que habia cometido el crimen.

– Eso fue cuestion de conveniencia. No tuve mas remedio. Si me hubieran condenado por homicidio en primer grado, me habrian caido entre veinticinco anos y la perpetua. Al declararme culpable, recorte siete anos o mas y tengo opcion de solicitar la libertad bajo fianza. Cumplire mi sentencia. Y luego saldre de aqui y arreglare las cosas. -Volvio a sonreir-. ?No es lo que esperaba oir?

– No tenia ninguna expectativa.

– Estabamos hechos para estar juntos -dijo-. Ashley y yo. Nada ha cambiado. El hecho de que tenga que pasarme unos anos aqui dentro no cambia las cosas. Es solo tiempo, y el tiempo pasa. Luego sucedera lo inevitable. Llamelo destino, llamelo sino, pero es como es. Puedo ser paciente. Y luego la encontrare.

Asenti. Lo creia. El se acomodo en su asiento y miro la camara de seguridad, aplasto el cigarrillo, saco un paquete arrugado del bolsillo de la camisa y encendio otro.

– Es una adiccion -dijo, mientras el humo resbalaba entre sus labios-. Es casi imposible dejarlo, o eso dicen. Peor que la heroina o incluso la cocaina o el crack. -Solto una risita-. Supongo que soy una especie de drogadicto.

Entonces me miro fijamente.

– ?Ha sido adicto a algo? ?O a alguien?

No respondi.

– ?Quiere saber si mate a mi padre? Pues no, no lo mate -dijo, envarado-. Condenaron al hombre equivocado.

«Una informacion que tenia que transmitir.»

Eso me habia dicho ella, estaba seguro. No tarde en comprender a que se referia.

Aparque en el camino de acceso y sali del coche. El calor del dia habia aumentado. Imagine que empujar las ruedas de aquella silla una tarde calurosa de verano seria particularmente dificil.

Llame a la puerta de Will Goodwin y espere. El jardin que habia visto semanas antes habia florecido en hileras ordenadas y coloridas, como una parada militar. Oi la silla rozando el suelo de madera, y entonces la puerta se abrio.

– ?Senor Goodwin? No se si me recuerda. Estuve aqui hace unas semanas…

El sonrio.

– Claro. El escritor. No crei que fuera a volver a verlo. ?Tiene mas preguntas que hacerme?

Goodwin sonreia. Adverti algunos cambios en el desde la anterior vez: el pelo mas largo, y la hendedura de su frente, donde lo habia golpeado el tubo, parecia haberse suavizado un poco y quedaba mas oculta por la marana de rizos. Tambien se habia dejado barba, de modo que su mandibula transmitia cierta determinacion.

– ?Como esta? -pregunte.

El hizo un gesto con la mano, senalando la silla.

– La verdad, senor escritor, he dado algunos pasos. Mi memoria va recuperandose, gracias por preguntar. No recuerdo nada de la agresion, claro. Eso esta perdido, y dudo que vuelva jamas. Pero las clases, los estudios, los libros leidos, algo va volviendo cada dia. Asi que al menos estoy en moderado ascenso, por asi decirlo. Tal vez pueda hacer algo en el futuro…

– Me alegro.

Sonrio, giro un poco la silla, equilibrandose, y se inclino hacia mi.

– Pero ese no es el motivo por el que esta aqui, ?verdad?

– Pues no.

– ?Ha descubierto algo? ?Sobre mi atraco?

Asenti. Sus modales tranquilos y afables cambiaron de inmediato.

– ?Que? Digame. ?Que ha descubierto?

Vacile. Sabia lo que debia hacer. Me pregunte si esto era lo que pasaba por la mente de un juez cuando oia el veredicto del jurado. Culpable. Hora de pronunciar la sentencia.

– Se quien lo hirio -respondi. Lo observe en busca de una reaccion. No tardo en producirse. Fue como si una sombra hubiera caido sobre sus ojos, aumentando el espacio que nos separaba. Negra oscuridad y rancio odio. Su mano temblo y apreto los labios.

– ?Ha descubierto quien me hizo esto?

– Si. El problema es que lo que he averiguado no es util para la policia, no es la clase de informacion con la que se puede crear un caso, y desde luego no llegaria a ningun tribunal…

– Pero… ?lo sabe? ?Lo sabe con seguridad?

– Si. Estoy absolutamente seguro, mas alla de la duda razonable. Pero, repito, no le servira de nada a la policia.

– Digame -susurro con toda la rabia que acumulaba-. ?Quien me hizo esto?

Busque en mi maletin y saque una fotocopia de las fotos de la ficha de Michael O'Connell y se la entregue. «Dos motivos», me habia dicho Catherine. Y este era el segundo.

– ?Este hombre?

– Si.

– ?Donde esta?

Le tendi otro papel.

– En prision. Aqui tiene la direccion, su numero de identificacion como recluso, datos sobre la sentencia que cumple, y la fecha en que podra solicitar la libertad condicional. Es dentro de muchos anos, pero ahi la tiene, junto con un numero de telefono donde puede conseguir mas informacion, si quiere.

– ?Y esta seguro? -volvio a preguntar.

– Si. Al ciento por ciento.

– ?Por que me lo cuenta?

– Supongo que tiene derecho a saberlo.

– ?Como lo ha averiguado?

– Por favor, no me pregunte eso.

Hizo una pausa, luego asintio.

– Vale. Esta bien. -Will Goodwin miro primero la foto y luego el papel-. Un sitio duro esta prision, ?eh?

– Si. Eso dicen.

– Ahi dentro puede pasar cualquier cosa, ?verdad?

– Asi es. Pueden matarte por un paquete de cigarrillos. El mismo me lo dijo.

Asintio.

– Ya. Imagino que asi es. -Me miro sin verme un segundo, y anadio-: Da que pensar.

Di un paso atras, dispuesto a marcharme, pero de pronto me pregunte que acababa de hacer.

Vi que Will Goodwin estaba rigido, y que sus brazos aferraban la silla cargados de tension.

– Gracias -empezo lentamente, y pronuncio cada palabra con el peso de la crueldad de lo que O'Connell le habia hecho-. Gracias por acordarse de mi. Gracias por darme esto.

– He de irme -dije, pero lo que estaba dejando alli no se iria nunca.

– Solo una pregunta mas -dijo el.

– Claro.

– ?Sabe por que me hizo esto?

Tome aliento.

– Si, lo se.

Una vez mas, su rostro se demudo y su labio inferior temblo.

– Bien… ?por que? -Apenas pudo pronunciar las palabras.

– Porque beso usted a la chica equivocada.

El parecio respirar con dificultad, como si se hubiera quedado sin aire. Pude verlo asimilar la informacion.

– Porque bese…

– Si. Solo una vez. Un solo beso.

Vacilo, como si de repente hubiera docenas de preguntas que quisiera formular. Pero no lo hizo. Se limito a sacudir la cabeza. Su mano se habia tensado sobre la rueda de la silla, con los nudillos blancos, y en su interior

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