Entonces empezo a estudiar, unos anos despues solicito la admision en la academia de policia y, para su asombro, la admitieron. En realidad, nadie se explicaba como la habian aceptado con aquel cuerpo tan inmenso, pero nadie se atrevio a preguntar y ella tampoco dio nunca explicaciones. Cuando alguno de sus colegas, por lo general hombres, hablaba de ponerse a dieta, ella grunia irritada. Vivi Sundberg era cauta con el azucar, pero, al mismo tiempo, le gustaba comer. Habia estado casada dos veces. La primera, con un obrero industrial de Iggesund con el que habia tenido a su hija, Elin. El hombre habia fallecido en un accidente laboral. Pocos anos despues volvio a casarse con un fontanero de Hudiksvall. No llevaban dos meses de matrimonio, cuando el marido se mato en un accidente de coche mientras conducia por la carretera helada entre Delsbo y Bjuraker. Despues, nunca volvio a casarse. Sin embargo, entre sus colegas circulaba el rumor de que tenia un amigo en alguna de las numerosas islas griegas, adonde viajaba dos veces al ano para pasar las vacaciones. En cualquier caso, nadie lo sabia con certeza.
Vivi Sundberg era una buena policia. Era persistente y tenia gran capacidad de analisis, incluso de las pistas mas insignificantes, que en ocasiones eran las unicas de que disponian en una investigacion de asesinato.
Se paso la mano por el cabello mientras observaba a Erik.
– ?Donde es?
Los dos colegas se pusieron en marcha en direccion al lugar donde se encontraba el cadaver. Vivi Sundberg hizo un mohin al tiempo que se acuclillaba.
– ?Ha llegado el medico?
– La chica esta en camino.
– ?La chica?
– Si, Hugo tiene una sustituta. Lo van a operar de un tumor.
Vivi Sundberg perdio momentaneamente el interes por el cuerpo ensangrentado que yacia en la nieve.
– ?Esta enfermo?
– Tiene cancer. ?No lo sabias?
– No. ?Cancer de que?
– De estomago, pero parece que no se ha extendido. La sustituta es de Uppsala. Se llama Valentina Miir, no se si lo pronuncio bien.
– ?Y esta en camino?
Erik Hudden le grito la pregunta a Ytterstrom, que estaba tomando cafe junto a uno de los coches. El colega le confirmo que el forense no tardaria en llegar.
Vivi Sundberg empezo a examinar el cuerpo a conciencia. Cada vez que se enfrentaba al cadaver de una persona que habia muerto asesinada la asaltaba la misma sensacion de absurdo. Ella no podia resucitar a los muertos, tan solo, y en el mejor de los casos, aclarar los motivos del crimen y enviar al criminal a la carcel o tras las puertas cerradas a cal y canto de un centro para enfermos mentales.
– Alguien ha estado arrasando aqui con un cuchillo -constato-. Y con un cuchillo bastante grande. O con una bayoneta. Quizas una espada. He contado hasta diez cortes distintos, casi todos mortales, probablemente. Lo que no comprendo es lo de la pierna. ?Sabemos quien es?
– Aun no. Todas las casas parecen desiertas.
Vivi Sundberg se puso de pie y observo el pueblo con atencion. Era como si las casas, recelosas, correspondiesen a sus miradas.
– ?Has llamado a alguna?
– He preferido esperar. Quien haya hecho esto puede seguir aqui.
– Si, has hecho bien.
Le hizo un gesto a Ytterstrom para que se acercase. El colega arrojo la taza de papel a la nieve.
– Vamos a entrar -dijo Sundberg-. Aqui tiene que haber alguien. Esto no es un pueblo desierto.
– Pues no ha aparecido un alma.
Vivi Sundberg volvio a observar las casas, los jardines cubiertos de nieve, la carretera. Saco la pistola y empezo a caminar en direccion a la casa mas cercana. Los demas la seguian de cerca. Eran las once y unos minutos.
Lo que sucedio despues llegaria a formar parte de los anales judiciales suecos, pues el espectaculo que se presento ante los tres policias no tenia precedentes en la historia criminal del pais. Fueron de casa en casa, empunando las armas. Y no hallaron mas que personas muertas. Gatos y perros acuchillados, incluso un papagayo al que le habian cortado la cabeza. En total diecinueve personas muertas, todas mayores, salvo un nino de unos doce anos. Algunos habian sido asesinados en sus lechos mientras dormian, otros yacian en el suelo o estaban sentados en una silla, ante la mesa de la cocina. Una anciana habia muerto mientras se peinaba, un hombre aparecia tendido en el suelo, junto al cafe derramado de la cafetera. En una de las casas encontraron a dos personas atadas la una a la otra. Todos habian sufrido la misma violencia desmedida. Era como si un huracan sangriento hubiese arrasado los hogares de aquellos ancianos, poco antes de que se levantaran. Puesto que la gente mayor que vivia en el campo solia madrugar mucho, Vivi supuso que los asesinatos se habian cometido despues del anochecer o de madrugada, muy temprano.
Vivi Sundberg tuvo la sensacion de que la cabeza se le inundaba de sangre. Pese a que temblaba de indignacion, supo mantener una fria calma. Era como si estuviese observando aquellos cuerpos muertos y mutilados a traves de unos prismaticos, lo que le ayudaba a no sentirlos demasiado cerca.
Ademas, estaba el olor; aunque los cadaveres apenas si se habian enfriado, emitian ya un olor dulzon y amargo al mismo tiempo. Mientras permanecia en el interior de las casas, procuraba respirar por la boca. Cuando salio, comenzo a respirar profundamente. Entrar en la siguiente casa era como prepararse para algo casi impracticable.
Cuanto se le presentaba a la vista, un cuerpo tras otro, llevaba el mismo sello de iracundia y el mismo tipo de heridas infligidas con la misma arma afilada. La lista que elaboro mas tarde, ese mismo dia, se componia de breves notas que describian con exactitud lo que habia visto:
Ya al final de la lista no tuvo fuerzas para pedirle a su memoria que registrase los detalles. Lo que acababa de ver era, de todos modos, inolvidable, como echar un vistazo al mismisimo infierno.
Numero las casas en que habian ido hallando los cadaveres, pero en el pueblo no estaban en ese orden.