dejado barba y cortado el pelo al cepillo. Habia algunas arrugas alrededor de sus ojos que supuse no existian unos anos atras. Coloque la libreta delante de mi, y juguetee con un lapiz mientras el encendia un cigarrillo.

– Mal habito -comento-. Empece aqui.

– Puede matarlo -respondi.

El se encogio de hombros.

– En este sitio muchas cosas pueden matarte. Miras mal a un tipo, y te mata. Digame, ?a que ha venido?

– He estado examinando el crimen por el que cumple condena -dije con cautela.

El alzo las cejas.

– ?De veras? ?Quien lo envia?

– No me envia nadie. Estoy interesado.

– ?Y como se intereso?

No supe muy bien que responder. Sabia que iba a hacerme esta pregunta, pero no habia preparado ninguna respuesta. Me eche un poco hacia atras, y dije:

– Oi algo en una fiesta, y me pico la curiosidad. Investigue un poco y decidi hablar con usted.

– Yo no lo hice, ?sabe? Soy inocente.

Asenti con la cabeza, esperando que continuara. El estudio mi reaccion, dando una larga calada al cigarrillo, y exhalo un poco de humo en mi direccion.

– Le han enviado ellos, ?verdad? -pregunto.

– ?A quien se refiere?

– Los padres de Ashley, y sobre todo ella misma. ?Le han enviado para asegurarse de que sigo aqui, entre rejas?

– No. No me envia nadie. He venido por cuenta propia. Nunca he hablado con esas personas.

– Claro, seguro que no -repuso el, y solto una risotada-. ?Cuanto le pagan?

– Nadie me paga.

– Ya. Y hace esto gratis… Malditos puneteros hijos de puta -mascullo-. Crei que me dejarian en paz.

– Puede creer lo que quiera.

El parecio reflexionar un momento, luego se inclino hacia mi.

– Digame -dijo despacio-. Cuando se reunio con ellos, ?que dijo Ashley?

– No me he reunido con nadie -menti, y supe que el lo sabia.

– Describamela -pidio. De nuevo se inclino hacia delante, como impulsado por la fuerza de sus preguntas, con una subita ansiedad en cada palabra-. ?Que llevaba puesto? ?Se ha cortado el pelo? Hableme de sus manos. Tiene dedos largos y delicados. ?Y sus piernas? Largas y bien torneadas, ?eh? No se ha cortado el pelo, ?verdad? Ni tenido. Espero que no.

Su respiracion se habia acelerado y pense que podia estar excitado.

– No puedo decirselo. Nunca la he visto. No se quien es.

El dejo escapar un largo suspiro.

– ?Por que me hace perder el tiempo con mentiras? -replico. Entonces ignoro su propia pregunta y dijo-: Bueno, cuando la conozca, vera exactamente de que estoy hablando. Exactamente.

– ?Ver que?

– Por que nunca la olvidare.

– Incluso aqui dentro. ?Durante anos?

El sonrio.

– Incluso aqui dentro. Durante anos. Todavia puedo visualizarla de cuando estuvimos juntos. Es como si siempre estuviera conmigo. Incluso puedo sentir sus caricias.

Asenti.

– ?Y los otros nombres que ha mencionado?

Sonrio de nuevo, pero esta vez con malicia.

– No los olvidare tampoco. -Torcio la boca en una especie de mueca-. Lo hicieron ellos, ?sabe? No se como, pero lo hicieron. Ellos me metieron en este agujero. No tenga dudas. Cada dia pienso en ellos. Cada hora. Cada minuto. Nunca olvidare lo que consiguieron hacerme.

– Pero usted se declaro culpable -respondi-. En un tribunal. Delante de un juez, juro decir la verdad y declaro

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