quererme, no me quieren. Sus caras son hoscas, me miran con resentimiento. Ayer salieron de la iglesia con ceniza en la frente y una expresion de remordimiento y alivio a un tiempo. Que se queden con sus secretas caidas, con sus vicios solitarios. ?Es que no lo entienden? El Senor lo ve todo. Yo lo veo todo. Paul-Marie Muscat pega a su mujer. Cada semana descarga sus culpas con diez avemarias despues de confesarse y a continuacion vuelve a la carga como si tal cosa. Su mujer roba. La semana pasada, sin ir mas lejos, fue al mercado y robo bisuteria de un tenderete. Guillaume Duplessis quiere saber si los animales tienen alma y rompe a llorar cuando le digo que no la tienen. Charlotte Edouard sospecha que su marido tiene una amiga. Yo se que tiene tres, pero el secreto de confesion me sella los labios. ?Son como ninos! Sus preguntas me ofenden, hacen que me baile la cabeza. No puedo evitar mostrarles mi debilidad. Las ovejas no son esas criaturas dociles y amables de los idilios pastoriles. Cualquier campesino puede asesorarte al respecto. Las ovejas son astutas, agresivas, a veces patologicamente estupidas. Si el pastor es indulgente, puede encontrarse con un rebano levantisco, rebelde. No puedo permitirme ser indulgente, pero si esta concesion una vez por semana. La boca de usted, mon pere, esta sellada como en el confesionario. Sus oidos estan siempre prestos, su corazon siempre afable. Por espacio de una hora puedo dejar en el suelo la carga. Puedo ser falible.

Tenemos una nueva feligresa. Una tal Vianne Rocher, viuda supongo, con una hija pequena. ?Recuerda la panaderia del viejo Blaireau? Hace cuatro anos que murio y desde entonces la casa se ha ido desmoronando poco a poco. Pues bien, esa mujer la ha alquilado y espera abrir la tienda al final de esta misma semana. No creo que aguante mucho tiempo. Ya tenemos la panaderia de Poitou al otro lado de la plaza y, ademas, esa mujer no se adaptara nunca al pueblo. Una mujer bastante agradable, por cierto, aunque no tenga nada en comun con nosotros. Dejemos que pasen dos meses y seguro que se vuelve a la ciudad de donde ha venido. Es curioso, pero no he podido saber de donde viene. Supongo que de Paris o a lo mejor del otro lado de la frontera. Tiene un acento muy puro, incluso demasiado puro para ser francesa, habla con las vocales mudas como los del norte, aunque por los ojos se diria que es de ascendencia italiana o portuguesa y tiene una piel… Pero en realidad ni la he visto. Estuvo metida en la panaderia trabajando todo el dia de ayer y tambien hoy. Tiene un plastico naranja colgado de la ventana y a veces ella o el arrapiezo de su hija asoman por la puerta para echar un cubo de agua sucia en el canal del bordillo o para enzarzarse en animada conversacion con algun trabajador. Tiene una curiosa facilidad para encontrar personas que la ayuden. Aunque yo me ofreci a echarle una mano, dudaba que encontrase a mucha gente del pueblo dispuesta a hacerlo. Pero esta manana temprano he visto a Clairmont acercarse a su casa cargado con un haz de lena y, mas tarde, a Pourceau con una escalera. Poitou le ha regalado unos muebles. Lo vi llevandole una butaca, atraveso la plaza con el paso furtivo del que no quiere ser visto. Y hasta he visto a Narcisse, ese cotilla cascarrabias que en noviembre se nego en redondo a cavar el cementerio de la iglesia, cargado con las herramientas necesarias para arreglarle el jardin. Esta manana, a eso de las nueve menos cuarto se ha parado un camion de mudanzas enfrente de la tienda. Duplessis, que pasaba justo en aquel momento por delante de la casa porque habia sacado al perro como tiene por costumbre, tambien le ha echado una mano al pedirle ella que la ayudara a descargar sus cosas. Me he dado cuenta de que la peticion lo cogia por sorpresa -por un momento he llegado a creer que se negaria-, al ver que se llevaba la mano al sombrero. Ella entonces ha dicho algo -no se que- y he oido su risa retumbar en los cantos de la plaza. Se rie a menudo, acompanandose de gestos extravagantes y divertidos con los brazos. Otra caracteristica mas de la gente de ciudad, diria yo. Nuestra gente es dada a una mayor reserva, aunque supongo que las intenciones de esa mujer son buenas. Llevaba un panuelo violeta atado a la cabeza al estilo de las gitanas, pero se le escapaban algunos mechones por debajo, manchados de pintura blanca. No parecia importarle. Duplessis no se acordaba despues de lo que ella le habia dicho pero, con ese aire apocado que lo caracteriza, ha dicho que el trabajo habia sido de poca monta, unas pocas cajas, pequenas pero pesadas, aparte de unos embalajes abiertos con enseres de cocina. No le habia preguntado que contenian las cajas, si bien duda que un cargamento tan exiguo baste para una panaderia.

No vaya a figurarse, mon pere, que me paso el dia vigilando la panaderia. Ocurre simplemente que se encuentra delante mismo de mi casa, la que un dia fuera la suya, mon pere, dicho sea de paso. Se han pasado dia y medio dando martillazos, pintando, encalando y restregando hasta que, pese a que me habia propuesto otra cosa muy diferente, no he podido resistir la tentacion de comprobar el resultado. Pero en esto no estoy solo, ya que he sorprendido a madame Clairmont cuchicheando con unas conocidas delante de la obra que su marido hace a Poitou. Hablaban de «persianas rojas» antes de descubrirme y de quedar sumidas en un disimulado murmullo. Como si a mi me importase un rabano lo que digan. No hay duda, sin embargo, de que la forastera ha dado pabulo al chismorreo, ya que no otra cosa. Esa ventana cubierta de plastico naranja no puede por menos de atraer las miradas en los momentos mas inesperados. Parece un enorme caramelo que esperase a que le quiten el envoltorio, una rodaja sobrante del carnaval. Sobresalta por lo llamativo, aparte de que los pliegues del plastico reflejan el sol. Ya tengo ganas de que terminen con las obras de una vez y de que la casa vuelva a convertirse en panaderia.

La enfermera busca mi mirada. Teme que lo vaya a fatigar. No entiendo como puede soportarlas, con todo ese griterio y esos aires de superioridad. «Ahora nos toca descansar a nosotras», creo que dicen. Esa actitud taimada es insoportable, intolerable. Y en cambio pretende ser amable, los ojos de usted me lo dicen. «Perdonalas, no saben lo que se hacen.» Yo no soy amable. Vengo aqui por mi, no por usted. Y en cambio creo que mis visitas le agradan porque lo mantienen en contacto con un mundo cuyos bordes han perdido consistencia, se han vuelto informes. Una hora de television por la noche, cambio de postura cinco veces al dia, alimentacion a traves de un tubo. Hablan de usted como de un objeto -«?Nos oye? ?Cree que nos entiende?»-, las opiniones de usted no cuentan, se pasan por alto… Estar apartado de todo y, en cambio, sentir, pensar… Esta es la verdad del infierno, desprovisto de sus estridentes medievalismos. Esa perdida de contacto. Pese a todo, yo lo miro a usted para que me ensene a comunicarme. Para que me ensene a esperar.

4

4 Viernes, 14 de febrero

San Valentin

El hombre del perro se llama Guillaume. Ayer me ayudo a descargar mis cosas y esta manana ha sido mi primer cliente. Lo acompanaba el perro, Charly, y me ha saludado con timida cortesia, casi con galanteria.

– Ha quedado estupendo -me dice al tiempo que echa una mirada alrededor-. Se habra pasado toda la noche en vela para dejarlo asi.

Me rio.

– Es toda una transformacion -ha dicho Guillaume-. Mire, no sabria decirle por que, pero ya me habia hecho a la idea de que esta iba a ser una panaderia diferente.

– ?Como? ?Quiere que arruine el negocio del pobre monsieur Poitou? De todos modos, estoy segura de que me lo agradeceria, teniendo en cuenta como le molesta el lumbago, que su mujer no sirve para nada y que el no puede dormir por las noches.

Guillaume se ha agachado para poner en su sitio el collar de Charly, pero advierto el parpadeo de sus ojos.

– Veo que ya se conocen -me ha dicho.

– Si, le pase mi receta de la tisane para dormir mejor.

– Como le funcione, tiene un amigo de por vida.

– Funciona -le aseguro, y despues he sacado una cajita de color de rosa con un lacito de plata de debajo del mostrador-. Esto es para usted. Por ser mi primer cliente.

Guillaume me mira desconcertado.

– En serio, madame, yo…

– Llameme Vianne. Y aceptelo… -lo obligo a coger la caja-. Le gustaran. Son sus favoritos.

Se sonrie ante mis palabras.

– ?Como lo sabe? -me pregunta mientras se guarda la caja con muchas precauciones en el bolsillo de la chaqueta.

– ?Estoy segura! -le digo con picardia-. Se lo que gusta a todo el mundo. Confie en mi. Esto es para usted.

No han terminado el cartel hasta mediodia. Georges Clairmont ha venido personalmente a colgarlo deshaciendose en excusas por llegar con retraso. Las persianas escarlata quedan muy bien con el blanco de la

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