golpee con la izquierda desde muy abajo, apuntando a su expuesta mandibula. Puse toda la fuerza de mis musculos y todo el peso de mi cuerpo en aquel golpe, todo lo que tenia. Completamente sin sentido, el cuerpo de Woycekh giro sobre si mismo y se derrumbo en medio de la calle «Mandibula de cristal», hubiera dicho de el nuestro entrenador.

Mas que meterme en el coche, me zambulli en el. Me sente en el mismo borde del asiento y me incline, aplastandome tanto como me fue posible sobre el volante ?Justo a tiempo! Algo estallo sobre mi cabeza, dejando dos agujeros redondos en el cristal de la ventanilla lateral y en el parabrisas.

La segunda bala rozo el techo sin siquiera entrar dentro. Escape de la tercera aplastando mi pie contra el piso del coche y adelantando de forma suicida a un camion cargado de barriles. El que disparo debio ser el camarero y no Woycekh, que seguramente aun no debia haber recobrado el conocimiento.

Conducir en tales circunstancias era dificil y peligroso. Resbalaba del asiento, y ademas me confundia la calle a oscuras: no sabia a donde llevaba, asi que me detuve. Colocando la cabeza de Elzbeta sobre mis rodillas, gire hacia otra, mas iluminada y con mas trafico, tratando de imaginar como regresar al hotel o al menos al cruce en el que habia permanecido con Leszczycki, pues la casa de Elzbeta estaba enfrente. La muchacha no se habia movido ni abierto los ojos. Cuando la habia alzado se habia limitado a parpadear ligeramente. Tuve la impresion de que se hallaba consciente, que llevaba asi bastante tiempo, y que unicamente no abria los ojos porque deseaba averiguar lo que habia pasado y adonde la llevaban de nuevo.

Entonces empece a hablar. Mirando hacia la confusion de la lluvia, el asfalto mojado y las farolas semiocultas por la cortina liquida, hable y hable, casi sin aliento y confundido, como si delirase.

– Soy un amigo, Elzbeta. Ahora soy tu mejor amigo, aunque no sepas quien soy ni de donde vengo. Pero tu me has salvado la vida hoy mismo, en otro tiempo, es cierto, por lo que no lo recordaras. Pero si debes recordar los versos de Mickiewicz y amarlos. Fue tu libro el que Ziga mutilo tan sacrilegamente. Te recitare dos versos, el inicio de un soneto, ?lo recuerdas?: «Viajando por el camino de la vida, cada cual con nuestro propio destino, nos encontramos tu y yo, como dos buques en la mar» Vuelve a leerlo si ha sobrevivido. Tengo el libro, y las cartas siguen en el, alla donde Ziga las escondio hoy ?pero fue realmente hoy? Me dio una medalla, ya te he hablado de eso Quiero devolverle el volumen de Mickiewikz.

Abrio los ojos, y no demostro la menor sorpresa al hallar un rostro desconocido ante ella Dijo, triste y amargamente.

– Han asesinado a Ziga. Pero no hallaron las cartas. Queria llevarlas a nuestra embajada, solo que -sus palabras sonaron dubitativas-, ?es realmente nuestra?

– Es nuestra, Elzbeta. ?Nuestra! De nuestro pais. Las llevaras alli tu misma, y yo te acompanare. Luego regresaras a Varsovia -prosegui, aun en mi febril delirio-. ?Hay algun lugar en el mundo mas bello que Varsovia?

– No recuerdo. Yo era una ninita, muy, muy pequena -Su voz sonaba amarga-. Pero, ?que queda de Varsovia? Cascotes.

– La han reedificado de nuevo, Elzbeta. Habeis sido enganados, todos los emigrantes habeis sido enganados. La ciudad vieja esta como antes.

Iba a contarle como habia sido resucitado aquel maravilloso rincon de la vieja Varsovia, pero en aquel segundo entramos a toda velocidad en una oscuridad en la que Elzbeta, la ciudad y yo ya no existiamos.

Desperte en la oscuridad, en otro marco: no en el coche, sino en el mismo cruce con Leszczycki. La lluvia que habia asaltado la ciudad con su breve invasion masiva se estaba yendo hacia el este, dejando tras ella un cielo repleto de estrellas y una calle igualmente negra repleta de los reflejos de las farolas. Eran las diez menos cinco. Leszczycki me miro y sonrio.

– Como ve -dijo-, ha pasado unicamente el tiempo que hubieramos necesitado para llegar desde el bar hasta este cruce. Pero toda la escala ha sido tocada ya.

No le pregunte que escala. Me miro con comprension y simpatia, como si supiese todo por lo que habia pasado. Pero en esto me equivocaba.

– No se nada, Wacek -anadio-. Yo no estaba con usted. Le rodeaba gente de otro tiempo.

– Pero, ?eran la misma gente?

– Por supuesto.

– ?Que fue? -quise saber-. ?Una alucinacion inducida?

– ?Que es lo que usted cree?

– No lo se. Me gustaria mucho saber como acabo la ultima toma.

– ?Como ha dicho? ?Una toma? ?Por que dice eso?

– Una toma es un termino que se usa en cine -explique-. Habitualmente filman distintas variantes de cada escena. Las llaman tomas.

Se sintio complacido con la comparacion.

– Una toma -repitio-. Una toma. Tal vez su toma siga aun en su propio tiempo ?Quien sabe? Ni siquiera yo se muy bien como funciona esto. El tiempo es como una botella de ginebra: deje caer un poco, y ahora me alegra haberle podido recoger -Extendio la mano-. No se ofenda. Wacek. Solo queria ayudarle a probar sus fuerzas, es algo que siempre sirve. Quiza haya crecido algo y ahora sea usted un poco mas sabio. No se irrite con un viejo.

– No estoy irritado -dije-. Simplemente, no comprendo.

– Ni tiene por que. Solo tiene que pensar que le gaste una broma. Hay biomas muy estupidas. -Suspiro y, sin decir adios, se marcho, pasando junto a peatones que habian aparecido de algun sitio. Como nosotros, debian haber estado esperando a que cesase el repentino aguacero, y ahora se apresuraban a seguir sus caminos.

Pero yo no me apresure, sino que trate de aclararme acerca de lo que habia pasado. ?Habia sido un sueno? Pero no habia estado dormido ni adormecido, aunque hubiera perdido el conocimiento. ?Hipnosis? Jamas habia oido hablar de esa forma de hipnosis. Ademas, ?era posible? Seis diferentes alucinaciones instantaneas en una milesima, quiza incluso en una millonesima de segundo. ?Y podia una alucinacion producir una quemadura? Me alce la manga, y vi claramente la marca azul purpura dejada por el cigarrillo de Woycekh, y el despellejamiento de los nudillos de mi mano izquierda: otra senal de mis encuentros con Woycekh. ?Y la medalla? ?Naturalmente, alli estaba! La saque de mi bolsillo y la contemple a la luz. No era una medalla fantasmagorica, no era ilusoria, sino que se trataba de una verdadera medalla de bronce viejo. El grabado de Poniatowski con la corona de laurel sobre su frente y la inscripcion que la rodeaba: «Vivio para su patria, murio por su honor…» Todo aquello no era fantasmal, ilusorio. Podia palpar cada letra.

Y el volumen de Mickiewicz estaba en su sitio. No lo saque, simplemente palpe el perfil repujado en la portada. Asi que todo habia pasado realmente. No era una alucinacion, ni un sueno, ni una vision hipnotica. La pitillera de Leszczycki habia tocado su escala para mi, y me habia hecho vivir media hora o una hora, cada vez de una forma distinta. Realmente habia yacido con el pecho perforado por las balas, habia corrido para salvar mi vida en una loca carrera automovilistica, habia luchado por el honor de Elzbeta, me habia convertido en el propietario de las cartas cuya publicacion aterrorizaba tanto a los emigrantes blancos.

La medalla, el libro de Mickiewicz y las cartas eran visitantes de otro tiempo. Quiza en el nuestro tuvieran sus contrapartidas, pero ?cambiaba eso algo? Ziga deseaba llevar las cartas a la embajada, y yo prometi ayudar a Elzbeta en eso ?Habia pasado todo en un mismo tiempo, o habia pasado en realidad? Lo importante era que ahora yo era dueno de mi propio tiempo.

Sin dudar, sin detenerme a pensarlo, camine con determinacion, cruzando la calle hacia la muy familiar puerta que habia enfrente.

***
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